

Fernando Peñaloza y su pintura habitada desde la vivencia, la democracia, la esperanza. “Soy un rapero que hace pintura”, dice. Esta es su primera exposición en la Galería Patricia Ready.
Por_ María Dolores Silva Rodríguez

«Party»
Esmalte al agua y pintura acrílica sobre madera. 37 x 26 cm. 2019
Cuando me enfrenté por vez primera a las pinturas de Fernando Peñaloza (1995) no sé qué me impactó más, si el contenido, la profunda relación entre lo que expresa y los medios que utiliza, o la distancia dolorosa entre esa realidad: niños y adolescentes en hogares del Sename, la cárcel, traficantes, adictos, las galerías de los estadios, enfrentamientos con carabineros, paisajes urbanos desolados, donde la Naturaleza pareciera haber olvidado brotar para ofrecer, junto con su sombra y protección, matices que desbordan la mirada en Santiago Oriente, presumiendo infinitas tonalidades verdes en primavera, gamas de amarillos, ocres y hasta bermellones en otoño. Los rasgos apenas esbozados, las capuchas que ocultan rostros, los trazos certeros que en escasas pinceladas capturan una realidad que evitamos ver, que nos incomoda, que invadimos con prejuicios, que es invitada cotidiana en la crónica policial de los noticiarios de televisión, nos interpela en la fuerza de la plástica, con la absoluta relación entre forma y contenido, mostrando la vulnerabilidad desde el soporte hasta los colores, con la maestría de quien puede expresar una realidad vivida, una experiencia que se lleva en la piel, de manera absolutamente genuina y espontánea.
Peñaloza nos habla en su obra de Santiago Sur, de Puente Alto, de aquellos que están en desventaja antes de nacer, de la sobrevivencia, de la muerte que acecha en la precariedad y se aferra a los jóvenes “clonaos”, anestesiados con la “keta”, los patrullajes de carabineros, los ajustes de cuentas, la cultura narco que se ha instalado y apoderado de los marginados, aquellos a quienes no llegan nunca las promesas electorales y sobreviven legando una herencia de vulnerabilidad, resentimiento y frustración, que no conoce tregua.
Una segunda mirada, esta vez plástico-teórica, afina la pupila para observar que el artista utiliza el tema para resolver un problema plástico. En «Party», su obra símbolo, transmuta y sublima la realidad, logrando un equilibrio perfecto entre forma y contenido. Es su obra más acabada compositivamente, donde representa y personifica el antagonismo entre luz y sombra. La luz desciende con toda su fuerza sobre las sombras, disputándose dos figuras cuya corporeidad se funde en la oscuridad, rescatando con un violento empaste de luz la gorra, manos y detalles de vestuario. El tema queda supeditado a una religiosidad que se apodera de la estética, como si estuviéramos frente al eterno dualismo entre el bien y el mal, entre el paraíso y el infierno. La luz, con su poder redentor, sublima la acción del consumo de drogas para posicionar las manos que muelen la marihuana para fabricar un «pito» como un centro de gravedad en el espacio plástico, que logra equilibrio y tensión con las clásicas tiras de la ropa deportiva. Una mediatinta trasversal soporta las formas. Un color cálido, rojo, asociado a la vida, incorpora al joven, mientras un frío azul ambivalente estructura los brazos de quien colabora en el proceso en medio de este “carrete» puentealtino que Fernando ha capturado con magistral precisión. Una gorra oscura oculta completamente a este personaje, equilibrando armónicamente la composición, resistiendo la luz, tensionando tanto el tema como la estructura compositiva.

«Misiva»
Esmalte al agua, látex, acrílico y spray sobre madera. 94 x 75 cm.
2020
En estas obras, las estructuras se arman con trazos rápidos, espontáneos, sueltos, escaso cromatismo, empastes de luz y extensas bases de mediatinta. ¿Se le podría exigir color a esta realidad? ¿Tendría sentido? Parece que todo concuerda en su discurso: el color y la forma, el esbozo de los rostros que son invisibles para la sociedad, los cuerpos ocultos bajo polerones, capuchas, enormes zapatillas Adidas o Nike, el desenfado, la espontaneidad, la vida recorrida en las calles, las carencias, las armas, el desamparo y la falta de oportunidades expresadas en su propia jerga, la de los “flaites” atrapados que canta el Trap en sus tres notas musicales que repiten obscenidades, la irreverencia lingüística, el “coa”, la pérdida del miedo, el “corazón valiente” necesario para poder vivir otro día igual al anterior, donde una frágil mediatinta parece sostener la vida, los sueños, las esperanzas deslucidas.
Las pinturas de Fernando Peñaloza, pequeños formatos en madera, con técnica mixta en acrílico, látex y esmalte al agua, desafían y se abren paso en el pluralismo de la contemporaneidad (que apuesta por materialidades y procesos conceptuales, crípticos, abstractos, entre otros, que muchas veces escapan a nuestra comprensión con sus discursos teóricos) con su: “Siempre cuneta, nunca Nelly”. Su arte carece de grandilocuencia, pero es capaz de inquietar y doler en su sinceridad.

«Siempre»
Esmalte al agua, látex y acrílico sobre madera. 76 x 80 cm
2020
Es una obra genuina, sin artificios, frágil, descolorida, intensa y cruel, como la realidad que viven sus personajes. Nada es inventado, nada es ficticio. Es una obra realista, contingente, capaz de llegar sin mediaciones, atropellando los sentidos, provocando, interpelando, condición imperativa del arte contemporáneo, que busca suscitar una reflexión en la denuncia que se instala ante nuestra mirada y no podemos soslayar.
Fernando habla con la certeza y espontaneidad de quien ha vivido todo lo que puede enseñar la calle y sus vivencias, contadas con naturalidad, son ajenas, inhumanas. Nada de lo que dice deja indiferente. Tiene la resiliencia de quien ha logrado levantarse para, con esfuerzo y voluntad, cambiar un sino que parece tener atrapados a muchos de sus amigos. Titulado en Artes Visuales en la Universidad Diego Portales, se inició en el arte a los trece años cuando descubrió el grafiti, su pasión. Formó junto a un grupo de artistas el Colectivo Cuneta, que trabaja los espacios públicos y periféricos de la capital, con intervenciones y talleres en los Centros de Internación Provisoria del Sename. Ha expuesto de manera colectiva en el Centro Cultural Matta, en la Biblioteca Nicanor Parra y en la Plaza La Trilla de Puente Alto.
«Róbate el cielo» es su primera exposición individual en la Galería Patricia Ready, trabajo que ha estado realizando en colaboración con Francisco Yávar, junto con el lanzamiento de su primer libro, que incluye pinturas y textos que nos introducen en una realidad que jamás quisiéramos vivir.