

La prodigiosa arquitectura de Antoni Gaudí, punto de referencia del Modernismo, deslumbra a lo largo y ancho de Barcelona.
Por María Teresa Herreros, desde Barcelona
Imágenes © Casa Batlló, fotógrafos Pere Vivas y Ricardo Pla
Los turistas que llegan por primera vez a Barcelona, preparados tal vez sólo para visitar la emblemática Catedral de la Sagrada Familia, se sorprenden ante el encuentro con numerosas otras obras de Antoni Gaudí (1852-1926), el famoso arquitecto catalán. Su creatividad sin límites atrapa la atención de millares de visitantes, provoca admiración o escepticismo, pero siempre la necesidad de conocer otra y otra más de sus radiantes y lúdicas obras.
Entre ellas, es imprescindible visitar con calma y tiempo la Casa Batlló, ubicada en el N° 43 del elegante Passeig de Gràcia, en la que Gaudí pudo desarrollar sin límites su talento. Contando con los mejores artesanos de la época (principios del siglo XX) y los más diversos materiales de la zona, acometió la tarea de remodelar esta casa, por encargo del industrial textil Josep Batlló i Casanovas.
El resultado fue este lugar mágico, pleno de resplandor y de color. Una verdadera cascada de luz, admirable si se tiene en cuenta que en los tiempos de su construcción, Barcelona no contaba con luz eléctrica.Luminosidad lograda en forma natural gracias a las numerosas y diferentes ventanas, amplias en los pisos inferiores y más pequeñas en los espacios superiores por donde el sol penetra con mayor intensidad. Sus destellos iluminan y rebotan en cada recodo, en los infinitos tonos de azul de sus azulejos, en las curvas sinuosas características de la arquitectura de Gaudí.
Maravillosa luminosidad
La visita se inicia en el espléndido vestíbulo con sus grandes ventanales, decorados con círculos de vidrios de colores, emplomados, en claras reminiscencias de grutas submarinas, con paredes tapizadas como escamas de pez. Con amplios ventanales que permiten una vista panorámica hacia el Passeig de Gràcia a través de los cuales penetra la luz que recorre sus techos ondulados aludiendo al poder del mar.
Desde allí parte una escalera de caracol que, adornada con piezas de madera oscura, se interna misteriosa hacia las alturas. El recorrido avanza a través de los seis pisos para encontrarse a cada paso con rincones sorprendentes, como el Desván, de diseño totalmente distinto pero congruente con la idea de cuerpo de animal. Es un corredor diseñado con sesenta albos arcos estilo catenario como branquias de ballena con quizás las únicas líneas rectas del edificio, recubiertas de yeso blanco, liso, refulgente, dando la impresión de estar en el vientre de uno de estos cetáceos. Hay vida por doquier. Originalmente, este espacio estaba destinado a área de servicio, lavandería, bodegas.
En los patios interiores de cada piso, los muros se revisten con piezas de cerámica vidriada –algunas lisas y otras en volumen– en diferentes tonalidades de azul, donde las más oscuras se sitúan en los pisos superiores y las de color claro en los pisos inferiores. Mediante esta disposición cromática de los azulejos y gracias a la ubicación de ventanales de diferente tamaño, se logra la luminosidad necesaria.
La mayoría de las formas arquitectónicas de la Casa Batlló se inspiraron en el mundo marino. Esto se aprecia particularmente en los vidrios catedral que adornan parte de cada piso. Mirando a través se tiene la sensación de estar bajo el mar, buceando, buscando tesoros entre sus aguas cristalinas….
De entre las quince obras de Gaudí en Barcelona, se consideran las principales:
La Casa Vicens (1883-1888)
La Catedral de la Sagrada
Familia (1883-1926)
El Palacio Güell (1886-1889)
El Parque Güell (1900-1914)
La Casa Batlló (1904-1906)
La Casa Milá (1906-1910)
El destino final es la Azotea, la coronación de la Casa, donde la imaginación de Gaudí llega a su máxima expresión. Ahí el techo –supuestamente diseñado para cubrir los depósitos de agua– toma la forma del lomo multicolor de un animal cubierto por grandes escamas de mampostería iridiscentes, en colores que cambian mientras se recorre la cubierta de un extremo a otro, yaciendo junto a una pequeña torre con la típica cruz gaudiana de cuatro brazos, o quizás sea la espada de San Jorge, patrono de Catalunya, que derrotó al dragón.
En el conjunto de soporte del techo se yergue una serie de chimeneas –otro elemento característico de la arquitectura de Gaudí– de aire ingenuo y alegre en la forma y materiales con que fueron concebidas. Son un total de 27, dispuestas en cuatro grupos, de 6.10 metros de altura, de formas helicoidales y rematadas por casquillos cónicos. Están revestidas con vidrio transparente en la parte central, de cerámica en la superior y rematadas por bolas de cristal también transparente llenas de arena de diferentes colores.
Una obra de arte por sí sola es su notable fachada, poética y decorativa, ondulada, revestida de fragmentos de vidrio y cerámica de distintas tonalidades con aspecto iridiscente. Dirigida por el propio Gaudí, quien, sin plano alguno, desde la calle y a voces, indicaba a los operarios la distribución de cada pieza, de cada color. A ello se suma el llamativo diseño de los balcones de hierro que semejan grandes bocas abiertas o sofisticados antifaces.
Tal vez las palabras de Salvador Dalí sean las que mejor la describan: “Gaudí ha construido una casa según las formas del mar, representando las olas de un día de tempestad. Verdadera escultura de los reflejos de las nubes crepusculares en el agua, de las que emergen las formas del agua extendida, formas de agua estancada, formas de agua espejeante, y formas de agua rizadas por el viento”.
Antoni Plácid Gaudí i Cornet
(25 de junio de 1885 -10 de junio de1926).
Máximo representante del Modernismo en arquitectura y uno de los principales pioneros de las vanguardias artísticas del siglo XX. Su obra se cuenta entre las más admiradas de la arquitectura de todos los tiempos. Hijo de un forjador en hierro en cuyo taller trabajó como aprendiz, estudió en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona. En sus primeros tiempos, nunca presenciaba el desarrollo de sus proyectos, hábito que posteriormente cambió, llegando a vivir como un obrero más en los lugares en que sus obras se erigían. Su trayectoria se consolidó a fines del siglo XIX, cuando estableció un fuerte vínculo con el que sería su principal mecenas durante el resto de su carrera: el empresario textil Eusebio Güell. Gaudí también realizó sorprendentes diseños tanto en puertas, rejas y balcones como en mobiliario, y su herencia fue recogida por genios como Dalí y Le Corbusier. Una noche de verano, en 1926, de vuelta del trabajo y pobremente vestido, fue atropellado por un tranvía, quedando inconsciente. Se dice que por su aspecto descuidado y su falta de documentos de identificación no fue atendido de inmediato. Un guardia civil lo envió en un taxi al Hospital de la Santa Cruz, donde murió pocos días después. Sus restos yacen en la cripta de la Sagrada Familia.