

La populosa comuna está inmersa en un silencioso proceso de nutrición de su comunidad. Y su festival de teatro, el más largo de enero, es la punta del iceberg de un fenómeno que mucho tiene que contar y un gran ejemplo que ofrecer.
Por Marietta Santi
Fotos Patricio Melo
En medio de la sobresaturación de ofertas teatrales en el primer mes del año, liderada por Santiago a Mil, destaca un actor nuevo: el Festival Quilicura Teatro Juan Radrigán. Desde hace tres temporadas que este encuentro se esfuerza por llevar artes escénicas de primer nivel a los quilicuranos, dejando atrás ofertas comunales que apuestan por comedias simplonas y efectistas. En Quilicura, de forma gratuita, la comunidad puede disfrutar durante 25 días de obras premiadas por el Círculo de Críticos de Arte, alabadas por la prensa especializada, y también de algunas escogidas de Santiago a Mil.
La versión 2019, que se realizó entre el 3 y el 27 de enero, programó 33 obras en 9 sectores de la comuna, y reunió a 45.600 espectadores. Ellos disfrutaron, además, de elencos formados por destacados actores, como Francisco Reyes, Daniel Antivilo, Paola Volpato, Alejandro Goic, Ignacia Baeza, Gaby Hernández, Tamara Acosta, Alejandra von Hummel o Álvaro Rudolphy.
Esta vez se sumó un circuito Off, con obras recientemente presentadas en la Muestra de Dramaturgia. Y también hubo espectáculos musicales y de danza, como «El Arrebato», nueva entrega de la bailaora Natalia García Huidobro.
Otra línea importante es la producción y co-producción. En la primera área se ubica el pre-estreno de «Lear: el rey y su doble», de la dramaturga Flavia Radrigán, quien destaca: “Presentarse en el Festival es participar de la transformación de espacios abiertos y comunitarios en lugares de reflexión. Es un trabajo que nace gracias al desarrollo cultural de una comuna”.
En la segunda línea se cuentan las obras «Réplica», inspirada en la inteligencia artificial y estrenada en 2018, y «Greta», que se pre estrenó en el Festival y se sumerge en la vida de las ballenas. Ambas son oproducidas por Quilicura, Teatro del Lago y Puerto de Ideas.
Mauricio Novoa, Director Ejecutivo de la Corporación Cultural de Quilicura y cabeza de la producción del Festival, precisa: “Los ejes que guían la programación responden a calidad artística, lenguajes diversos, contingencia de los contenidos, el atractivo de los montajes y el reconocimiento a actores y actrices con trayectoria. Hemos trabajado con el interés de dar visibilidad a creaciones de compañías nacionales y de la comuna, programando creaciones de reciente estreno. La mayor parte de las obras que presentamos son estrenos del último año, pero también incluimos montajes de temporadas anteriores que en su momento no pudimos tener”.

Francisco Reyes y Daniel Antivilo en «Lear: el rey y su doble», de la dramaturga Flavia Radrigán
¿Resultado de este trabajo? Una comunidad atenta a la programación, que se prepara para el Festival. El público espera horas tranquilamente antes de cada función, comiendo cabritas, revisando el programa de mano y comentando la obra del día anterior. Eliana Parra (66), María González (62) y Juana Peña (65) dejaron a sus maridos en la casa y arrastraron a sus nietos adolescentes:
“Es una gran entretención para una, que es dueña de casa y no tiene vacaciones”, dice María. Juana, su vecina, agrega: “Antes nos traían puras cosas para reírnos, que no está mal, pero mejores son estas obras, que hacen pensar”. Eliana asiente y comenta: “Con el Festival nos sentimos parte de la cultura de Chile. Los pobres no somos tontos, nos damos cuenta de que estas obras son mejores”.
Hambre de cultura
El Festival Quilicura Teatro es el más extenso de Chile y de Latinoamérica. Tiene 29 años de vida, pero sólo desde que se creó la Corporación Cultural, en diciembre de 2015, tomó las características que lo
distinguen de sus pares.
Juan Elviro Carrasco, alcalde de la comuna y gran promotor del Festival, explica que la razón del cambio fue una conversación con el dramaturgo Juan Radrigán: “Lo convocamos a formar parte del primer directorio de la Corporación. Con su estilo directo, Juan nos dijo que colaboraba siempre y cuando se tratara de teatro de calidad, que no pasaba nada con las comedias. Enfatizó que desde el dolor se crecía, por lo que tanta obra para reírse no servía de mucho”. Como Radrigán murió en 2016, la primera edición del remozado Festival fue bautizada con su nombre, y cada año se hace una cita a su memoria.
El edil, que no se pierde función y se multiplica cada noche entregando recuerdos a los artistas, cuenta que no le costó encantarse con la idea de “traer teatro de primera línea, del que se ve en Las Condes, Providencia o Bellavista, y que cuesta, en promedio, $12.000 a nuestros vecinos. El Festival surge de los barrios, que pidieron ser integrados. Es parte de nosotros, mueve a la comunidad entera, desde el que estaciona vehículos hasta el que vende cabritas. Todos se preparan”.
Precisa, además, que la iniciativa integra un proceso que tiene que ver con darle herramientas a la comunidad: “Tenemos la Escuela de Música Enrique Soro, con 600 alumnos; y el Centro Musical Valentín Trujillo, con sala de ensayo y estudio de grabación, ambas instancias gratuitas. La escuela de danza, la compañía de teatro Huellas, integrada por jóvenes; los malones culturales, donde el municipio aporta el espectáculo y los habitantes la comida. En fin, son varias las iniciativas”. En ese contexto, el alcalde Carrasco asegura que más que un experimento, el Festival es “una necesidad. Acá hay hambre de cultura”, destaca.
Para concretar el Festival, la Corporación necesita reunir alrededor de $8.000 por asistente, lo que se logra con la colaboración del BCI vía Ley de Donaciones, fondos concursables y aporte municipal. “Es un arduo trabajo”, acota Mauricio Novoa. Y cuenta una primicia: ya está a punto el diseño de una sala subterránea, con tecnología de punta para 400 personas, en el sector del Centro Cultural. Con planos aprobados, el proyecto está en la etapa de
levantamiento de recursos.
“Las iniciativas integran un proceso que tiene que ver con darle herramientas a una comunidad que tiene hambre de cultura”, señala el alcalde Juan E. Carrasco.
La dramaturga Flavia Radrigán destaca el enorme trabajo de gestión detrás del quehacer comunal, y está feliz de que un festival con el nombre de su padre esté potenciando a los vecinos: “La línea curatorial da cuenta de la ausencia de prejuicio y de la altura cultural a la que debemos aspirar. La reducción de los conceptos de esparcimiento, diversión y cultura a lindes de risa fácil, de no comprometer sentimientos ni emociones, nos tiene aplastados. Es vergonzoso encasillar a los habitantes de una comuna alejada del centro en la idea de que sólo buscan pasar el verano olvidando el ‘castigo’ del trabajo sin esfuerzo intelectual”, dice.
Ximena Carrera ha estado en el Festival de Quilicura como actriz (en «Réplica») y como autora (en «Greta»), y se muestra maravillada con las audiencias, que pueden superar las 1500 personas: “El actuar frente a un público tan atento y al mismo tiempo masivo, es un privilegio. Como dramaturga, me ha sido muy útil poder escuchar textos que a veces están recién viendo la luz, como fue el caso de «Greta», frente a tantos espectadores y poder tener una respuesta”.
Para ella, el principal valor del Festival radica en que año a año “hace un enorme esfuerzo desde lo financiero, pasando por lo técnico y logístico, para seleccionar obras de la cartelera nacional que puedan ofrecer un amplio espectro cualitativo a un público al que, por distintos motivos, se le hace difícil poder asistir a obras durante el año. Quilicura es una comuna que tiene la mirada puesta en sus propios habitantes, una intención evidente de mejorar la calidad de vida de quienes la habitan, yendo más allá de los cánones tradicionales”.