

Guitarrista de jazz, compositor docto e improvisador avant-garde, su largo vínculo con la poesía lo ha llevado a explorar un territorio siempre insondable. Sus poetas presentes en sus obras: Gonzalo Millán, primero que todos, y luego, Waldo Rojas y Mauricio Redolés, de quienes Diego Aguirre tomó textos para sus dos nuevos álbumes.

FOTO_ ELISA CHAIM
Por_ Antonio Voland
“Vine aquí porque Fred Frith estaba dictando un magíster en la Escuela de Improvisación de la Universidad de Basilea. Eso es muy raro y yo quería estar ahí”, dice Diego Aguirre Zaldívar, un músico que presenta sus proyectos bajo el nombre de DAZ, una sigla y un concepto propio. Estudió composición docta en las universidades de Chile y Católica, y a los 17 años había comenzado a tocar en la Media- Banda. También desarrolló la improvisación pura con el Ensamble Tárabust, de modo que trabajar con Frith fue un paso en su recorrido. Atraído por ese referencial guitarrista e improvisador inglés –con quien acabó tocando en el trío a dos guitarras Life Only–, Aguirre terminó instalado en Europa. Es otro de los músicos chilenos que están marcando un rumbo fuera del país y que han aparecido en estas mismas páginas, en ediciones pasadas: el pianista Carlos Silva (Barcelona), la compositora Juga di Prima (Budapest), la cantante Sabina Odone (Ciudad de México), el chelista Matías Riquelme (Bilbao), el pianista Pablo Vergara (Nueva York) y la guitarrista Ramona Estrella (Melbourne). Diego Aguirre vive en la triple frontera que marcan Suiza, Alemania y Francia. “Duermo en Huningue, hago las compras en Weil am Rhein, y trabajo en Basilea. Estoy a cinco minutos en bicicleta de todo”, relata. Y desde allí envía sus últimos trabajos personales. Son proyectos donde vuelve a introducirse en la poesía chilena como eje central desde donde brota un sonido. Esa poesía, siempre tan compleja de traspasar a prosa y tanto más a música, ha estado presente cada vez en su historia como compositor. Sus dos nuevos álbumes aparecen en simultáneo, en distintos formatos y enfoques, y toman la obra distante, aunque próxima, de Waldo Rojas (1944) y de Mauricio Redolés (1953). En «Delira», Aguirre presenta un ciclo de canciones basadas en textos obtenidos del libro «El estilo de mis matemáticas», de Redolés. Escribe para guitarra acústica, arpa y voz. Allí utiliza registros de soprano y barítono, cantantes líricos formados en la Scuola Cantorium de Basilea, una de las más importantes de música antigua del mundo. Pero en esa dinámica de libertad, aquellas voces trabajadas por momentos contrastan con su propia voz, natural, sin ninguna preparación.
En cambio, en «Seis umbrales emboscados» proyecta una música de mayores tejidos sonoros, con material para septeto de jazz avant-garde. El Ensemble Aguas Vivas se compone de flauta traversa, trompeta, saxo tenor, vibráfono, piano, guitarra, batería y, desde luego, la voz de Aguirre, quien recita, canta y grita los breves poemas del libro «Umbrales emboscados», de Waldo Rojas.
–¿Qué puedes identificar como elemento en común para ambos autores?
“Tanto Waldo Rojas como Redolés son poetas del exilio, poetas que de alguna manera perdieron su lengua. Eso es algo que se transmite muy fuerte en ambas poesías. Rojas era un autor muy prolijo en los años 60 y 70, y luego se fue para adentro al perder su lengua cuando debió emigrar a París. En el caso de Redolés, que vivió en Londres en los años del punk, uno puede advertir también la mezcla de los idiomas, el spanglish. Para ellos fue un exilio físico y político, pero también de su lengua materna”.
–Tus primeros trabajos tienen que ver con el poeta Gonzalo Millán.
“Millán fue pareja de mi madre, la poeta María Inés Zaldívar. Yo alcancé a vivir unos diez años con él hasta que murió en 2006. Poco después de eso, con mi hermano Gonzalo Aguirre comenzamos a estudiar el «Archivo Zonaglo», que él estuvo trabajando durante 20 años. Era parte de su obra más plástica, una poesía visual, y consistía en 15 mil tarjetas con poemas muy breves. Allí apareció el poema «O’connor street blues», que fue una de las primeras composiciones que hice y que cantó Redolés. Ese material está en el disco «Llamín», que publiqué mucho después”.
–¿Cómo se contrapesa la música con poesía?
“Intento buscar esa música que está oculta detrás de un texto, un poema. He tratado de ser el transmisor a través de las músicas que elijo, pero tiene que ser la obra poética la que me muestre esa música y me encamine hacia algo. Si estoy escribiendo para un texto, lo más importante es ese texto, sobre todo si no es mío”.
POESÍA CANTADA, DECLAMADA Y DECLARADA
_Bello barrio. Antes de convertirse en un suceso de popularidad con el poema y el disco «¿Quién mató a Gaete?» (1996), Mauricio Redolés tenía otros propósitos en marcha. Había vuelto hacía muy poco a Chile desde Inglaterra, se instaló en una casa del barrio Yungay y formó el conjunto Son Ellos Mismos. La carátula de su caset de 1987 «Bello barrio» advertía que aquello era un experimento de “poesía y rock”, en un Chile que aún vivía bajo la dictadura. Esas canciones- poemas se exponen en una protesta punk, con blues, rock y vestigios de new wave. Y allí brota el ingenio y el sentido del humor redoliano: “Adivinanza: lengua o labio”.
_Repite conmigo. El poeta Gonzalo Henríquez, hermano menor del músico Álvaro Henríquez (de Los Tres) formó el grupo González y Los Asis-entes junto al staff de técnicos que trabajaban en los conciertos de la banda. De allí el nombre de este proyecto de poesía y rock que alcanzó un importante impacto en 2001 con el poema «¡¿Qué pachó?!», recitado sobre un fondo de música de boite. Es un texto que se acerca, bordea y cita al «Yo la quería», de Electrodomésticos. En ambas historias un hombre alcoholizado termina ejecutando un femicidio. Este año, Gonzalo Henríquez editó el libro «Repite conmigo» (Libros del Pez Espiral), donde reordena en el formato de poemario muchos de esos textos que habían sido pensados para González y Los Asistentes, y publicados en cuatro discos.
_Declaración de principios.
Hace diez años, Federico Eisner, Pablo Fante, Fernando Pérez y Felipe Cussen iniciaron el proyecto de música experimental y poesía conocido como la Orquesta de Poetas. Allí el espacio es elástico para la creatividad, desde lo estrictamente literario hasta lo sonoro, lo ruidista y lo musical. Testimonio de ello es el disco «Declaración de principios» (2014), el primero de una serie de grabaciones donde aparece, por ejemplo, el poeta Martín Gubbins. Algunos integrantes de esta orquesta han sido cogestores del Festival de Poesía y Música PM. En sus programas han participado Raúl Zurita, Cecilia Vicuña, Elvira Hernández y Carlos Cociña.