

Una sección de humor gráfico fue la excusa para hablar de contingencia socio-política en una época compleja,
y pretexto para que el poeta y periodista Jorge Montealegre se hiciera también guionista. «Sentido del Rumor: Monitos y Monadas en Dictadura» es el libro donde el autor rescata esa historia de chistes puntudos camuflados, juegos de palabras y matices autobiográficos.
Por_Rafael Valle M.
Jorge Montealegre (Santiago, 1954) comenzó a escribir poesía siendo un casi adolescente preso político, en los meses posteriores al Golpe. Esa incursión se extendería a la prosa y a la crónica periodística durante el exilio en Italia y Francia, donde creó la revista «Barco de Papel», que se trajo a Chile a fines de los 70. “En esa revista, que era de poesía, fui incluyendo de a poco humor gráfico, con cosas que recortaba, que no eran propias”, recuerda. “Luego hicimos «La Castaña», y para ella el dibujante Luis Albornoz creó una sección de una página completa de gente que tenía muchos ‘globitos’ que debía llenar, así que traté de inventar frases graciosas, juegos de palabras”.
Montealegre incursionaba ahora tímidamente como guionista, una faceta que pronto empezaría a desarrollar de manera más permanente y de modo imprevisto en el suplemento «Buen Domingo», que por entonces publicaba el diario «La Tercera»: “Querían replantear ahí el tema del humor, y el periodista Hernán Miranda le contó a la editora lo que estábamos haciendo. A ella le gustó la idea y nos preguntó si éramos capaces de abordarlo semanalmente, lo que al principio fue una angustia, porque no era fácil. Al final duró ocho años en los que me profesionalicé como guionista de humor gráfico”, cuenta el autor.

«Sentido del Rumor» partió en 1983 en el suplemento «Buen Domingo» del diario «La Tercera».
«Sentido del Rumor: Monitos y Monadas en Dictadura» es el libro que recuerda y recopila momentos de esa aventura ilustrada –la sección «Sentido del Rumor»– que partió en 1983 con Albornoz y se consolidó con el dibujante Eduardo de la Barra y que cada fin de semana se las arreglaba para abordar la contingencia de esa época de recesión, represión y protestas de manera camuflada, con puñados de ‘monitos’ dialogando, declamando, moviéndose en distintos espacios públicos.
–¿Cómo lo hicieron?
“Se conjugaron varias cosas. El suplemento era como una isla en «La Tercera» y entiendo que la editora era parte de la familia dueña del diario, así que no la molestaban mucho. Lo otro es que siempre hacíamos un tumulto, una muchedumbre en el Paseo Ahumada, en el circo o en otros lugares, entonces mezclábamos el ‘humor blanco’ con alguna alusión a la situación económica, la cesantía. Les tirábamos chistes a los ‘Chicago Boys’, refiriéndonos a los ‘Mártires de Chicago’, por ejemplo. Había mucho doble sentido poético, muchas frases se podían entender en dos sentidos, como ‘defenderse de un interrogatorio’. Por eso hablábamos del ‘rumor’, del ‘dicen’ y contábamos con un lector cómplice, como diciendo ‘el que entiende, entiende’ ”.
–Pero imagino que hubo algún episodio complicado…
“Un episodio concreto de censura no recuerdo, pero es retrospectivamente sospechoso que antes del Plebiscito del 88 nos pidieran cambiar todo por una sola viñeta, en vez de ese dibujo donde quizás habríamos puesto muchas situaciones en que había que decir que ‘No’. Hasta le cambiamos el nombre a la sección, que se llamó «Así somos», creo”.
Autoinvestigado
Montealegre ha escrito textos de poesía, ensayos, memorias de su tiempo de preso en dictadura y también varios valiosos libros de investigación sobre ilustración y cómic en Chile, como «Von Pilsener, primer personaje de la historieta chilena» (1993, en coautoría con Héctor Morales), «Coré, el tesoro que creíamos perdido» (2012) y una «Historia del Humor Gráfico en Chile» (2008). «Sentido del Rumor: Monitos y Monadas en Dictadura» es otra visita a la tradición gráfica chilena, pero esta vez con matices autobiográficos.
–¿Qué criterio seguiste para elegir las páginas recopiladas en el libro?
“Primero, tener los dibujos originales para que la reproducción fuera lo mejor posible. Por otro lado, que fueran piezas gráficas que pudieran leerse también hoy, que la contingencia (de entonces) no fuera una traba para una lectura actual, y que hubiese situaciones como efemérides, tipo el 12 de octubre, el Año Nuevo o la Navidad. Y también quise poner ‘tallas internas’, donde salen amigos dibujantes o mi familia, o yo en la Feria del Libro de Santiago promoviendo uno de mis trabajos”.
El libro es también un saludo al fallecido colega y amigo Eduardo de la Barra, con el que Montealegre colaboraría más tarde en la resurrección de la revista «Topaze», realizada también por «La Tercera» a principios de los 90.
“Partimos con Luis Albornoz y al poco tiempo –porque se necesitaba más rapidez– se integró Eduardo, que volvió así a su profesión y se le abrieron las puertas de «La Cuarta», de «Topaze» y participó también en (revistas políticas como) «Cauce» y «Hoy». Eduardo mejoraba cualquier guión, y antes había estado en (revistas de humor gráfico) como «La Chiva» y «La Firme» y había colaborado en «Mampato» después del Golpe, en la época de Isabel Allende como editora. Trabajamos harto tiempo juntos y llegamos a querernos calladamente. Eduardo en apariencia era tímido, silencioso, pero por dentro era graciosísimo y muy generoso”.
La incursión en el humor gráfico le permitió a Montealegre conocer y hacer amistad con varios otros próceres de la historieta local, y hasta ser esporádico guionista de «Condorito»: “Fue un trabajo breve, porque el personaje se estaba convirtiendo entonces en parte de una industria cultural y había muchas cortapisas por su internacionalización, entonces no se podía usar un lenguaje muy chileno ni hacer muchas referencias a la situación nacional ni podía ser muy picaresco, entonces lo que hice fueron principalmente historietas largas”.
–¿Cómo se genera tu interés por investigar sobre gráfica e historieta?
“Eso fue por estímulo del dibujante José Palomo y también por la amistad con Hernán Vidal (Hervi). Yo era un admirador de «La Chiva», donde ambos participaban, y esto de la muchedumbre está en varios chistes de Hervi. La estructura de hablar desde la muchedumbre que pusimos en «Sentido del Rumor» no era novedosa, pero sí menos tradicional en comparación con lo que hacía entonces «La Tercera», que tenía cosas como «La Broma en Vida» o «Pepe Antártico». El interés por investigar nace al trabajar y conocer a dibujantes importantes como Themo Lobos, Palomo, Hervi, pero una motivación importante es de Pepe Palomo, que vio que yo tenía interés en esto. Los dibujantes son buenos para relatar anécdotas y me di cuenta que ahí había una historia que ellos no la iban a contar, así que empecé a investigar”.
Después de tantos años, ¿cómo ves lo que hiciste en «Sentido del Rumor»? ¿Qué te llamó la atención al revisitar este material?
“Con este libro veo a un Jorge Montealegre sobreviviendo, desempeñándose en cualquier cosa para tener pega. Y lo veo también como un poeta que encuentra que puede trabajar en el humor gráfico. Venía entrando además a un país que había cambiado mucho y esa mirada del país está en el libro, una mirada algo distante de gente que anda en el Paseo Ahumada, que va a la (desaparecida) FISA, que es consumista. La experiencia de haber vivido ‘pellejerías’, del exilio y de tratar de sobrevivir en el regreso a Chile fueron importantes. No había un marco teórico para hacer humor gráfico, pero sí había perdido la inocencia y me interesaba lo que podía producir el humor. Había que aludir y eludir a la censura, lo que era una pega difícil, pero entretenida”.