

Si bien la evolución de esta pandemia puede variar, hasta el cierre de esta edición es Italia el país donde tiene la más alta tasa de mortalidad. Fueron los primeros en el mundo occidental en enfrentar el virus, pero otras razones también explicarían esta tragedia: sus tradiciones familiares, su composición etaria y la belleza de su patrimonio, que atraen hordas de turistas. Hoy, en esta triste hora, rendimos homenaje a esta maravillosa nación que inoculó el goce por la estética al resto del planeta.
Texto y fotos_ Marilú Ortiz de Rozas
Llevan encerrados mucho tiempo. Si bien al comienzo a muchos les costó adoptar la medida, hoy están confinados. Lo han soportado con abnegación, con valor y con arte. Han elevado el espíritu, a fuerza de música que han compartido en videos, y han ayudado a elevar el espíritu del resto del mundo, que sigue su ejemplo. Ayer domingo, tras el tañido de las campanas de las iglesias romanas, en una Piazza Navona desierta, resonó la melancólica melodía compuesta por Ennio Morricone para «Era una vez en América» (dirigida por Sergio Leone, en 1984). Fue una versión en guitarra eléctrica de un jovencísimo músico llamado Jacopo Mastrangelo, vestido con la camiseta de la selección italiana de fútbol y tocando desde su balcón. Escenas similares se repiten por todo el país, integrando diversas generaciones, manifestaciones y tendencias artísticas y musicales.

Piazza Navona, Roma.
Toda Italia ha cantado en sus balcones. Ha aplaudido a su personal médico, que incluso ha reincorporado en sus filas a los que ya estaban jubilados. Ha perdido ya a varios de ellos, y a muchísima de su gente, a demasiada, en particular a sus viejos. Nonos y Nonas son parte sustancial del alma italiana, y hoy no queda sino rendirles un profundo y sentido homenaje. A diferencia de otras naciones europeas –y del resto de buena parte del mundo también–, la familia sigue siendo muy importante en Italia, y esto les ha jugado en contra al momento de enfrentar un virus que ha interceptado las costumbres cotidianas.
“Las familias se reúnen muy frecuentemente en Italia, las tradiciones son fundamentales y los viejos no viven aparte, solos o aislados, sino que comparten la casa con hijos y nietos, o se visitan muy regularmente”, señala el italiano, oriundo del Véneto, Romolo Trebbi del Trevigiano, que llegó a Chile a los 25 años, en 1954, y hoy (el día que lo entrevistamos) está cumpliendo 92 años.

Florencia.
De igual forma, en Italia las pequeñas y medianas empresas responden al concepto de su modo de vida y también en su inmensa mayoría son familiares, por lo que esta crisis mella afectos y economías a la vez. “Entrar a una Trattoria di Cucina Romana es tener claro que la Nona en la cocina tiene las mejores recetas, que su hija en la caja es garantía de seguridad, y que sus nietos están analizando la mejor manera de llevar a futuro esta querida empresa que probablemente fuera fundada por sus bisabuelos o tatarabuelos. También viven juntos o muy cerca, y todo joven italiano saluda con un beso a sus padres o nonos lo más seguido que puede”, cuenta el Embajador de Chile en Italia, Sergio Romero.
El Embajador agrega que un bonito gesto que tuvo funestas consecuencias en el marco de esta pandemia, es que justo antes de que se decretara la cuarentena, la noticia se filtró y todos corrieron a despedirse de sus familiares, “porque corrían peligro”.

Vernazza, Parque Cinque Terre. Liguria.
Nonos y guerra
Si el instinto gregario familiar facilitó la expansión de los contagios, en particular entre jóvenes y viejos, hay que considerar también que en Italia hay muchos adultos mayores. Según el Instituto Nacional de Estadísticas de Italia, el país cuenta con una población de casi 14 millones de personas (de un total de 62 millones) por encima de los 65 años, lo que representa un 22% de la población.
Ahora, si esta población hoy soporta bien el confinamiento –se les criticó que al comienzo fueron poco disciplinados y precavidos, pero nadie podía prever entonces lo que sucedería, si sólo existía el caso chino, y parecía tan lejano– es por una razón que tiene que ver con su historia. “Somos de una generación que conoció la guerra. Muchos de nuestros padres fueron a combatir y nosotros, con mi madre, estuvimos encerrados mucho tiempo. Todos mis amigos en Italia, con los cuales estoy en permanente contacto y yo, sentimos que la situación actual se parece, pues no podemos salir. Pero el de ahora es un encierro dorado, con comida, internet, entretención, comodidades y con un solo enemigo común que es el virus. Lo que vivimos durante la guerra fue mil veces peor, de hecho, para protegernos de las bombas, lo más seguro era esconderse bajo las ruinas romanas. Por eso, hoy acatamos la medida de confinamiento, con responsabilidad”, expresa Romolo Trebbi, quien precisa que a los jóvenes les cuesta más aceptar el encierro.
La guerra es un fantasma que aún está presente en todo momento, como señala la periodista chilena Gloria Mulet, radicada en Génova desde hace veinte años, porque la situación se repite. “La gente se ha despedido de sus enfermos, hoy, en la puerta de sus casas, sabiendo que puede que no los vuelvan a ver, igual que cuando partían al frente”.
Para Gabriele Morelli, académico de la Universidad de Bérgamo (autor de unos cuarenta libros sobre diversos autores, entre ellos Neruda y Huidobro), los italianos están un poco acostumbrados a las grandes calamidades. “En la última guerra, nuestras principales ciudades fueron bombardeadas y perdimos muchas obras de arte. «La Última Cena», de Leonardo da Vinci, se salvó por un milagro, pues la bomba cayó a pocos metros del sitio donde actualmente está. Esta pandemia va a crear muchos problemas, sobre todo de carácter económico, pero nosotros los italianos hemos dado siempre lo mejor tras nuestras desgracias. Spes ultima dea, la esperanza es lo último que muere”, exclama.

Venecia, góndolas.
La belleza
Ciertamente, sabemos que el virus no nació en la península, pero llegó con los turistas que se agolpan en las estrechas calles de ciudades como Venecia o Florencia, a veces saturándolas por completo, provocando prolongadas situaciones de hacinamiento. Son muchos los venecianos, como Pier Luigi Olivi, que llevan años denunciando que su ciudad está muriendo a causa del turismo, aunque no pensó que esto cobraría un sentido literal. “En Venecia, hace tiempo cerraron los negocios típicos que existían desde siglos, para dar paso a tiendas que sólo venden souvenirs chinos. Venecia depende exclusivamente del turismo y hoy está todo cerrado, parece una ciudad fantasma. Le costará mucho levantarse después, por eso mismo”, manifiesta. Pier Luigi Olivi enfatiza que no quieren que la gente deje de ir a Venecia. “Lo que hay que hacer es regular el turismo, volverlo a una escala humana, porque hay momentos en que en Venecia no se puede siquiera caminar por las calles y eso es insoportable”, manifiesta Olivi. Este poeta y ex empresario hotelero jubilado acaba de publicar «Venecia, Venecia», un tributo a la ciudad de los canales, donde dice:
“Venecia Venecia / Que ignoras a los poetas / Y a los mercaderes
ensalzas /
Bajo los rostros rapaces/ Obsceno relumbra / El blanco despojo /
La pirámide de las palabras / Se desvanece / En la exposición
permanente de iglesias y palacios /
¡Oh Venecia Venecia! / Ciudad de la diáspora / Escenario de la
memoria / Sepulcro de los extraños”.

Santa Margarita de Liguria.
En efecto, Venecia es una ciudad que históricamente abrió sus anchas puertas a los comerciantes, y ese espíritu se ha mantenido hasta nuestros días, reclama el poeta, que añora los tiempos pasados. Veneciano por varias generaciones, él publicó este canto a su ciudad en veinticinco idiomas, impreso sobre fotografías de esculturas hechas por el artista Luigi Gardenal a partir de desechos encontrados en los canales de Venecia, configurando un libro que han regalado a Presidentes y Papas. El lanzamiento oficial del mismo se pospuso para cuando termine la pandemia.
Lo único positivo de este aislamiento, al menos para Venecia, es que se han limpiado las aguas de los canales, y fauna y flora nativa ha vuelto a brotar en sitios donde la urbe parecía tener todo bajo su control y dominio.
¿Y por qué las ciudades italianas son tan bellas?, cabe preguntarse. “Porque forman parte de la herencia profunda de los italianos, ‘patrimonio’ viene de pater, el padre; entonces es lo que nos legan nuestros antepasados, por eso lo cuidan tanto, a diferencia de lo que ocurre en Chile”, explica Romolo Trebbi, docente, historiador y crítico de arte de destacada trayectoria.
Antiguamente, Italia estaba dividida en numerosos principados, ducados y condados independientes, que competían entre sí para que su ciudad o pueblo fuera el más bello. “Así es cómo se desarrolló un gusto por
la estética en la Arquitectura y en las Bellas Artes, así es cómo en pueblos muy pequeños encontramos plazas magníficas, palacios ducales espectaculares y refinadas iglesias que parecen catedrales. Y esto se transmite, de generación en generación, en la sangre”, recalca Trebbi.

Venecia, 2012.
A lo que Pier Luigi Olivi agrega que Venecia, cuando se abrió al comercio marítimo, se enriqueció muchísimo, y hubo familias que por sí solas tenían más dinero que algunos estados italianos. “Entonces encargaban a los grandes arquitectos del Cinquecento, como Andrea Palladio, o Jacopo Sansovino, suntuosos palacios e iglesias en Venecia y villas en las afueras, las que llenaron de frescos y obras de arte maravillosas. Constituían también una demostración de poder”, reafirma Olivi.
Por su parte, Gabriele Morelli, afirma que Italia tiene el 80 por ciento de las obras de arte en el mundo, y que tanta belleza se explica porque “en Italia estuvo Roma, con sus clásicos, sus ciudades, como Pompeya, Ercolano, o la Magna Grecia del sur de Italia con sus templos, que han conservado para nosotros. Em Roma, caput mundi, Roma es la capital del mundo”, resume Morelli.
No hay que olvidar que efectivamente aquí estuvo la cuna del Imperio Romano. “Y sus vestigios no se han destruido porque los movimientos sísmicos acá en realidad son leves. Posteriormente, tras la Segunda Guerra Mundial, el país estaba tan arruinado que se reinventaron a partir de la belleza, que trasladaron al diseño, y a la moda, logrando crear una industria nueva, que influyó en el mundo entero y que fue muy importante para la economía italiana”, destaca Gloria Mulet.
Finalmente, para cerrar este homenaje, el poeta Raúl Zurita, hijo de la italiana Ana Canessa, y cuya Nona lo crió leyéndole «La Divina Comedia», aporta un poema para la bella y sufrida nación en este desgarrador momento de su historia:
“Amada Italia
Saldrás de ésta como ya has salido de tantas
Saldrás llorando, cargando tus muertos
Y tus muertas
Cargando todo tu amor en la espalda
Y allí estaremos contigo todos los que te aman
Y serán miles y millones ayudándote a llorar
Y ayudándote a cantar,
Puros y dispuestos a ver de nuevo las estrellas”.