

El artista visual, escultor y cineasta británico es un caso que llama la atención en la escena del arte actual. Ganó a los 30 años el premio Turner por una obra reveladora sobre la multiculturalidad en su país y, al tiempo, sumó un Oscar por su dirección en «12 años de esclavitud». Cuando le preguntan sobre ese genio multidisciplinario responde que “su cerebro tiene más de dos partes”, una agilidad mental que ahora lo ha llevado al Tate Modern de Londres por partida doble.
Por_ Alfredo López J
Los niños del Brexit, aquellos que debutan en sus estudios primarios en distintas escuelas de la capital inglesa, representan para Steve McQueen (Londres, 1969) la mirada más optimista de cara al futuro. Más de 75 mil estudiantes que, para el cineasta, fotógrafo y escultor británico son los rostros que acompañan momentos cumbre de nuestra sociedad, donde los cambios de paradigma, los sueños y las historias resuenan con nuevos aires. En sus respectivas comunidades escolares, ellos enfrentaron su lente con la naturalidad de un registro que se hace cuando se termina un buen año académico.
El ejercicio, con largas jornadas de trabajo y un enorme equipo de producción, ahora se exhibe en las salas del Tate Modern, además de estar expuestas en las plataformas virtuales del Museo. Una nueva manera de absorber la tradición del retrato a niveles masivos e incluyentes, en la que, según el artista, aparece un rasgo poderoso nunca antes visto en la fisonomía de su ciudad natal: una multiculturalidad racial y étnica que habla de una nueva esperanza. Cada uno de esos niños, entre 7 y 8 años, manifiesta su diversidad a través de uniformes con corbata, junto a turbantes, hiyabs y kipás. En suma, un colectivo de una demografía cambiante.

Más de 75 mil niños de Londres posaron ante su lente para dejar un registro de multiculturalidad étnica en pleno Brexit
Para lograrlo convocaron a los estudiantes del Year 3 de todos los colegios londinenses –ya sea independientes, religiosos, especiales y también alumnos educados en el hogar– para dejar un registro en un año decisivo de sus vidas, justo cuando el país decide salir de la escena económica continental y emprender un camino lejos de la tradicional Europa. “Me parece urgente pensar sobre quiénes somos y sobre nuestro futuro. Esta es una reflexión visual sobre las personas que hacen que esta ciudad funcione”, sostiene MacQueen, que además ideó un montaje con un sistema de lupas que suben y bajan frente a cada fotografía. De ese modo se les facilita a los niños el que puedan ver las imágenes desde cualquier altura.
Como parte de la experiencia de aprendizaje, los alumnos verán después esa fotografía como parte del patrimonio de su colegio. Una manera de acercar los dominios intangibles de la memoria a la experiencia de un objeto de reconocimiento común. Una suerte de tesoro que funciona desde el bienestar colectivo, obviamente bajo el nombre «Year 3».
Obsesión en primer plano
La captura de esos trazos de realidad, sostenidas fundamentalmente en el registro de momentos trascendentales, han sido la retórica del trabajo del artista por más de 25 años. De ahí que el mismo Tate Modern exhiba, paralelamente al proyecto de fotografías escolares, una retrospectiva sin precedentes en la trayectoria del artista.

En «Static» (2009), McQueen inspecciona desde un helicóptero cada uno de los rasgos de deterioro de la Estatua de la Libertad. Video still. © Steve McQueen. Courtesy the artist, Thomas Dane Gallery and Marian Goodman Gallery.
El periplo se abre con «Static» (2009), un video donde McQueen inspecciona desde un helicóptero cada uno de los rasgos de la Estatua de la Libertad. Desde la trinchera del documental va atrapando cada uno de los primeros planos de un monumento que se deforma con la impertinencia de un lente que escudriña en las superficies oxidadas y erosionadas por el paso del tiempo. Es la falta absoluta de fotogenia en un rostro icónico y potente, pero que en las profundidades de su contenido parece estar perdiendo vigencia bajo capas de polvo y un amenazador deterioro, mientras de fondo aparecen las decadentes industrias de New Jersey.
Las distancias cortas han sido su principal herramienta para ir en búsqueda de las expresiones sociales que no aguantan un escrutinio inmediato. Algo que también ha llevado a la pantalla grande a través de títulos como «Shame» (2011), la historia de un oficinista (interpretado por Michael Fassbender) que no puede dejar de lado su adicción al sexo. En «12 años de esclavitud» (2013) va en busca de la genealogía de la diáspora africana y de cómo debe sobrevivir a la condena de subyugación y abuso por largos períodos de nuestra historia.

«Ashes» (2002-2015). Video still. © Steve McQueen. Courtesy the artist, Thomas Dane Gallery and Marian Goodman Gallery. Presentada originalmente en la Bienal de Venecia, un joven afrocaribeño flota con relativa placidez sobre las olas, como si estuviera viviendo un inverosímil cuento de hadas.
Desde su mirada, los efectos del no reconocimiento al otro hablan de la gran pandemia cultural que el hombre ha tenido que sobrellevar como un duro ejercicio de liberación. En «Ashes» (2015), presentada originalmente en la Bienal de Venecia de hace cinco años, McQueen posiciona la cámara sobre la imagen de un joven afrocaribeño que flota con relativa placidez sobre las olas, como si estuviera viviendo un cuento de hadas sobre el mar. En otro plano se observa cómo alguien labra su nombre sobre una tumba. Al tiempo ese registro dio la vuelta al mundo. Ese mismo joven murió asesinado, víctima del narcotráfico, en las costas del Mediterráneo. Para el artista, la reflexión va por el lado de cómo el cuerpo de un hombre negro ha estado sometido por siglos a avatares económicos e imperialistas, “de alguna forma representan la agonía de un mundo colonial”.
Otra de las obras poderosas es «Western Deep» (2002). En ella, McQueen se interna en las profundidades de una mina situada en Johannesburgo, la más profunda del Planeta. Ahí captura el registro de cientos de hombres que trabajan diariamente con temperaturas de hasta 80 grados y con elevados índices de ruido, todo grabado con la calidad granulosa de una cámara de ocho milímetros y donde el polvo apenas deja observar la calidad de los planos.

En «Weight» (2016), erige una cama enchapada en oro junto a su mosquetero de estilo victoriano para dejar atrás la reclusión de Oscar Wilde en una sucia y triste celda.
La instalación es otra de las esferas de su trabajo. En «Weight» (2016), erige una cama enchapada en oro junto a su mosquetero de estilo victoriano para celebrar la reclusión que hace más de un siglo tuvo a Oscar Wilde en una sucia y triste celda en la cárcel de Reading por acusaciones de sodomía. Fue en ese lugar donde el escritor escribió «De Profundis», el más hondo de sus testimonios, en el que habla de muerte, amor y Dios. Para McQueen se trata de una manera de dejar constancia de cómo un acto de sanción homosocial todavía exige ajustes en los tiempos actuales. Desde esa discusión, dice que su obra visual también sigue los fundamentos del New Queer Cinema, el mismo que a comienzos de los años 90 comenzó su saga con nombres como Todd Haynes o Gus Van Sant. Con ellos comparte una misma literalidad, con planos secuencia de crítica a los pilares sociales.
Su método es la denuncia a través de trazos ingenuos de realidad, aunque no menos poderosos. Por eso sonríe cuando piensa en las 75 mil fotos de los escolares que ahora se exhiben en el Tate Modern. Una serie de retratos en la nave central del Museo, donde un censo visual pone de relieve que la capital inglesa ya no es mayoritariamente blanca ni anglicana. Una realidad inconexa frente a las fantasías de los voceros del Brexit que aún imaginan una isla que ya no existe.