

Detrás de la novela gráfica «TEMPLE: Teyuna, el infierno verde» está un atípico reencuentro entre padre e hija, pero también un viaje de dos creadores locales –el guionista Alfredo Rodríguez y el dibujante Gonzalo Martínez– que llegaron a una ciudad perdida en la selva colombiana y sobrevivieron para contarlo.
Por_ Rafael Valle M.
Para hacer la novela gráfica «TEMPLE: Teyuna, el infierno verde», Alfredo Rodríguez y Gonzalo Martínez no hallaron idea mejor que viajar a una ciudad perdida en Colombia y documentarse así para esa historia que ya tenían avanzada como parte de un proyecto que nació hace ocho años pensado para el mercado estadounidense y que por razones varias fue mutando. Ahora querían contar una aventura de misterios y peligros ambientada en Sudamérica sin caer en el cliché de Machu Picchu y postales similares, y así es cómo dieron con la historia de esa urbe a la que la selva se tragó por siglos y que se descubrió hace un par de décadas, cortesía de los saqueadores que dieron con ella en busca de tesoros y a punta de machetes.
La trama sigue a una adolescente –Temple– que, tras la muerte de su madre, debe reunirse con su papá arqueólogo –Juan Carlos– al que no ve desde la infancia. Y el reencuentro será en ese lugar conocido como Teyuna, Ciudad Perdida, Buritaca-200 o Infierno Verde, que le hizo honor a ese nombre inquietante, de película, poniendo a prueba la resistencia de estos autores, que en 2019 hicieron el trayecto junto a sus esposas y un grupo de turistas. “Esto está a 1.200 metros de altura, lo que no es tanto para nosotros y arriba no hace tanto calor, pero la subida es subiendo y bajando (cerros)”, detalla Martínez, el dibujante («Road Story», «Mocha Dick»). “Además que es terreno que no está ‘domado’, con raíces, piedras, terrenos gredosos. Te mojas entero, porque llueve y llueve (…) En las noches además dormíamos en literas al aire libre, donde te piden revisar los zapatos cuando te levantas porque hay bichos, y no puedes dejar nada porque los monos te lo pueden robar”.
No se buscaban reivindicaciones de género con lo de tener una protagonista, sino más bien hacerle un guiño al hecho de que ambos tienen hijas. “En una conversación con Gonzalo hablamos mucho de cómo uno como papá no está preparado… En el parto de mi hija mayor se me hizo patente la sensación de que recibo esta guagua y es como ‘a mí no me explicaron cómo se hace esto’. La aproximación más cómica y más dramática de esta historia es decir ‘¿cómo sería recibir a una adolescente en vez de una guagua, una persona que llega a cuestionarte de igual a igual, como una relación que es con una persona distinta?’, dice Rodríguez («Siento y Miento», «Lado B»), también ilustrador y que aquí ofició como guionista. Lo otro es que “teniendo como referencia a personajes como Mampato o Tintín, intuitivamente nos dábamos cuenta de que trabajar un personaje femenino podía ser refrescante para el género de la aventura”.
Yo soy tu padre
Una cosa fue llegar a la Ciudad Perdida y otra regresar, lo que significaba más caminatas, ascensos y descensos, y cruzar un río torrentoso en un precario carrito que con un cable ídem se movía de una orilla a otra. Ahí el aporreado Gonzalo Martínez tiró la esponja: “Con mi esposa decidimos volver en mulas, que son unos animales increíbles. No puedes creer cómo se puede mover un animal con esas patas, que en algunas parte puede meterse y doblar hasta en 90 grados”, cuenta.
Conocer las locaciones de la puesta en escena, por cierto, valió la pena. “Había un montón de cosas, escenas que (en la idea original) eran más circunstanciales y que encontraron mucho cuerpo en este viaje. Había una persecución cuando a un personaje le roban el maletín y que originalmente ocurría en el aeropuerto (en Colombia), pero se trasladó a la ciudad de Santa Marta, que es donde parten los tours”, explica Alfredo Rodríguez. “Gonzalo dibujó las calles, los restaurantes y la gente de Santa Marta para esa secuencia, que se volvió más bonita más espectacular y más cultural. Mi sensación es que eso pasó con cada escena: mostrar esto y mostrar esto otro. (…) Gonzalo dibujó 30 o 40 páginas más de lo que teníamos planeado”.
«TEMPLE: Teyuna, el infierno verde» tiene más de 120 páginas donde hay una aventura física, geográfica y emocional. “Temple está constantemente buscando una aventura tipo James Bond, de encontrar una ciudad perdida, pero la vida que le dimos constantemente le niega la aventura externa y la empuja hacia el encuentro humano”, agrega el escritor. “Ella espera correr grandes peligros, descubrir ciudades, pero el único terreno que le ofrecemos a descubrir constantemente es que su papá no es el héroe que ella espera, que quiere que sea como Indiana Jones, y es una persona súper falible, basada en nuestras propias torpezas como papás. No sólo en lo educativo, sino en lo físico, ya que con Gonzalo somos personas de escritorio; nos fuimos a este trekking en la selva y no era nuestro territorio, sino un lugar donde siempre éramos los últimos en llegar, donde éramos los peores (risas)”.
Influencias y vivencias
“Cuando trabajo con alguien es porque se da una relación de amistad y de intereses mutuos”, dice Gonzalo Martínez. Por lo mismo, en esta novela gráfica los roles de ilustrador y escritor a ratos se difuminan y entremezclan. “Gonzalo es uno de los mejores guionistas de cómic que hay en Chile, sólo que él no lo sabe”, añade su colega. “Cuenta muy bien las historias, entonces tenemos una relación en que él se mete en mi pega y yo en la de él (…) Hay escenas que se las doy en prosa y él las resuelve por completo, y en otras le doy algo más detallado y lo hace tal cual o le hace algún cambio”.
Fruto de esa sinergia, donde la improvisación no es infrecuente, surgió una singular apuesta narrativa: “La secuencia más larga que hay es de una conversación en un restaurante –relata Martínez–. Son como 20 páginas, y ahí estaba el reto de cómo mostrar una conversación interesante, súper larga, muy intensa, pero que afirma mucho el tema de lo que estamos hablando, que es ‘espero algo de ti y la realidad que estoy teniendo no es tal’. Quedé súper feliz con ese resultado, porque son los grandes riesgos que se toman”.
Este libro está planteado como comienzo de una saga que seguirá en la Antártica, lugar al que la dupla viajó el verano pasado, “donde no sufrí, lo pasé súper bien, pero donde también es darse cuenta de que la naturaleza te puede pasar también por encima”, cuenta el dibujante. Su idea es seguir un camino que saluda a “las historietas de Quimantú, que, con sus luces y sombras de calidad, tenían una parada de mostrar nuestro territorio, nuestra gente, que a mí me marcó mucho, y creo que en «TEMPLE…» es una cosa que quise que estuviera, y con Alfredo estábamos de acuerdo en hablar de nosotros, de los colombianos, de nuestro barrio”.
Para el guionista, este trabajo “tiene mucho de Mampato y de Tintín y tiene un juego con Indiana Jones, pero es como anti-Indiana Jones. También lo vinculo mucho con «La Princesa Prometida», una película de los 80 que toma la fantasía y la pone a nivel de tierra. Tiene comedia y drama, pero uno no siente que haya un héroe como Aragorn en «El Señor de los Anillos», sino que hay que solucionar varios temas de una pareja y uno se vincula humanamente con esos personajes (…) Hay algo de eso en «TEMPLE…», de cómo sería una aventura así. Yo sufrí un asalto a los 14 años, en que entraron a mi casa con pistolas y nos amarraron a todos y eso desmitifica el concepto como cinematográfico del asalto: es la baldosa fría en la cara (…) O es como lo del carrito para cruzar el río (en Colombia), que ahora lo contamos como chiste, pero si se corta la cuerda te matas, y no es chistoso… y no hay libro”.
En el balance, para Rodríguez «TEMPLE: Teyuna, el infierno verde» se revela como un proyecto que “trata a la aventura como algo real y no algo fantástico”. Martínez coincide y agrega que también enseña que “las mulas son el mejor amigo del hombre (risas)”.