

Por la distintiva melena y barba blanca que coronan su alta y delgada figura, asociar a Gastón Soublette con Gandalf de «El Señor de los Anillos», o con Don Quijote de la Mancha, suena a chiste repetido, pero es inevitable.
Tiene notoriamente de ambos este músico, escritor, mago de actos poéticos y ciudadano pies de hormiga aportando a la cultura local en su señorial Limache.
Por_ Heidi Schmidlin M.
Como Gandalf, es Maestro de filosofía, arte y cultura para casi medio siglo de generaciones de la Escuela de Estética del Campus Oriente, en la Universidad Católica. Sus míticas lecciones fueron caminos que apuntaban con sabiduría a las expresiones del alma humana. Desde Oriente a la sabiduría popular Amerindia, invitó a desenterrar símbolos del inconsciente colectivo para articular cruces junguianos hacia la propia espiritualidad.

Uno de los muchos centros de arte y pensamiento que se recuperan en Limache, el nuevo polo cultural de la V Región.
Es también Quijote para buscar la visión de mundo recreada en los patrimonios materiales e inmateriales que hablan de nuestras identidades y sus universos. Las disertaciones invitaban a transitar desde la comprensión
del I Ching y el Taoismo hasta la expansión vibracional del canto de Kultrún, Tarka o Trutruca; todos instrumentos antiguos usados para elevar y armonizar un Egregor social (fuerza sumada de energías físicas, emocionales y mentales del colectivo en un rito de propósito común).
La formación individual desde la educación y la sabiduría popular es sin duda uno de los legados más importantes del profesor Soublette; pero también lo es su claridad ciudadana para afianzar una cultura local, compartiendo sus historias desde radios, centros culturales, bibliotecas y plazas de Limache. Incansablemente invitando a co crear una realidad de Buen Vivir que ya se expande como polo creador de la región porteña. Cuenta más de tres décadas recorriendo las idas y venidas de esta Ciudad Jardín, nacida en 1857 como Santa Cruz de Limache, dividida en dos: San Francisco de Limache y Limache Antiguo. Parte de un conjunto urbano diseñado según cánones del movimiento urbanístico Ciudad Jardín (Ebenezer Howard, 1850- 1928). Un modelo donde lo central es unir zonas urbanas con áreas naturales, tal como es Limache, que colinda con el cerro La Winca en el perímetro urbano; además de la diversa Reserva Natural de la Biósfera que destaca lo nativo, sumado a arboledas y flores como la Flor de la Pluma en muros y parques.

En la Plaza Brasil se realizará próximamente «Libreleo», primer Festival de Literatura Ilustrada de Limache, iniciativa que junto a la Librería «Una Casa de Cartón» busca crear nuevos espacios culturales apoyados por el Fondo del Libro y la Lectura 2019.
Soublette llegó a esta Ciudad Jardín “buscando la tranquilidad de los barrios, antes que el boom de la actual cultura comercial llegara a alterar la mayoría de los usos y costumbres de nuestro país”. El cambio de prioridades en servicios y espacios implantó ajustes nerviosos al convivir urbano. Antes contenedor, familiar, a escala humana y con pertenencia de barrio, hoy peligran las calles que priorizan el encuentro social y ambiental. Un nuevo Plan Regulador se instala en 2020 a regir los usos de suelos, densidades habitacionales y destino de su patrimonio natural; también la altura de edificios y vida ciudadana. El desafío es evitar que un crecimiento desproporcionado y ajeno al modelo histórico, arriesgue un Plan de Desarrollo Urbano sustentable para una calidad de vida compartida.
–¿Cómo pueden ser protegidas las culturas locales?
Gastón Soublette apunta a los amparos establecidos en la Constitución de Chile, que otorgan el derecho a defender y a vivir en un medio ambiente sano social, cultural y natural: “La participación de los ciudadanos en sus Juntas de Vecinos o en manifestaciones colectivas ayuda a elevar la protesta del paraíso contra el artificio. La idea es formar una masa crítica de comunidades culturales que apuestan por una vida sostenible y esto ya empieza a ser tendencia”.
También es resguardo para la cultura comunitaria el Programa de Promoción de la salud (Ministerio de Salud), cuya finalidad “apela a diferentes sectores (como vivienda, trabajo, educación, transporte) que intervienen los entornos de una manera saludable”. Desde esta perspectiva, los gobernantes, alcaldes, políticos y ciudadanos son responsables de la salud y de la realidad cultural de sus barrios.
“Otro método es el ritual; pero eso ya entra en otra dimensión. Un acto poético, acompasado por instrumentos ancestrales, contribuye a cohesionar el movimiento para la defensa de un modo de vivir sustentable”, señala el escritor, mago conocedor del patrimonio inmaterial heredado. Apela a la recitación consciente-colectiva de los dos primeros poemas del «Canto General», de Pablo Neruda, que anclan la interacción entre el hombre y su territorio. “Los edificios son inevitables”, admite Soublette, “pero se pueden regular alturas y estilos en los planes reguladores municipales. Hay que entender que muchas ganancias inmobiliarias no tributan ni pagan patente en la comuna, sólo invierten en destruir la manera de vivir que la gente eligió. La cultura es parte de un fenómeno espiritual que tiene una enorme capacidad de crecimiento; y al crecer genera una identidad que puede ser muy rentable para toda la localidad”, asevera con la experiencia desde su Junta de Vecinos, de la cual es miembro activo, y la inquietud limachina por la invasión de inmobiliarias que presentan planes muy distantes del modelo Ciudad Jardín que es histórico y natural del lugar.

Directora de Cultura en Limache, Victoria Cisternas y Antil Camacho.
La cultura, cuarto pilar del desarrollo sostenible
La salvaguardia de la cultura arraigada es también preocupación del gestor cultural Antil Camacho, experto en cultura y desarrollo local, profesional de la Unidad de Fomento de las Artes del Ministerio de Cultura, las Artes y el Patrimonio, Región Valparaíso, académico y vecino de Limache. Hace unas semanas expuso sobre los «Desafíos de las Ciudades Creativas y Sostenibles» en el Congreso Mundial de Sustentabilidad, convocado en Temuco, en el marco de la Agenda Ciudadana COP25. Ahí constató el compromiso mundial por el resguardo del conjunto“ de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a las culturas locales”, preocupación que también en Chile abre nuevos criterios para el desarrollo urbano y medioambiental. La protección del Estado de una identidad distintiva de lo global y transnacional parece ser su piedra angular.
“Hoy existe un conjunto de programas públicos que apoya la labor de los municipios en cultura para que elaboren Planes de Desarrollo y Difusión de las Fuerzas Creadoras Comunales y construyan Centros Culturales; pero es responsabilidad de la Unidad edilicia y de sus funcionarios hacerlas funcionar y dotarlas de contenidos”, explica el docente. Este punto abre una real brecha que desafía a los intereses políticos, a las alcaldías y al acceso a la participación ciudadana.
Hay que partir de la base que ya es consenso general considerar la cultura como el cuarto pilar de desarrollo sostenible a futuro”,detalla Camacho. “Hoy, muchas instituciones lo entienden de esa manera, como la Unesco y la Asociación Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos, impulsor de un desarrollo socioeconómico más humano”.
Específicamente, la cultura local, en tanto generadora de bienes tangibles e intangibles, agrega valor a los ejes económico, social y ambiental: “Limache es el ejemplo de una ciudad que, más allá de las políticas públicas, está viviendo una reformulación de su población. Las nuevas familias llegan a vivir atraídas por la educación y la cultura, ven en ellas un motor importante para la ciudad; y optan por las cooperativas de economía solidaria, por las actividades de gestores y actores culturales y por los profesionales que ejercen con visión humanista”, explica Camacho, que también es músico.
Richard Florida (1957), teórico de las ciudades creativas, investigó la tendencia: cuando los creativos mejoran un territorio, su valor sube y este fenómeno se integra para sumar o para desmembrar la historia de origen hasta desdibujarla. La responsabilidad de este destino queda en manos de los gobiernos comunales y de los ciudadanos creadores de su cultura local.