

Una niña se enferma y recibe un diagnóstico brutal: cuando caiga la última hoja del otoño ya estará muerta. Ante la inutilidad del médico, la atención de la cámara se concentrará en su hermana pequeña, quien recoge las hojas de un árbol y con un cordel las ata de vuelta para combatir el destino. «Falling leaves» dura menos de 12 minutos pero es perfecta. Una fábula melancólica y enigmática que Tim Burton envidiaría. Cuando Alice Guy-Blaché (1873-1968) la realizó, en 1912, ya contaba con una carrera de más de 200 cortometrajes pioneros en complejizar ese cinematógrafo que los Lumière patentaron el 13 de febrero de 1895, como si fuese una epifanía satánica, un invento efectista para jugar a ser dioses. Aunque los célebres hermanos filmaron un chiste de 45 segundos en 1895 («El regador regado»), fue Guy-Blaché la primera en llevar más allá la puesta en escena y los mecanismos de la ficción con «La fée aux choux» (1896), corto que presenta a un hada que se encarga de traer recién nacidos al mundo de acuerdo a una antigua leyenda folk que asegura que los hombres emergen de repollos y las mujeres brotan de las rosas. La fantasía se materializa en una mujer vestida de blanco que baila frente a la cámara, despachando guaguas como si fuesen cachorros.
Meses más tarde aparecería el genial George Méliés, quien sería apuntado hasta hace poco como el inventor del cine narrativo. ¿Por qué tardamos tanto tiempo en reconocer a Alice Guy-Blaché? ¿Por qué fue ignorada? ¿Se trata de un asunto de género? ¿Por qué el mundo estaba tan dormido? La controversia está instalada.
MIRADA CONTEMPORÁNEA
Los atractivos de la obra de la mujer que colaboró en la invención del cine no son solamente de índole patrimonial. El cine de Alice Guy-Blaché tiene carácter, imaginación, excentricismo y singularidades que la conectan con inquietudes contemporáneas.
En «Pierrette’s Escapades» (1900) –coloreado a mano, cuadro por cuadro– subvirtió los roles de género de La Comedia del Arte a través de una escena de seducción en dos partes. En la primera, un sexualmente ambiguo Pierrot trata de conquistar a Colombina bailando, pero ella lo ignora. Luego entra en escena una mujer/arlequín que logra llamar su atención. El corto finaliza cuando ambas se besan. Guy-Blaché realizó la primera escena lésbica en la historia del cine.
«A sticky woman» (1906) podría ser nada más que un sketch cómico en una sola toma, si no fuese por sus excéntricas particularidades. En una oficina de correos, una sirvienta ayuda a su patrona a pegar estampillas en sobres. Saca la lengua para que la mujer pueda salivar cada sello. Un hombre de sombrero y bigotes parece fascinado con la escena. Tanto que después de unos segundos besa apasionadamente a la criada. Sus bocas quedan pegadas y el resto de los asistentes intenta separarlos. Hasta que una empleada de uniforme trae unas tijeras y hace un corte. La criada termina con bigotes, masculinizada.
En «The consequences of feminism» (1906), la directora muestra a mujeres con actitud de hombre y galanes feminizados que interactúan coreográficamente en locaciones como una casa, un bar y una calle. En una escena de dormitorio, una mujer acosa sexualmente a un hombre que se muestra incómodo y vulnerable. En 7 minutos, la realizadora arma un carnaval cargado de ironía que cuestiona los roles establecidos.
SLAPSTICK, AÑO 0
Hacia 1907, Alice Guy-Blaché fue abandonando los sets para salir a la calle con su cámara. Un buen ejemplo es «The Glue», cortometraje que sigue a un niño travieso que va derramando pegamento en distintas locaciones. En las escaleras de una casa, una pareja trata de despegarse del cemento con torpeza. Luego, dos mujeres quedarán adheridas a unas sillas y un hombre no podrá separarse de su bicicleta. Decir que Guy-Blaché inventó la comedia slapstick sería exagerado (hay que considerar que el humor fue el motor del cine en sus orígenes) pero indudablemente ayudó a depurarla.
Lo cierto es que su aporte al arte cinematográfico es monumental. Más allá de la polémica sobre si inventó o no el cine narrativo, hay pruebas que avalan su carácter visionario: fue la primera en usar grabaciones con un gramófono sobre las imágenes, pionera en el uso de efectos especiales y la doble exposición del negativo, adelantada en el arte del retoque y la manipulación temporal de las imágenes, directora de la primera película con actores negros («Un tonto y su dinero», de 1912) y de la primera versión de «El jorobado de Notre Dame» («Esmeralda», de 1905), además de ser la única mujer hasta la fecha que ha dirigido su propio estudio cinematográfico, en Estados Unidos, donde pasó sus últimos años de vida.
ALICE EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Las respuestas para entender el adelantado progresismo de Alice Guy-Blaché están en su contexto familiar. Hija de Emile Guy, un reconocido escritor y librero, estuvo siempre ligada al arte. De niña vivió dos años en Valparaíso. Su padre abrió una librería ahí. Tuvieron que regresar a Francia por culpa de “los terremotos, los incendios y los robos”. Ya de adolescente, su interés por la fotografía la llevó a conseguir trabajo como secretaria de León Gaumont.
El 22 de marzo de 1895, acompañó a su jefe a una demostración del cinematógrafo organizada por los Lumière y quedó flechada. De este modo tomó una cámara de 60 mm. y comenzó a filmar con el permiso del célebre industrial, quien no estaba muy convencido de la trascendencia del invento. Guy-Blaché pasó así a ser secretaria en días hábiles y cineasta en tiempos libres. Su exploración de la nueva tecnología fue inquieta, lúdica, experimental. Jugando inventó un nuevo lenguaje.
Cuando se casó con Herbert Blaché, un camarógrafo inglés que dirigía las oficinas de Gaumont en Londres, se mudó a Estados Unidos. Él trabajaba; ella se dedicaba a las tareas domésticas. Hasta que no aguantó más y, en el epicentro de la industria, fundó su propia compañía: Solax, la que produjo 325 películas entre 1910 y 1914. No exageraríamos al decir que Guy-Blaché inventó también la producción independiente.
Tras su separación de Blaché, Alice volvió a Francia. Pero durante sus últimos años tuvo una inquietud: regresar a Estados Unidos con el fin de recuperar todo el material realizado en los tiempos de su productora. No encontró más que unas pocas películas, atribuidas a técnicos que trabajaron en el equipo. Las fichas sólo llevaban nombres masculinos. Alice Guy-Blaché brillaba por su ausencia. Murió en Nueva Jersey a los 95 años.