

En el libro «Breves entrevistas con hombres horribles», la ácida pluma del estadounidense David Foster Wallace reflexiona e ironiza sobre los micromachismos. Su versión teatral, adaptada y dirigida por Daniel Veronese, pone en escena a dos hombres en crisis.
Por_ Marietta Santi
Fotos_ Fundación Santiago a Mil
Al cierre de esta edición, los teatros chilenos permanecen cerrados por la pandemia de coronavirus que afecta a todo el mundo. La falta de espectáculos en vivo se hace casi insoportable, la ficción se reduce a la lectura y a Netflix, y todas las energías están enfocadas en la realidad. Pero el deseo de retomar lo antes posible la representación, para hurgar en imaginarios propios y ajenos, es imparable. Tanto así que hay puestas en escena que se preparan para debutar a fines de abril, si el panorama sanitario lo permite.
Una de ellas es «Encuentros breves con hombres repulsivos», coproducción de Fundación Teatro a Mil y Teatro Finis Terrae, que devela una serie de micromachismos, naturalizados y a veces inconscientes, que afectan la vida cotidiana de hombres y mujeres. La masculinidad es puesta en jaque por los actores Marcelo Alonso y Francisco Reyes, quienes protagonizan situaciones donde surge un aroma a patriarcado ineludible.
Dirigida por el argentino Daniel Veronese, responsable de aplaudidas reescrituras de clásicos como «Casa de Muñecas» y «Hedda Gabler» (ambas de Henrik Ibsen), la obra es una adaptación realizada por el mismo Veronese a algunos cuentos del libro «Breves entrevistas con hombres horribles», del estadounidense David Foster Wallace, publicado en 1999.
Humor negro, ironía y una creativa pluma usa Foster Wallace para analizar la crisis de la masculinidad desatada a finales del siglo XX, por supuesto poniendo en jaque al machismo en todas sus expresiones, micros o macros. Según la crítica especializada, los “hombres horribles” en las historias de Wallace son “versiones monstruosas y paródicas de los personajes del escritor y crítico John Updike, reflejos de un egoísmo implacable y peculiarmente estadounidense”.
En 1997, los editores de «The Paris Review» otorgaron a Wallace el Premio Aga Khan de Ficción por sus relatos sobre varones machistas. En agosto de 2000, doce de ellos fueron adaptados al teatro («Hideous Men») por Dylan McCullough, quien dirigió el estreno en el Festival Internacional Fringe de Nueva York.
Wallace tenía muy claro lo que quería poner en el papel. “La ficción trata sobre lo que es ser un maldito ser humano. Una buena escritura debería ayudar a los lectores a estar menos solos por dentro”, señaló en una entrevista.
Por eso, en el mismo volumen de estas historias de hombres está «Persona Deprimida», que vimos en Santiago a Mil 2020 versionada teatralmente también por Veronese, y que trata sobre una mujer permanentemente deprimida. En ese texto el escritor estadounidense exorcizó sus demonios en torno a la depresión, citando incluso todos los medicamentos que había tomado para la enfermedad en su vida.
Foster Wallace, que alcanzó la popularidad por su novela «La broma infinita», pretendía escribir “ficción moralmente apasionada y apasionadamente moral”, según lo expresó en un ensayo de 1996 sobre Fiódor Dostoyevski. Doce años después de esa declaración se suicidó, a los 46 años, en medio de una depresión.

Si el coronavirus lo permite, el 17 de abril partirá la temporada de «Encuentros breves con hombres repulsivos», nombre de la versión protagonizada por Marcelo Alonso y Francisco Reyes.
Desnudez escénica
Daniel Veronese precisa que, últimamente, le es muy difícil encontrar material que lo conmueva. “Soy muy inquieto, hago piezas que realmente me interesan, con las que pueda identificarme en algo. Creo que no se deben menospreciar los materiales literarios a la hora de llevarlos a escena. Eso me gustó de Foster Wallace”.
Lo primero que leyó del autor norteamericano fue «Entrevistas breves con hombres horribles», texto que compró en España. “Desde el punto de vista humano los capítulos de los hombres repulsivos/ horribles del libro de Wallace me interesaron porque nos enfrentan a situaciones repulsivas e infames, que socialmente están, todavía, de alguna manera normalizadas en el comportamiento contemporáneo. La persona violenta no siempre entra en escena derribando la puerta, gritando con un arma en la mano, y/o haciendo uso de su fuerza”.
Al director le pareció inteligente que el autor pusiera la lupa sobre esas cuestiones desagradables “que de un modo u otro en muchos casos no terminaban siendo condenadas, cuestiones que podían escapar del castigo social. Mostrar esto me parece una manera de pensar en estas situaciones”.
Así, con el título de «Experiencia II» («Experiencia I» es «Persona Deprimida»), en un escenario desnudo y con dos actores descalzos, sin maquillaje y vestidos con jeans y polera, Veronese escenificó a los oscuros hombres de Foster Wallace.
“A la hora de diagramar este texto literario, al darle formato de escena, decidí escribir las respuestas del otro lado y que en ese rol de mujer haya un actor. Intuí que el enroque entre los dos hombres, durante toda la obra, le otorgaba una gran síntesis a la propuesta, permitía que el discurso de Wallace, ante lo extraño de la situación, se iluminara mucho más”, explica. Por eso los dos actores se turnan en los personajes femeninos y masculinos, sin adoptar formas ni giros vocales, sino simplemente diciendo el texto.
La conjunción con Marcelo Alonso y Francisco Reyes partió hace una década, como cuenta el último: “Con Marcelo partimos a Buenos Aires con las ganas de hacer cosas con directores de allá. Nos entrevistamos con Veronese, pero finalmente no sucedió nada. Ahora, con la coproducción de Santiago a Mil volvimos a encontrarnos con él, y él nos propuso el texto”.
El conocido actor cuenta que tal vez lo más difícil fue pararse en el escenario despojado de todo exceso de teatralidad. Sin vestirse como otro, ni hablar como otro, ni moverse como otro. “A los argentinos les sale muy bien este tipo de teatro, nosotros los chilenos no estamos acostumbrados, somos más exagerados, menos naturalistas. El naturalismo ha sido un gran desafío”, dice.
Cuenta que no hablaron tanto del tema de la obra con Veronese, pero como la asistente era la hija de 23 años del director, siempre tenían la mirada femenina presente.
Consultado cómo le llegó el tema, suelta una risotada: “A uno siempre le toca, siempre hay algo ahí, pero no lo puedo decir porque sería feo (risas). En todo caso es un tema fundamental, más allá del coronavirus que nos tiene en modo pandemia, una problemática a la que hay que volver”.
Veronese cuenta que tanto el trabajo con los actores argentinos como con los chilenos fue productivo “cuando empezamos a mirarnos en estas situaciones infames, en qué aspectos cada uno podía empezar a sentirse algo espejado. No es fácil repensar estos funcionamientos. Los cambios de modelos nos explotan en la cara, a algunos más, a otros menos. En el caso argentino, los dos actores, nuestra asistente y yo estuvimos más tiempo hablando de las escenas de Wallace que ensayándolas concretamente. En general, entiendo más del problema cuando me meto en él. El teatro no escapa a esto, en mi caso”.
Afirma que la obra es un objeto artístico que considera necesario en estos tiempos. “A mí se me hizo muy necesario poder repensar estas cosas desde el lado masculino, que es en donde estoy. Tengo la mente abierta para escuchar a gente que se encuentre en la misma situación. Obviamente, no puedo asegurar a ciencia cierta lo que viven las mujeres. Primero, porque sólo soy un hombre que se relacionó con mujeres (y con mujeres muy diferentes), pero también escucho cosas muy distintas. Entre ellas, que los hombres no opinemos de lo que no sabemos. Pero, por otro lado, entendemos todos que el hombre es parte del problema. Y en este proyecto miro e intento denunciar comportamientos típicamente masculinos (que sí conozco)”.