

Convencido de que el nuevo terminal aéreo de Santiago será un referente, el arquitecto Luis Vidal dice que su mirada sigue estando en el pasajero. Luego de que la reina Isabel II lo felicitara por Heathrow, ahora su tarea es abrir la puerta de Chile. “Neruda me parece buen nombre, tiene identidad y es más internacional”.
Por_ Alfredo López J.
Español de nacimiento y británico de formación académica, Luis Vidal (50) es el arquitecto del momento, el mismo que tuvo la entusiasta aprobación de la Reina Isabel cuando inauguró el aeropuerto de Heathrow en Londres. En esta entrevista deja entrever las ambivalencias propias de un hombre que no deja de lado su instinto mediterráneo, ni tampoco el método anglosajón. Eso lo ha convertido en una voz autorizada a la hora de establecer los nuevos códigos de proyectos urbanos a gran escala, edificios, aeropuertos y hospitales de vanguardia. Su frase “un buen edificio hospitalario ayuda a sanar más rápido”, habla de cómo diseña los accesos para el desplazamiento de pacientes o de la tranquila distribución de colores en las distintas plantas, siempre con el franco propósito de que los entornos iluminen el alma y aceleren la recuperación. En su portafolio también está su trabajo como jefe de proyecto de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, un paso que recibe hasta 70 millones de pasajeros al año. En 2004 fundó Luis Vidal + Arquitectos, donde actualmente 182 personas cumplen sus funciones en distintas oficinas de Madrid, Londres, Houston y Santiago de Chile. Una red de profesionales con obras épicas, como el Centro de Arte Botín, en el puerto de Santander, en colaboración con Renzo Piano; los hospitales de Can Misses en Ibiza (2014), o el de Vigo (2015). En un plano completamente futurista, su prototipo Casa del 2050 en Japón o la estación para vuelos suborbitales de Denver, Colorado, confirman una veta contemporánea de construir las nuevas ciudades. Cuando habla de su infancia, lo primero que se le viene a la cabeza son las navegaciones en Mallorca, donde pasaba las vacaciones junto a su familia.
Viajero desde que tiene memoria, confiesa que los aeropuertos han estado por años en su retina. Aún así nunca logró entenderlos del todo: “Tienes que caminar por pasillos oscuros y estrechos, con la sensación constante de que te están echando. Para mí, en cambio, son la puerta de entrada a un país, un momento de júbilo y, más que eso, son las verdaderas catedrales de este siglo. Donde millones de personas circulan a diario, donde se mezclan las culturas y el comercio”.
Ahora, cuando celebra los cinco años de su estudio en Chile, habla de la mirada que tendrá como responsable, junto a ADPI, de la nueva puerta de Chile: el Aeropuerto de Santiago, el mismo que comienza a dejar atrás su nombre Arturo Merino Benítez por el de Pablo Neruda.

Aeropuerto Arturo Merino Benítez.
–Cuando llegó a Chile por primera vez, ¿qué le pareció el aeropuerto?
“Siempre me pareció una infraestructura correcta que respondía a otra realidad mundial. En 1970, el mundo tenía tres mil quinientos millones de habitantes y volaban 350 millones de personas. El año pasado, el mundo tenía el doble de habitantes, 7 mil millones, y volaron tres mil quinientos millones. Es decir, la cifra se ha multiplicado por diez. Eso significa que los aeropuertos siempre han sido unos edificios en los que se entraba y salía para tomar un avión. Ahora ya no. Cada vez se han hecho más grandes, con necesidades de seguridad, ventanas comerciales y más. En ese sentido, creo que la terminal en Chile, su aeropuerto, respondió muy bien a la realidad de un momento. Pero ahora hay que preocuparse del futuro inmediato”.
–Aparte del atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, ¿qué otras cosas han cambiado la aeronáutica mundial?
“El tema de seguridad que se estableció después del 11 de septiembre de 2001 cambió las reglas para siempre. Pero hay otros elementos, como la mayor complejidad en el movimiento y volumen de transporte, específicamente de cargas y maletas. Y el tercer asunto es un movimiento hacia lo que llamo ‘aeropuertos de tercera generación’: edificios comerciales de los que de vez en cuando sale un avión por decirlo de alguna manera. Y finalmente, los aeropuertos de la nueva generación, que nosotros llamamos 4G. Son los que están pensados y centrados en el pasajero. Es él quien domina la situación y no al revés; allí, cada persona tiene libertad para circular y no se siente presionada a estar en un sitio específico”.
–¿Ahí estaría la clave de la ‘orientación intuitiva’ al momento de desplazarse por estos espacios?
“Esa orientación es finalmente la que permite establecer que un lugar es acogedor, amable. Es decir que una persona pueda subir o bajar de un avión sin tener que dar vueltas, sin que deba estar buscando continuamente puntos de referencia e información. Otro aspecto 17 fundamental para la tranquilidad y paz del pasajero es el uso de la luz natural. Debe entender perfectamente si hay sol afuera, si llueve o si es de día o de noche. Si está amaneciendo o atardeciendo, porque el hombre es siempre un animal que está en continuo contacto con la Naturaleza y, por lo tanto, no puede estar metido en un edificio sin una conexión al exterior. Otro elemento es el correcto uso de la acústica, que sea amable y que transmita tranquilidad. La utilización de los colores también afecta en la percepción del espacio. Son diferentes ingredientes que van modulando tu sentido de ánimo”.
–¿Ha leído a Pablo Neruda? Si es así, ¿le gusta?
“Sí. Y me gustan algunas cosas, como la sinceridad que muestra respecto a la conexión que tiene con el lugar, su proximidad con los escenarios y cómo trata los sentimientos, cómo los transmite. Me parece un buen nombre para un aeropuerto en Chile, suena más internacional, a diferencia de Arturo Merino Benítez, que tal vez desde un punto de vista global no se conoce. Es bueno asociar los nombres a las identidades de cada lugar. Santiago es un destino, mucha gente viene aquí. En mi opinión, esta es una nación fantástica. Realmente avanzada y vanguardista en toda la región. Además, con una delgadísima concentración de población, algo muy pionero en lo que se refiere al futuro de las ciudades”.
La primera vez que vino al país fue para dirigir un taller de arquitectura para los estudiantes del último curso de la Universidad de Chile: “Justo antes del terremoto. Me encantó. Me conecté muy bien con toda la comunidad, con el mundo académico. Un país acogedor, muy libre. Ese fue el motivo por el cual quisimos volver”.
Le llamó la atención cómo las construcciones modernas tenían una tecnología bastante desarrollada frente a la actividad telúrica, con estudios y comprensión de sus efectos, incluso al nivel de Tokio. Algo que insiste en observar por todos los lugares que visita.

Terminal 2 del Aeropuerto Heathrow.
–¿Un adelanto de lo que veremos en Chile?
“Me gustaría que se recordara como un lugar próximo al territorio, con identidad y cercanía a la gente. Pero que, al mismo tiempo, permita abrir Santiago al mundo. Que ese aeropuerto esté a la vanguardia de la región”.
–El aumento demográfico frente a la nueva valoración del espacio también ha marcado su trabajo, ¿cómo explica el prototipo de su Casa Japón 2050? Una casa plegable, donde las cosas se están continuamente guardando. ¿Le parece sano, gratificante, que cada vez disminuyamos más y más nuestros ambientes?
“Creo que le respuesta es calidad. No hay un espacio grande o chico. Tampoco bueno o malo. Puedes tener un espacio pequeño, pero que lo percibes de una manera especial. Por sus cualidades acústicas, de color, de aroma, de luz, de ventilación natural, de clima y puedes estar finalmente muy confortable en ese espacio. Al revés, un sitio enorme puedes sentirlo árido, inhóspito, sin luz y te va a parecer el lugar más terrorífico del mundo. Si aceptamos que la población mundial crecerá de una manera exponencial y que además habrá una mayor concentración de gente, debemos pensar en cómo diseñamos o en cómo nos adaptamos. Japón 2050 es un tipo de vivienda que reconoce el hecho de que cuando se está en la cocina, no se está utilizando el dormitorio. Y cuando no estás en el comedor, no existe el baño. Si hay un lugar que no estás usando, sencillamente lo puedes condensar. Se trata de no tener espacios innecesarios funcionando simultáneamente”.
–Usted pasó de lo análogo a trabajar la arquitectura en un computador.
“Así es. De hecho, cuando fui a estudiar a Inglaterra lo primero que enfrenté fue la transformación del ordenador y el AutoCad. Afortunadamente, ya lo conocía. Porque mi padre también fue muy pionero en eso. Uno de los primeros que tuvo el AutoCad en España”.
–Cuando repasa sus años de trabajo llega a conclusiones, como los materiales que jamás usaría.
“Claro que sí. Pero pienso que todo tiene su momento, su sitio. Aún así intento evitar aquellos materiales que producen un consumo excesivo energético en su elaboración y también en su uso posterior. Trato de alejarme también de aquellos materiales que intentan ser lo que no son. En resumen, detesto todo aquello que no refleja la realidad de lo que es. Muy simple”.
Su trabajo en las principales ciudades del mundo ha sido prodigioso, con centros culturales, hospitales y casas de autor. Pero su gran mérito está del lado en las estaciones de desplazamiento: los aeropuertos. Para Chile partió con el referencial realizado por Stantec- Amunátegui-Barreau para el Ministerio de Obras Públicas de Chile. Luego ellos, en colaboración con ADPI, se encargan de la ejecución del proyecto. El uso sustentable de las energías ha marcado su sello a través de espacios capaces de reducir en un 40% las emisiones de CO2. Como en Heathrow, donde un inusual tratamiento de la luz permite que el interior adopte el color exterior. “Cuando amanece, tonos más naranjas. Durante el día, más azules. Si afuera está gris, veremos un tono similar. Como un camaleón que, por la noche, va adoptando vibraciones entre los azules, magentas y violetas”.