

El genio cinematográfico de un país empeñado en defender una identidad que sus poderosos vecinos han intentado borrar.
Por_ Vera-Meiggs
Cuando en febrero todo Hollywood se puso de pie para celebrar el triunfo del cine coreano, la capital del cine venía a confirmar algo que el resto del Planeta sabía desde fines del siglo pasado, es decir, que esa cinematografía era de las mejores del presente. La verdadera sorpresa de la situación es que el premio Oscar haya ignorado por tanto tiempo una verdad del tamaño de una catedral.
Desde mediados de los años noventa, la exportación del cine surcoreano comenzó a dar que hablar en festivales y circuitos occidentales, pero llegando el nuevo siglo también el público de medio mundo tenía opciones fáciles de ver sus novedosos productos, cuya calidad no requería de ninguna condescendencia especial para ser reconocida.
Después de todo, se trataba de obras creativas provenientes de un país con 4.500 años de tradición cultural y que además ha sido capaz de sobrevivir con bastante independencia a una situación geográfica que lo hace ser el inevitable jamón del sándwich entre China y Japón.
Ya en la década de los setenta producía unos 120 largometrajes al año, exportando más de la mitad al mercado asiático, es decir, una industria en grande y que ha sabido sobreponerse a los frecuentes vaivenes políticos de un país para el que la democracia representativa es todavía una novedad. Hoy en toda cartelera y/o en toda vereda nacional popular es posible encontrar un amplio surtido del cine coreano.
Una selección de aquello que debe conocerse para no quedar tan atrasado de novedades, como lo ha estado haciendo la arrogante Hollywood.

«Lady Vendetta» (2005), de Park Chan-Wook.
Lo primero es lo primero
«Primavera, verano, otoño, invierno… y de nuevo primavera» (2003) fue el primer éxito surcoreano estrenado por estas tierras. Dio a conocer también al que ha sido el más famoso autor cinematográfico de esa pequeña península del extremo Oriente, Kim Ki-Duk (1960). Parábola budista sobre la circularidad del tiempo y la incorregible violencia humana. Un templo flotante en una laguna, un maestro y un discípulo que irá creciendo entre errores y disciplinas. Diversos animales serán testigos y víctimas del proceso. La película sorprendió por la belleza de su fotografía y paisaje y la finura de una realización que hizo suponer, equivocadamente, que Kim provenía de refinados estudios estéticos. No era así y sus obras anteriores no eran precisamente elegantes y estilizadas, pero sí estaban dotadas de una intensidad emocional y de arranques de violencia y crueldad que las hicieron a menudo difíciles. «Hierro 3» (2004) obtuvo también un gran éxito con su historia sobre un amor hecho de levedad y misterio. El protagonista entra furtivamente a hogares en momentos en que sus ocupantes no están y vive imaginariamente entre ellos, hasta que descubre una hermosa mujer maltratada por su marido. Premio a la mejor dirección en Venecia.

«Primavera, verano, otoño, invierno… y de nuevo primavera» (2003), de Kim Ki-Duk.
Otras de sus obras: «La isla» (2000), «El arco» (2005) y «El guardacostas» (2002). Ganaría el León de Oro en Venecia el 2012 por «Pietá», que no obtuvo aceptación unánime.
Park Chan-Wook (1963) es otro de los autores que remecieron las salas de los festivales europeos apenas iniciado el siglo y lo hizo sin preocuparse demasiado de los buenos modales, algo que es común en el cine surcoreano, en el que la violencia campea sin obstáculos, pero con mucho estilo. Park se haría popular con su llamada “Trilogía de la venganza”, que comienza en «Simpatía por el señor Venganza» (2002) y continúa con «Old boy» (2003), ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes 2004. Un hombre que ha estado encerrado por quince años en una habitación redescubre el mundo exterior y comienza a buscar la manera de vengarse de sus misteriosos captores. Pero este enunciado es sólo el punto de partida de la intensa, retorcida, violenta e imaginativa intriga, que parece una metáfora política con alguna alusión a «Edipo Rey».

«Rompehielos» (2013)
Aparentemente el tono cambia en «Lady Vendetta» (2005). La bella y angelical protagonista sale de la cárcel con una aureola de auténtica conversión religiosa, pero algo no cuadra: sigue vestida con el mismo vestido a puntos con que entró a cumplir una condena por infanticidio. De ahí, el tono cambiará a una intriga oscura y violenta que llevará a la protagonista a encontrar al verdadero asesino y a los parientes de sus víctimas para cumplir en conjunto una escalofriante venganza.
Más suntuosa y elegante, «La doncella» (2016), ha reverdecido los laureles de Park ampliando su registro formal. Basada en una novela inglesa, traslada la acción a la Corea ocupada por los japoneses durante los años treinta. La muchacha puesta al servicio de una rica heredera japonesa es en realidad parte de un plan para apoderarse de su enorme fortuna. Nuevamente los encierros, el crispado erotismo y las atmósferas densas de tensiones y soterrada violencia que se reconocen como el sello de Park.
Después tenemos a…
Im Kwon-Taek (1936) es de los mayores maestros del cine coreano, no sólo en edad. Sus numerosas películas han resultado a menudo éxitos en toda el Asia y además han sido celebradas por la crítica, pero no se han dejado ver en nuestro país, excepción hecha con «Pinceladas de fuego» (2002), seductora biografía del gran pintor coreano del siglo XIX Jang Seung-Up, un genio autodestructivo que marcó su época. Ganadora del premio al mejor director en Cannes 2003. Im ha sido distinguido también con el Oso de Oro de Berlín a la carrera.
Lee Chang-Dong (1954) fue el cineasta coreano más cercano a obtener una candidatura al Oscar que finalmente no consiguió el 2018 por «Burning». Bastante celebrada por la crítica internacional, pero quizás demasiado ambigua y prolongada para las convenciones del gusto medio que prevalece en Hollywood, la película deambula acumulando tensiones. Hay cierto dejo de Antonioni en este triángulo amoroso sazonado de amenazantes silencios.

«Madre» (2017)
La nueva estrella del cine coreano es sin duda Bong Joon-Ho (1969), que era desde hace algún tiempo un autor prestigioso, pero que el público internacional no lograba individualizar fácilmente. Quizás debido a su propia versatilidad y a la fuerza de sus historias, que podían opacar el rigor y exactitud de sus imágenes bajo el barniz de su manejo de los géneros y la permanente eficacia de sus actores. Saltó a la fama con un policial memorable, «Memorias de un asesino» (2003), que basándose en hechos reales ocurridos durante la década de los ochenta, permite a Bong exhibir su destreza en el guión, su sentido del humor negro, su manejo del suspenso y de paso satirizar las insuficiencias del propio país. Un sicópata sexual asola mujeres jóvenes en un pueblo cercano a una gran industria. Los detectives usan métodos brutales para obtener confesiones, pero los resultados serán inútiles, como lo constata un detective más profesional venido desde Seúl. Durante más de dos horas el relato no deja cabo suelto y termina transformándose en la pesadilla de los investigadores.

«Burning» (2018), de Lee Chang-Dong.
Aprovechando el gran éxito de taquilla obtenido, Bong se arriesgó a saltar al género de monstruos, de larga tradición en el cine japonés. «El huésped» (2006) tiene un punto de partida decididamente político (Bong es sociólogo): Un científico estadounidense hace verter desechos químicos en el río Han de Seúl (algo que realmente ocurrió), por lo cual surge de sus aguas un monstruo pesadillesco, bastante más feo que Godzilla y visualmente muy convincente. Cómo rescatar a dos niños de sus fauces será el nudo de la entretenidísima intriga.
En otro de sus paseos por el género fantástico, Bong obtuvo un nuevo éxito con «Okja» (2017), que Netflix estrenara en Cannes un par de años atrás con bastante polémica. El crítico nacional David Vega la describe así: “Comienza como una película de Disney y termina como la lista de Schindler”.
«Rompehielos» (2013) y «Madre» (2017), aparte de «Parásitos» por supuesto, completan lo mejor de su obra.
También existe…
… el cine en Corea del Norte, aunque el control gubernamental impide cualquier gesto demasiado creativo. Su industria de animación es muy importante y ha prestado servicios a muchas producciones extranjeras, inclusive chilenas.
La última: En el reciente Festival de Berlín el premio al mejor director ha sido para Hong Sang Soo por «La mujer que corre».