

Más de cinco décadas de experimentación con su propia identidad aparecen en esta muestra en la Fundación Louis Vuitton. Un recorrido donde el disfraz y la personificación son las herramientas de una mujer que desde la imagen reclama su sitio.
Por_ Alfredo López*

Cindy Sherman, Untitled #92, 1981
Como si fuera un enorme origami, con dobleces y cientos de imágenes, la vida creativa de Cindy Sherman (1954) también parece desplegarse como una eterna secuencia de retratos. Un día la vemos como una circunspecta maestra con anteojos, luego llega envuelta en joyas como una mujer rica y distante para luego transformarse en el cadáver de una joven asesinada en un pantano. La artista ha hecho de su propia identidad un milagro creativo, uno que hoy la convierte en un ícono a la hora de establecer cuáles son las grandes figuras del arte contemporáneo.
Esta vez son 170 fotografías, registradas entre 1975 y 2020, donde Sherman invita a un explosivo recorrido por todas las mujeres interpretadas por ella misma, una magistral secuencia en que la mirada se posa en una colección de roles atribui- dos a un género que no detiene su multiplicidad. Una muestra inédita que abre la temporada post desconfinamiento de la Fundación Louis Vuitton en París y que puede visitarse hasta el 3 de enero de 2021.
Aunque Sherman en su infancia nunca estuvo rodeada de arte, sus padres la apoyaron para que se dedicara a lo que ella creía que era su pasión absoluta: la pintura. Recién cuando se matriculó en la Universidad de Buffalo se dio cuenta de que no podía desarrollar sus ideas sin la ayuda de una cámara fotográfica. Fue una atracción inmediata y comenzó a experimentar con su propia imagen, a crear retratos caracterizada de distintos personajes, como figuras históricas, estereotipos del cine o reinterpretaciones de obras maestras de la historia del arte.
Nunca más se detuvo en esta travesía que ahora se puede visitar en la muestra «Une rétrospective (de 1975 à 2020)», un montaje que tiene otras sorpresas, como la personal selección que hizo la artista de obras que pertenecen al depósito de la Fundación Louis Vuitton y que, según su propia mirada, dialogan o hacen eco de su propia producción.
Un ejercicio que finalmente logró que piezas de Marina Abramović, Damien Hirst, Andy Warhol o Wolfgang Tillmans también acompañen la exhibición como si fueran parte de un enorme entramado de retroalimentación y de referencias.

Cindy Sherman, Untitled #93, 1981
Sin trampa
“Su modus operandi contribuye a esa complejidad. Su lejana lucidez ligada a su maestría total despierta emoción en imágenes donde todo se retoca con efectos especiales siempre aparentes, mediante exceso de maquillaje, prótesis expuestas o pelucas. Una vez más, en esa práctica de juego de roles se trata de mentir en la ver- dad. Cindy Sherman, en ese aspecto, nunca hace trampa”, explica Suzanne Pagé, directora de la Fundación Louis Vuitton.
La ironía del uso de la figura femenina en los medios de comunicación y en la publicidad también ha sido una constante de su trabajo, una manera de dejar rastros de un manejo hipersexualizado al que se someten los estereotipos como sujetos de deseo y de consumo.
“No soy una persona articulada, ni siquiera doy conferencias, no podría deba- tir con nadie, pero siempre he tenido posturas personales sólidas”, contesta Sherman cuando le preguntan sobre su discurso, la mayoría de las veces reaccionario. “Tal vez no podría ser una portavoz de mis ideas, pero puedo dejar que hable mi trabajo. Para mí, lo más importante es que una obra siempre sea ambigua, que se preste a la interpreta- ción, porque en definitiva no soy una artista de mensajes”, dijo hace un par de años con motivo de su exposición en la National Portrait Gallery de Londres.
Ahora, cuando sus obras marcan récords en las subastas, cuando los museos del mundo multiplican sus esfuerzos para tenerla en sus programaciones, Sherman sabe que se trata de un camino que no ha sido fácil. Por ejemplo, tuvo que esperar décadas para que el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) la incluye- ra en su calendario de muestras colectivas. “Nunca me olvido que la gente me decía que le encantaba mi trabajo, pero que nadie coleccionaba fotografía”.
Aunque lo más duro fue defenderse de quienes la acusaban de extremada- mente feminista, sobre todo cuando exhibía sus fotografías en formato horizontal, “como las páginas centrales de las revistas masculinas con mujeres semidesnudas. Mi intención era que el hombre se sorprendiera con una imagen de una mujer que podría ser una víctima y que te hiciera sentir como un violador. Cuando hago esas fotos no pienso en las mujeres como víctimas, sino en cómo potenciar la vergüenza de quienes no tienen la conciencia limpia”, concluye como si su trabajo fuera un permanente ajuste de cuentas.

Cindy Sherman, Untitled #400, 2000
Desaparecer detrás del click
Aunque Cindy Sherman desarrolla desde los años 70 el concepto del autorretrato como campo de estudio, paulatinamente ha ido aban- donando ese protagonismo mediante el uso acentuado de maquillajes, accesorios, vestuario y disfraces. De alguna forma, su misión es dejar de ser ella misma para ir en busca de otros íconos. Es la personifica- ción entendida como una huida para representar aquello que rompe una delgada línea de separación entre realidad y ficción.
Sus primeras series hicieron referencia al cine, como «Untitled Film Stills», entre 1977 y 1980, donde encarnaba a diferentes arque- tipos de actrices, desde una bomba sexy a una diva romántica. Luego siguieron imágenes inspiradas en la moda y en las portadas de revistas, en los cuentos de hadas, en la historia de la pintura antigua y en el circo. A partir del 2000, da un vuelco hacia su propia imaginación y se reinventa frente a la cámara asumiendo roles más complejos. Median- te el enfrentamiento de lo femenino y lo masculino, amplía su terre- no crítico y radicaliza la intensidad de su repertorio para ir en busca de registros conmovedores, glamorosos, cómicos, nítidos, burlescos y también terroríficos.
En su método de trabajo no es sólo una fotógrafa. A estas altu- ras ya es una eximia modelo, maquilladora, peluquera y productora de vestuario, entre otros roles asociados al alto nivel de producción de su obra.

Vista de la exposición de Cindy Sherman «Une-rétrospective (de 1975 à 2020)» en la Fundación Louis Vuitton en París.