

«Divisor», 1967
Paño de algodón con orificios, 12,4 x 18,5 m. La fotografía responde a la performance realizada en el Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro en 1990.
Por_ Josefina de la Maza
Investigadora CIAH, Universidad Mayor
«Divisor» es, sin lugar a duda, una de las obras paradigmáticas de la producción artística brasileña y latinoamericana del siglo XX. A diferencia de muchas obras destacadas del arte de la región, su reconocimiento no está exclusivamente avalado por la crítica e historia del arte y la curaduría. Además de su inscripción en el campo del arte –cuestión que tiene que ver con los relatos que la obra articula y su fortuna crítica, entre otros aspectos– esta es una pieza constantemente celebrada por el público general. Es, por decirlo de alguna manera, un éxito de taquilla. El suceso de esta pieza tiene que ver con su carácter participativo, el que por lo general deriva rápidamente en una experiencia lúdica. Si bien no existen muchas oportunidades para poder formar parte de esta obra (ellas dependen de su exhibición en exposiciones colectivas o monográficas), el solo hecho de observar su registro es una ocasión única: una performance de movimiento, interacción, risas y juego. Cuerpos separados que, sin embargo, componen un solo organismo. A pesar de su nombre, lo que esta obra promueve es conexión y complicidad: nos recuerda que formamos parte de un tejido social.
En términos materiales «Divisor» es una obra que apela a la economía de medios: es un gran paño de algodón con orificios. Su simplicidad es, por lo mismo, abrumadora. Es una forma geométrica, una gran sábana, un toldo, un disfraz de fantasma monumental… es todo eso y nada a la vez –es, simplemente, un cuadrado de tela. El algodón es dúctil, se adapta a manos y a cuerpos. Es suave y liviano y al contrario de otros materiales no se resiste al movimiento y a los pliegues, cuestión que permite su fácil almacenamiento y transporte.
Los orificios son las únicas intervenciones realizadas sobre la tela. La idea de la obra es, también, simple: una vez desplegada la tela, los participantes –idealmente diversos en su composición– toman posesión de él. Las personas introducen sus cabezas en los orificios y así se inicia el movimiento del paño activado por los cuerpos que lo habitan. Las alturas de los partipantes y su rango etario determinan las interacciones producidas en la pieza. Pero no sólo eso: mientras menos homogénea sea la procedencia social y de clase de los participantes, más oportunidades existirán para producir un intercambio complejo, rico –y probablemente no exento de fricciones– entre los asistentes.
Con «Divisor», Lygia Pape desplazó la obra de arte del espacio de exhibición al espacio público, transformando ese desplazamiento en un acto político. En esa misma línea, transformó a los espectadores en participantes: de agentes pasivos a agentes activos. Estas son algunas de las características que definen a «Divisor» como una de las obras clave del neoconcretismo brasileño, un movimiento que propuso que “el arte no sólo ocupara un espacio mecánico, sino que trascendiera para convertirse en algo nuevo” (Ferreira Gullar, «Manifiesto Neo Concreto», 1959). La trascendencia que se constituye a sí misma en un acto político es la que buscaba Pape cuando realizó por primera vez la obra en 1967, con un grupo de niños habitantes de una favela en la ciudad de Río de Janeiro. Niños que probablemente no sabían que estaban viviendo una práctica artística, niños que activaron la obra sin necesariamente saberlo y ganaron, de esa manera, una experiencia de vida, en la que juntos se convirtieron en un cuadrado-obra ciempiés. La obra fue realizada meses después, en 1968, en los jardines del Museo de Arte Moderno. De ahí en adelante la historia ya es conocida.

«Divisor», 1968 Museu de Arte Moderna, Río de Janeiro, 1990 Fotografía color 12,4 x 18,5 cm Projeto Lygia Pape MNCARS – PLP / Divulgación
Durante sus años neoconcretos, Pape comentó el deseo de desarrollar “una propuesta para vivir el cuerpo” (citado por Lisbeth Rebollo en «The Poetic Space by Lygia Pape». Art Nexus, 2011). Una propuesta como esa, que implica pensar cómo vivimos y cómo habitamos nuestros cuerpos, cómo nos relacionamos con nuestros espacios privados y cómo nos apropiamos del espacio público, es especialmente relevante hoy. «Divisor» de Pape visibiliza la distancia social haciéndola real, pero al mismo tiempo nos recuerda que estamos conectados y que necesitamos aprender (y siempre estar dispuestos a re-aprender) a participar y movernos en comunidad.