

Algo más que sirenitas, cerveza y la dinastía reinante más antigua de Europa. También cine del mejor.
Por_ Vera-Meiggs

«La cacería» (2012), de Thomas Vinterberg.
¿Cuarto Oscar para el país de Hans Christian Andersen y Karen Blixen?
De buenas a primeras podría parecer un exceso, pero sería sólo por ignorar la prestigiosa, e irregular, historia cinematográfica de este pequeño reino escandinavo. Se olvida a menudo que la danesa fue gran potencia cinematográfica antes de la Primera Guerra Mundial. Creatividad, buena gestión y respeto por los ingredientes de los géneros dramáticos hicieron del cine danés una presencia permanente en las pantallas europeas. Era la época en que Asta Nielsen (1881-1972) brillaba como una estrella del cine mundial, después de haber sido respetada figura del teatro. Protagonizó en 1920 un andrógino e interesante «Hamlet» (Sven Gade, Heinz Schall). Fama continental alcanzará también Benjamin Christensen (1879-1959), autor de «Häxan» (1921), una historia de la brujería rodada en Suecia y cuya extraordinaria visualidad la sigue manteniendo en el interés de hoy. De hecho, es posible encontrarla en dvd.
Pero es la figura de Carl Theodor Dreyer la que concita los mayores respetos unánimes del cine danés. Influenciado por el sueco Victor Sjöström (1879-1960) y por el norteamericano D.W. Griffith (1875-1948), Dreyer será un riguroso creador que nada concederá a los gustos plateales y que alcanzará algunas de las mayores alturas del cine. Sus últimas tres obras, rodadas en el arco de treinta años, serán la mayor justificación del cine danés después de su estrepitosa caída productiva en los años veinte. Dos décadas después de la muerte del gran maestro, en 1988, un experimentado artesano, Gabriel Axel (1918-2014), obtuvo un éxito mundial con su adaptación del relato de Karen Blixen «La fiesta de Babette», y que le permitiría obtener el primer Oscar para su país. Una feliz coincidencia de buen guion, intérpretes justos y una ambientación perfecta, hacen de la película una gratísima experiencia. Apetitosa también, ya que la cena que la protagonista prepara en una larga secuencia de aromas, ollas y vinos, pasó a ser parte de más de un refinado menú de restorán.

«Cantando en la oscuridad» (2000), de Lars von Trier.
Premios para Dinamarca
El impulso creativo danés se vio confirmado, aparentemente, al año siguiente cuando otra película danesa diera mucho que hablar: «Pelle el conquistador», de Bille August, que por un tiempo concentraría en sí toda la fama del cine danés. La película sería criticada por su academismo y prolijidad, pero no convencería a la crítica posterior. Aún así ganaría la Palma de Oro en Cannes y el segundo Oscar para Dinamarca. En 1992, en un hecho insólito, volvería a ganar en Cannes gracias a «Las mejores intenciones», con guion de Ingmar Bergman, mayor mérito de la película. Después su carrera se despeñaría en algunos desastres, como su adaptación de «La casa de los espíritus» (1993).
Lars von Trier se presentará como la saludable antítesis de todo lo anterior: rebelde, políticamente incorrecto, temperamental y creativo. Pero discutible. Antes de lograr la fama internacional realizó el guion de Dreyer sobre «Medea» para la TV, que no tuvo una gran recepción. Su creación del movimiento Dogma 95, junto a Thomas Vinterberg lo puso a la vanguardia de una cinematografía acostumbrada a convenciones y buenos modales, pero necesitaría triunfos en Cannes para que sus propuestas tuvieran algún eco. «Rompiendo las olas»

«La fiesta de Babette», de Gabriel Axel.
(1996) y especialmente «Cantando en la oscuridad» (2000), que ganaría la Palma de Oro, tuvieron enorme recepción mundial, reverdeciendo los mustios laureles del cine de su país. Pero el resto de su obra tendría recepciones variadas y terminaría siendo considerado persona non grata en Cannes por unas escandalosas declaraciones sobre el nazismo, además de acusaciones de abuso sexual.
La mujer más destacada del grupo Dogma es Susanne Bier, directora de «En un mundo mejor» (2011), desconocida por estos lados, pero que sería el tercer Oscar danés. Vinterberg abandonó rápidamente los rupturismos de Dogma 95, que nunca fueron más allá de ser declaraciones de principios llegados rápidamente a sus finales, y alcanzaría fama con «La celebración» (1998), corrosiva mirada a la corrupción de una familia poderosa, muy aclamada también en Chile. Su talento sería confirmado con «La cacería» (2012) y por «Otra ronda», la actual ganadora del Oscar, ahora llamado eufemísticamente Mejor Película Internacional.
A este punto lo mejor del cine danés pasa por las anchas y transitadas puertas del realismo, pero sazonado de sicología, sentido crítico, humanismo y finos intérpretes. La sombra de Dreyer no cubre a sus posteriores, pero puede ser una influencia todavía presente en sus temas existencialistas, recurrentes en el cine del país de Kierkegaard.

«Gertrud» (1964)
CARL THEODOR DREYER (1889-1968)
Su infancia es un melodrama de época. Su madre era empleada de un terrateniente sueco que la dejó embarazada y la envió a Copenhague donde nacería el bebé, rápidamente entregado en adopción a una pareja de rigurosos luteranos, que si bien le dieron su nombre, recién a los diecisiete años le contaron su origen y lo empujaron a trabajar para devolverles lo que habían gastado en él. Fue contador, periodista y crítico de teatro, pasó a escribir intertítulos para la Nordisk Films y luego guiones. Debutaría como realizador en 1917 con desigual fortuna, pero mostrando un rigor que sería proverbial. Su fama comenzaría en Francia con «La pasión de Juana de Arco» (1928), último e intenso monumento del cine mudo. «Vampyr» (1932) hoy disfruta de una fama que le fue negada complemente en su estreno y ha sido imitada con frecuencia. Sólo once años después podría estrenar su siguiente obra, «Dies irae» un alegato contra la intolerancia que sería estrenada durante la ocupación nazi de Dinamarca. Quizás su obra maestra sea la prodigiosa «Ordet» (1955), con la que ganaría el León de Oro del Festival de Venecia. A ella sólo podría agregar «Gertrud» en 1964, un melancólico y fino retrato femenino sobre el amor. Uno de los mayores cineastas del mundo murió como administrador de una sala de cine en Copenhague.