

Hasta el 2 de febrero de 2020 se exhibe «Contra la razón», de Luis Montes Rojas, en la Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes, una vasta muestra antológica de este escultor, instalador y artista conceptual que cuestiona la historia de nuestro país y sus figuras de poder.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
Hijo de escultor, Luis Montes Rojas (Santiago, 1977) pasó su infancia entre los talleres de su padre y los de sus numerosos colegas. Así como en la fundición. Conoció el oficio en la factoría, y aprendió «a picar piedras» antes que a teorizar. Posteriormente, se formó en la Universidad de Chile, donde hoy a su vez se encarga de formar a otros, y su obra es particularmente rica en el plano conceptual y metafórico, además de profundizar en la historia de nuestro país y su relación con el poder. No se considera un artista visual, sino un escultor, a secas. ¿Y cómo se define la escultura hoy?, se pregunta este acucioso docente. Citando a varios teóricos del arte, concluye que hoy evidentemente ya no se la considera un monumento, sino que se define por su constante expansión, haciendo imprescindible comprender al espectador como sujeto de experiencia y reflexión. Para él, la creación contemporánea se nutre del arte minimalista y conceptual, ambos muy presentes en su intensa trayectoria.

«Padre de la patria» (detalle), 2019, escultura en resina poliéster, 100 x 150 x 90 cm. Crédito fotográfico: José Luis Risssetti
Justamente, «Contra la razón», que estará en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el 2 de febrero de 2020, se plantea como una muestra antológica que revisa distintos proyectos emblemáticos de Luis Montes, muchos de ellos en relación con las figuras de poder. En total, son nueve conjuntos de obras, de diversos períodos y formatos, con variadas materialidades, y cuenta con la curatoría de Mauricio Bravo Carreño.

«Damnatio Memoriae» (detalle), 2012, instalación, medidas variables. Tres cabezas de bronce pulido, de 48 cm de altura. Cable de acero, pintura roja. Crédito fotográfico: Alfredo Silva
Uno de estos cuerpos de obra es «Damnatio Memoriae», que consiste en tres cabezas masculinas de bronce, suspendidas, contra un muro de intenso color rojo: «La Damnatio Memoriae era una ley romana que permitía que cuando una figura histórica ya inmortalizada en diversas obras escultóricas caía en desgracia, se podía eliminar de los monumentos. Era una ley de amnesia, la condena de la memoria», explica el artista. Y agrega que este proceso de «sacar de la historia» a algún personaje juzgado a posteriori aún se aplica en las sociedades contemporáneas. En su obra, haciendo alusión a esta ley, Montes procedió a borrar discretamente las facciones del rostro que plasmó en las cabezas de bronce, y luego las sometió a un proceso de pulimiento que hace que el brillo sea tan fuerte que no se puede distinguir quién es la persona retratada.

«Columna sin fin», 2017, resina poliéster, fibra de vidrio y espuma de poliuretano, estructura interior de acero y pintura roja, 460 x 80 x 60 cm. Crédito fotográfico: Luis Montes Rojas
En esta misma reflexión profundiza «Columna sin fin», una suerte de tótem compuesto de bustos escultóricos a los cuales les han eliminado las cabezas que sostenían, y éstos se acumulan unos sobre otros, llegando a casi cinco metros de altura. Cada busto es creado en resina y fibra de vidrio, luego pintado de rojo. La columna simboliza el poder, pero anónimamente, y Luis Montes explica que no hace falta saber la identidad de estos seres ilustres, pues ya se intuye que serán hombres occidentales, blancos y pudientes. «Uno tras otro, uno sobre otro, componen esta columna que sostiene el orden de un sistema que encuentra su sostén en ellos mismos», precisa, detallando que a lo largo de su existencia, los monumentos escultóricos en Chile se han enfocado en destacar figuras masculinas de poder: «La mujer ha sido objeto de la historia, pero no sujeto de ella». Sucedió lo mismo con las Cariátides, recuerda, pues éstas pasaron a la arquitectura como ornamento, pero se olvidó el origen de esta leyenda, en la cual las mujeres fueron convertidas en esclavas y obligadas a cargar con el peso de los
templos…

«República», 2017, 130 cóndores fundidos en bronce, pulidos. Placa de hierro, 180 x 60 x 60 cm. Crédito fotográfico: José Luis Rissetti
Montes ahonda en esta temática en la obra «Hystérie», que consiste en la réplica del rostro de la estatua de la Victoria, emplazada en Talca, de cautivante historia. La obra original, del escultor francés Léon Cugnot, se concibió para rendir homenaje al triunfo de Perú (y sus aliados, Chile, Bolivia y Ecuador) ante la Armada española, en 1866. Mas, una primera estatua no gustó a los peruanos y fue desechada y embodegada, siendo descubierta por tropas chilenas que la trajeron a Talca para honrar al batallón de esa ciudad. «La escultura tiene un rostro desencajado, que pude conocer muy bien, porque me encargaron su restauración, un oficio que también desempeño. Tuve entonces la posibilidad de verla muy de cerca, lo que es un privilegio».
La obra que crea Luis Montes a partir de esta cara, que para su muestra en el Bellas Artes replica en yeso ciento sesenta veces y monta en un muro, pone en crisis este homenaje a las gestas patrias. Porque subraya que la mujer no solo está ausente sino desechada de este homenaje; asimismo, el título de esta pieza alude a la manera en que las mujeres son denigradas históricamente.
Más huemul y menos cóndor.
Una reflexión que inició Gabriela Mistral respecto a la simbología de los animales de nuestro escudo patrio es lo que replantea Luis Montes en «República»: «El cóndor reemplaza al águila imperial como representación del poder, el autoritarismo y la fuerza; sin embargo, para Mistral, no deja de ser ‘un hermoso buitre'», detalla el escultor.
La obra consiste en la representación de una figura humana de pie que es acechada y fagocitada por un grupo de estas aves, impidiendo, una vez más, reconocer la identidad de la figura pública plasmada originalmente. Los 130 cóndores fundidos en bronce, pulidos, que se emplazan sobre una placa de hierro, componen la silueta del personaje ausente, de una forma, además, particularmente estética. «La belleza es la puerta de entrada a una reflexión más profunda. Ahora, mi obra no es una clase de historia como podría dictarla un historiador. Yo trabajo con lo que la historia me provee como material para crear nuevos relatos”.

«Hystérie» (detalle), 2016. Cabezas en yeso de 46 x 42 cm. Instalación, medidas variables. Crédito fotográfico: José Luis Ris
Por su parte, «Ornamento» consiste en un ejercicio de camuflaje e ironía, pues Montes Rojas creó en bronce pequeñas estatuillas a partir de históricas fotografías de mutilados de la Guerra del Pacífico, que fueron tomadas para permitir el pago de las pensiones de invalidez. Estas cinco estatuillas, a su vez, fueron fotografiadas en el interior de la casa de un anticuario en el marco de la cual pierden su connotación de denuncia y se convierten en un simple adorno más. El fotógrafo fue José Luis Rissetti, cuya experiencia profesional lo vuelve el colaborador más idóneo para este proyecto, permitiendo acentuar el carácter de ornamento de estas obras de fuerte contenido histórico, social y político: «Para mí es como el Caballo de Troya: se cuela en el hogar un regalo envenenado, una obra aparentemente inocente que cuestiona y critica las gestas bélicas, subrayando por contraposición el olvido en que cayeron los soldados heridos, en su mayoría gente humilde. Mis obras tienen distintas capas de lectura, y eso es lo que me interesa, que sean complejas, que engendren más de una mirada», sostiene este escultor que además de la docencia ejerce actualmente como senador universitario en el seno de la Universidad de Chile.
«Padre de la patria» es otra obra que gatilla deliberaciones de índole similar: consiste en poner también el foco en el vencido, no sólo en el vencedor. Montes Rojas, que tuvo que restaurar también el Monumento a Bernardo O’Higgins emplazado en Rancagua (copia fiel del ubicado en la Alameda, frente a La Moneda), tuvo la oportunidad de observar al personaje que yace a los pies del caballo del Libertador. Se trata de un soldado español de rostro convulsionado, y es el que plasma Montes en su escultura. El francés Albert-Ernest Carrier Belleuse, autor del monumento, retomó en su obra esta pose clásica del relato bélico entre vencedores y vencidos, pero Montes cuestiona realmente quién es este «Padre de la Patria».
Finalmente, «La Casa en Ruinas», «Sub Terra» y «Mesas de centro» completan esta muestra antológica, en la cual la idea del ornamento es el eje central. Esto articula una reflexión en cuanto a que un elemento escultórico desprovisto de sus referentes históricos y políticos se convierte en una obra tan vacía como un poema cuyas letras se borraran, y que sólo funciona como soporte, o adorno. «Algo parecido sucedió en Santiago con el Monumento al General René Schneider, una de las piezas a mi juicio más significativas –y para Francisco Brugnoli, más notables del arte público de la ciudad. Emplazada al comienzo de avenida Kennedy, esta columna de acero creada por Carlos Ortúzar actualmente sólo destaca por su estética, ya que nadie recuerda por qué fue erigida, ni a qué alude. El proceso al que apelo, en la creación de mis obras, es justamente lo contrario», concluye el escultor.