

La aparente fiebre de archivo que inundó al arte contemporáneo a finales de los 90 e inicios del 2000 se ha calmado. Un descenso térmico ha demostrado el peso que siguen teniendo obra y artista como elementos de mayor relevancia para construir la experiencia estética. Un vistazo a vuelo de pájaro al panorama exhibitivo nacional entrega relatos curatoriales que colocan al centro las obras por sobre procesos y archivos (la excepción son artistas como Pablo Langlois, Mónica Bengoa o Voluspa Jarpa).
Un cauce paralelo han propuesto algunas instituciones artísticas que se han entregado con mayor vigor a la investigación, teniendo como plato fuerte de la oferta cultural reconstrucciones históricas basadas en cartas, manuscritos, revistas, entrevistas, afiches, es decir, todo el universo de la cultura material (fuentes escritas, visuales y orales). La bandera de lucha de este proceso la ha tomado el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (en el mundo de las galerías, D21 es la gran promotora).
La muestra con la que abre el año expositivo el MSSA lleva por título «Pasado inquieto» y constituye una oportunidad única para que el público pueda acceder a una constelación totalmente desconocida de prácticas curatoriales y museográficas que han respondido desde la década de los 60 del siglo XX a los contextos de violencia, terror y conflicto bélico. Lo cierto es que las crisis de un mundo globalizado fueron un aliciente clave para algunos artistas y constituyeron un verdadero paraguas bajo el que toda la vida cultural tomó forma.
Curada por Kristine Khouri y Rasha Salti, «Pasado inquieto» relata las experiencias más significativas de museos de la resistencia o solidaridad en el globo. El espectador del MSSA podrá navegar por una infinidad de documentos que lo transportarán al Oriente Medio, a la Europa sesentera, al Japón comprometido, al África del Apartheid y a la Latinoamérica con deseos de autonomía.
El relato comienza con la «Exposición Internacional de Arte en Solidaridad con Palestina», continúa con un capítulo dedicado a la Asociación Japonesa Afro-asiática Latinoamericana de Artistas, pasando por la presencia radical del muralismo en exilio de artistas chilenos, hasta llegar a las propuestas urbanas del colectivo italiano L’Alzaia en los sesenta y setenta, y al Apartheid Non! Festival Internacional de Arte de Japón hacia fines de los 80. Incluye una sala dedicada al caso del Museo de Arte Latinoamericano Contemporáneo de Managua / Solidaridad con Nicaragua (un símil del MSSA). Mención aparte merece la intervención de Ernest Pignon-Ernest de 1974 en reacción al racismo en Sudáfrica (a inicios de los 80, este artista visitó Chile realizando acciones gráficas en el espacio público).
Si algo debe señalarse respecto de esta fascinante exposición es que carece de matices. El mundo que dibuja es uno poblado de actos bondadosos frente a enemigos infatigables. A casi treinta años de la caída del Muro de Berlín, el relato histórico sigue percibiendo una realidad en blanco y negro, cuando todo acontecimiento o proceso se habita en una infinita gama de grises: bastaría develar la relación entre arte y propaganda o bien en la culpa de países con pasado imperialista.
Museo de la Solidaridad Salvador Allende (Av. República 475. Teléfono: 22689-8761) Hasta el 12 de agosto