

Sentado al piano solo y bajo una bóveda celeste, su historia musical ha estado conectada a misterios del Universo. En lugar de tocar en teatros y salas, Claudio Recabarren elige espacios al aire libre, puentes, ruinas, dólmenes en Europa, donde ha transcurrido gran parte de su historia musical. También planetarios y observatorios astronómicos, sitios donde esa inspiración fluye sola.
Por_ Antonio Voland
Entendidas como las estrellas más lejanas en el Universo y al mismo tiempo las más brillantes –y por ello somos capaces de verlas- las Quasars comenzaron a aparecer muy pronto en la imaginería musical del pianista Claudio Recabarren Madrid (1955). A sus 20 años formó en Santiago el grupo Quasars, un trío experimental que ha pasado prácticamente al olvido pese a su carácter pionero.
Allí tocaba el órgano de dos teclados y pedalera de bajos junto a su hermano José Fernando Recabarren (1956), quien ejecutaba el sintetizador análogo. Muchas veces intercambiaban instrumentos en sus conciertos. La primavera pasada, Claudio Recabarren viajó a Chile desde España, donde ha vivido intermitentemente desde 2003, para despedir a su hermano, quien falleció en un accidente.
“El recuerdo de esos tiempos de Quasars con Fernando permanece, porque lo formamos juntos como una idea musical. Junto a nosotros estaba también el sonidista Raúl Lira, que utilizaba grabadoras de cintas y otros equipos. Visto después de tanto tiempo, me parece un inicio para una música electrónica en Chile. Nadie estaba haciendo ese tipo de cosas”, comenta Recabarren.
Los recortes de prensa que mantiene en su archivo dan cuenta de la actividad que Quasars tuvo entre 1974 y 1978, con conciertos en lugares como la Sala Camilo Henríquez, el Teatro de la Universidad Católica o el Parque Bustamante.
Esa idea sobre la música para el Universo se retomaría mucho tiempo después, el solsticio de verano del cambio de milenio.
Esa noche, el piano de Recabarren fue llevado por un helicóptero hasta el Pucará de Chena, fortaleza incaica del siglo XVI ubicada en una cima. Allí dio un concierto iniciático que ha definido su trabajo en adelante, un periplo pianístico por observatorios en Chile y por planetarios en España, Polonia, Brasil y Estados Unidos.
Universo en 360 grados
“Hemos olvidado mirar hacia arriba y mirar las estrellas, porque ya no las podemos ver”, dice como manifiesto y como una crítica: la sobreabundancia de luz en las ciudades ha borrado del cielo el estrellado telón nocturno que no hasta hace mucho era factible de apreciar.
A mediados de año Recabarren alcanzó un punto cúlmine en este campo al obtener un premio no sólo como compositor de una música incidental sino como productor del cortometraje «Piano bajo las estrellas». La obra y la cinta, dirigida por el chileno Juan Carlos Vidal, fueron destacadas en el Festival de Jena, una ciudad de Alemania muy cerca de Weimar, donde hace un siglo comenzó a funcionar el primer planetario del mundo.
“En la película se utiliza una tecnología innovadora, que permite ver imágenes en 360 grados, lo que es toda una experiencia casi psicodélica para el espectador. Se está probando mucho ahora en los planetarios. De hecho, Juan Carlos Vidal investiga hoy esta tecnología en el Planetario Usach, donde he dado unos 30 conciertos de piano bajo las estrellas”, dice Recabarren. “El cerebro reproduce estas imágenes como si fueran hologramas en un espacio volumétrico, siendo que en realidad están proyectadas en pantallas”, explica.
El repertorio para la película ha sido registrado en discos como «Piano under the stars» (2017). Consiste en cinco obras: «Piano bajo un mar de estrellas» y «Orbitando tus lunas, Júpiter» son piezas para piano solo, mientras que en un carácter sinfoétnico aparecen «Arkturus» y «Pucará», tempranas composiciones de Recabarren que recogen sonidos de una base de datos de la Orquesta Sinfónica de Berlín, además de instrumentos precolombinos, silbatos andinos, caracolas, metawe. «Rumbo Marte», en tanto, mantiene una impronta de fusión próxima incluso a lo que se entiende como new age, con gran protagonismo de los sintetizadores.
–¿Cómo se evalúa este camino después de 45 años?
“Siento que me di una vuelta por el Universo para volver al mismo punto, pero en el viaje recogí muchos conocimientos. Lo que primero era una idea sobre el contacto con el Universo se convirtió en un interés mucho más profundo por la astronomía, con lecturas y con la relación que he tenido con astrónomos, físicos o técnicos por años».
–¿De dónde aparece ese primer interés por el Universo?
“Mi padre, Moisés Recabarren, fue clave. Nos apoyó mucho con Quasars, porque también estaba interesado en el Universo. Fue un pianista destacado en los años 50, era el pianista de radio Cooperativa. Cuando dejó este espacio lo reemplazó Valentín Trujillo. Con mi hermano Fernando tocábamos en Quasars una obra suya incluso”.
–¿Quedó algún registro musical de Quasars?
“Tocábamos mucho la «Suite para un ciclo», que era como la historia del Planeta desde su nacimiento hasta su destrucción y luego el inicio de una nueva vida, un siguiente ciclo. En los últimos tiempos de Quasars grabamos un disco con EMI Odeón. Vino a Chile el gerente del sello desde Buenos Aires, porque le había gustado la música. Pero más que nada, le había gustado el sonido. Entonces nos propuso no publicar nuestras composiciones sino algo como la cumbia espacial, para toda Latinoamérica. Visto actualmente quería que le hiciéramos un reggaetón de las estrellas. Por supuesto nos negamos. Siempre me dicen que haga una música comercial. Para qué, si mi inspiración son las estrellas. Todo el mundo me pregunta ¿se puede vivir de la música?”.
–¿Qué les dices?
“¿Acaso tengo cara de muerto?”.
Encuentros con el piano
Camilo Salinas (1976)
Nacido en Roma durante el exilio que su familia estaba viviendo entonces (es hijo del compositor Horacio Salinas, de Inti-Illimani Histórico), la vena de la música popular italiana se siente poderosa en el estilo de música de Camilo Salinas, un confeso fanático de Nino Rota. En su hasta aquí único disco solista, «Solo piano» (2017), se reencuentra con el instrumento como si fuera un hombre orquesta tocando material que él había escrito para cine y teatro, una música que parece ambientar el cabaret de entreguerras, el music hall europeo o escenas fantásticas rodadas en Cinecittà.

Foto: Cristián Soto
Felipe Riveros (1971)
Reconocido pianista de jazz, Felipe Riveros ha grabado álbumes prácticamente en todos los formatos: dúos, tríos, cuartetos y quintetos. También en solitario, en una experiencia amplia que lo llevó a registrar composiciones de diverso alcance desde la dinámica de la improvisación, en sesiones que se realizaron en París y en Santiago. En el disco doble «Solo piano» (2017), Riveros se sumerge en la lógica del momento a solas, expone tres exploraciones libres sobre «Gracias a la vida» y contrasta músicas tan distintas como «Si vas para Chile», de Chito Faró, frente a «Tomorrow never knows», del John Lennon de 1966.
Diego Errázuriz (1984)
Toda la música de Diego Errázuriz ha girado alrededor de la inspiración y la improvisación. Y su amplia discografía se presenta, casi siempre, como una obra de piano solo. El ejemplo más determinante de esta propuesta es «Berlin meditations» (2016), un álbum doble que el chileno grabó durante un paso por Alemania, a lo largo de diez horas, en un fabuloso piano Steinway & Sons de cola completa. Lo interesante en el caso de Errázuriz es que la suya es una experiencia sostenida en la intuición musical, puesto que no cuenta con estudios académicos formales de piano.