

Hasta junio de 2022 se podrá visitar la instalación «Kuboa» del artista cinético que nació en Argentina y que muy joven se estableció en París. Esta vez son más de 2.660 piezas de acero inoxidable que se suspenden desafiando toda gravedad en Tabakalera, el centro cultural que comanda las artes visuales en la ciudad vasca de San Sebastián.
Por_ Alfredo López J.
Fotos_ Tabakalera y Atelier Le Parc
En septiembre cumple 92 años y para celebrarlo hizo por adelantado un video de sus rutinas en medio de la pandemia. A toda velocidad ahí se puede ver a través de youtube cómo se levanta temprano en su casa-taller en Cachan, a dos kilómetros al sur de París. Prepara su propio café al desayuno, hace ejercicios y metódicamente se interna por largas horas en su taller repleto de artefactos lumínicos, dibujos y cables que él ordena con destreza. Esa fuerza le viene desde niño, de sus precoces años en su Mendoza natal, cuando su padre trabajaba en la estación de trenes. Esa ciudad después lo nombró ciudadano y “padrino” ilustre, algo que a él le parece todo un honor. Pero también la confirmación de estar hablando de un paisaje lejano en la memoria. “No sé si extraño. Aquello que alguna vez añoré ya no existe más. Los amigos han cambiado. Los lugares han desaparecido”, reflexiona en medio de la locura que envuelve su último proyecto en San Sebastián, España.
Es en el Centro de Cultura Contemporánea Tabakalera, emplazado en una antigua fábrica de cigarrillos, donde Julio Le Parc levantó una enorme estructura como si fuera un móvil de espejos en medio de la plaza de acceso. Una obra que, bajo el nombre «Kuboa», o cubo en vasco, es una instalación que ocupa la planta 0 del vetusto edificio en una apuesta por llegar a nuevos públicos cautivados por la luminosidad de la obra. Pensada para ser inaugurada en julio de este año, será en septiembre próximo cuando sea oficialmente presentada con la asistencia del artista como figura cumbre. Siempre y cuando las medidas 8 de salud pública lo permitan.
Como un secreto
«Kuboa» es una obra de 10 metros de perímetro y con una tonelada de peso. Está compuesta por 2.660 piezas de acero inoxidable pulido, y creada in situ como una estrategia de intervención en la zona de mayor “carisma” del edificio. Clara Montero, directora cultural de Tabakalera, explica que este lugar tiene mucho tránsito de personas. “Entonces, nos parecía importante intervenir en él desde el arte para transformarlo en un espacio singular y enviar el mensaje a todas las personas que entran en esta plaza pública. Estimamos que Julio Le Parc sería uno de los pocos artistas capaces de dar respuesta al reto. Aúna dos cualidades que nos parecen fundamentales: un posicionamiento y una coherencia conceptual indiscutibles y, al mismo tiempo, ha puesto siempre a las personas en el centro a través de obras de un marcado carácter lúdico y sensorial”.
Cuando «Kuboa» se instaló en marzo pudo ser vista por muy pocas personas. A las dos horas de ser montada, las autoridades del País Vasco pidieron el cierre de Tabakalera como prevención ante la pandemia del Covid-19. “Por lo mismo, se ha convertido en un secreto escondido durante meses. Ahora lentamente la gente está llegando y vemos cómo van descubriendo y fotografiando una pieza que cambia continuamente según la luz y las corrientes de aire. Algo que está siempre incidiendo en el movimiento, las sombras y los reflejos”, prosigue Clara Montero.
Artista revolucionario e innovador, Le Parc aparece como una de las figuras más gravitantes del arte Cinético y Óptico. Es uno de los grandes artistas geométricos y cinéticos de los años 60, además de ser uno de los fundadores del Groupe de Recherche d’art Visuel (GRAV), un movimiento que pretendía introducir un principio de incertidumbre e inestabilidad en la creación.
Desde ese momento el artista jamás detuvo su trabajo en torno a instalaciones en que la luz, el movimiento y la participación del público son elementos fundamentales para darle orden y sentido a sus obras. Una suerte de engranaje esencial para entender un lenguaje en constante oscilación física.
No es la primera vez que muestra su obra en Tabakalera. En 2018 fue parte de la exposición «No es neutral», de la Daros Latinamerica Collection, con base en Zúrich. Un momento significativo para que este móvil finalmente viera la luz en una de las ciudades más turísticas de España.
“Cuando niño todas las materias de la primaria me aburrían. En cambio, lo que mejor me salía era el dibujo”, recuerda Julio Le Parc.
Paraísos inmersivos
La figura de Julio Le Parc apareció con fuerza luego de que en 1966 recibiera el Gran Premio Internacional de Pintura en la 33ª Bienal de Venecia. Una plataforma única de visibilidad que además coincidió con la fuerte postura del artista en defensa de los derechos humanos, sobre todo frente a las dictaduras por las que atravesaba América Latina. Desde lo técnico, la mayor parte del tiempo su trabajo se ha regido por rigurosos principios organizativos de sus pinturas, ya sea explorando el uso de catorce escalas de colores, o blanco, gris y negro en infinitas combinaciones. Su estrategia es ampliar la mirada a nuevos paraísos ópticos mediante relieves vibrantes e instalaciones inmersivas.
Los estudios que ha realizado acerca de la inestabilidad perceptiva mediante procesos de luz y movimiento lo convierten en un pionero del Arte Cinético y del Op Art. Su preocupación permanente es derribar la mirada pasiva y dependiente del espectador para llevarlo a un nuevo camino, aquel de una experiencia única, dinámica y estimulante.
Admite que esa mirada inquieta, con arrebatos y destellos, es algo profundo de su personalidad: “Todas las materias de la primaria me aburrían. En cambio, lo que mejor me salía era el dibujo y había una clase en la que siempre me pedían que dibujara algo en el pizarrón, como un prócer, un prócer de la patria argentina, claro. Así que yo dibujaba a San Martín… Entonces una maestra le dijo a mi mamá que me tenía que orientar hacia el dibujo. Así que fue esto lo que me puso en el camino. No fue, al menos en ese momento, una opción mía”, relata con humildad cuando le preguntan sobre las bases de su genio creativo.
Nació en Palmira, una pequeña aldea en las afueras de Mendoza. Una suerte de Macondo que él recuerda como una sola calle de asfalto y el resto sólo tierra. “Luego nos fuimos a Buenos Aires y un día salimos con mi mamá a buscar un trabajo de aprendiz para que yo pudiera ganar un poquito de plata. Vivíamos a una cuadra de la Academia de Bellas Artes y al pasar delante de ella mi mamá se acordó de lo que le habían dicho, y entramos inmediatamente. Se informó y me inscribió”. Luego Le Parc ganó una beca del Gobierno francés e inició una cruzada en la que fundió arte y tecnología, combinaciones enérgicas de colores y una intuición única a la hora de presentar obras integradores, vitales e hipnotizantes al mismo tiempo.
Valiente, confiesa que no le teme a los grandes desafíos. Como haber hecho prácticamente a contrarreloj el móvil más grande que jamás se haya visto en España. Una tarea ardua que tuvo el apoyo de su hijo Yamil, siempre muy cercano a los proyectos de su padre y quien además lo ha acompañado en obras como la fabulosa esfera azul en el Centro Cultural Kirchner, la del hall del Faena Art Center o en la torre Corporativa del Banco Galicia. Otros de sus móviles más grandes son los del Centre Pompidou-Metz y el que presentó en el Malba en el 2014. Aún en los
planos está el proyecto para el aeropuerto de Ezeiza, que promete ser una de sus instalaciones de mayor envergadura.
El hipnotismo cinético es su manera de intervenir la realidad, una trama que logra mediante trucos expresivos de luz que se proyectan por todas partes. En el caso de «Kuboa», Le Parc tuvo en cuenta los 37 mil metros cuadrados de Tabakalera con entradas de luz que provienen de cinco plantas: «Según el ángulo de la persona que mira desde abajo, se pueden ver distintos reflejos de luz en las piezas del móvil. Además, el reflejo en movimiento (provocado por sol que entra en forma vertical y pega en las piezas del mismo) se multiplica en el suelo», señala Le Parc mientras revisa cada uno de los planos una y otra vez con precisión milimétrica.

A las dos horas de ser montada la instalación de Le Parc, las autoridades del País Vasco pidieron el cierre de Tabakalera como prevención ante la pandemia del Covid-19. Por lo mismo, «Kuboa» se ha convertido en un secreto escondido durante meses.