

La nostalgia por el pasado puede beber de la atmósfera lárica de Jorge Teillier o de la épica de Patricio Guzmán. Sin embargo, lo cierto es que sus maneras son tan diversas como lo es el gusto por lo nuevo en la actual cultura de masas. Todo lo que el avance del progreso ha desechado, por una vía u otra, cobra una nueva vida. El espíritu lazariano recorre el ADN de la humanidad desde el nacimiento de la consciencia de la finitud hasta los revival y remakes de la Modernidad de los siglos XIX y XX.
Una iniciativa de gran imaginación y creatividad ha surgido en 2018. Se trata de un container remodelado como taller multiuso que aprovecha la olvidada infraestructura ferroviaria para la movilización de diversas experiencias culturales, como talleres de cine, pintura e investigación in situ, promoviendo en una ciudadanía hambrienta la reconexión con el pasado y la curiosidad por su entorno inmediato.
Liderado por un equipo interdisciplinario de profesionales jóvenes (Daniela Gutiérrez, Silvia Navarrete, Evelyn Ortiz y Ana Rodríguez), «Trenzando» se basa en un doble y certero diagnóstico: por un lado, las huellas del pasado son clave para la construcción del futuro; y, por otro, pueden servir como elementos de movilidad, en el más amplio sentido de la palabra –física, social, cultural, artística–. En vez de pensar el arte como mecanismo de fijación, registro, catastro y salvaguarda del patrimonio, su ejercicio debe servir para la activación y la atención diaria, no de parte de un Estado omnipresente sino de un cuerpo expandido y diferido en la comunidad.
En su primer recorrido, «Trenzando» llegó a la pequeña localidad de San Rosendo, en la Octava Región, a orillas del antiguo borde colonial. A través de un proceso de participación ciudadana, el equipo entró en contacto con niños, jóvenes, adultos y ancianos, y puso a disposición el container como nodo para la creatividad, el encuentro y la discusión crítica. Mapeo colectivo, cortometrajes, talleres de gestión, entrevistas, y otras instancias que desde abril a julio del 2018 tuvieron a los san rosendinos convertidos en exploradores y comunicadores de su historia y actualidad.
Sin duda, el arte se encuentra en un momento de crisis institucional; letargo que, quien sabe, puede ver nacer nuevas e inesperadas formas. Las experiencias más significativas de los últimos años han sabido utilizar las debilidades como fortalezas: la aislación territorial como fuente para residencias en Casapoli, Puerto Yartou, Islaysén; las zonas de máxima diversidad cultural como aliciente para la creatividad en los programas de Rodolfo Andaur, en la experiencia Hawaupi, o en la Semana de Arte Contemporáneo (SACO); la escasez de infraestructura cultural como aliciente para espacios flexibles en Sala de Carga, Móvil, Galería Callejera.
Chile es un país extenso, delgado y montañoso. Esta “loca geografía” ha derivado en un centralismo a todo nivel. Este 2019, «Trenzando» espera llegar a las localidades de Yumbel, Ránquil, Tiltil y Ocoa, situadas en cuatro regiones del centro del país. Su modelo puede servir para pensar tanto la reconversión de importantes arquitecturas en desuso de estaciones o maestranzas como también recuperar el valor histórico de esas líneas geométricas en el paisaje, con la vista en que en 2020 se cumplirán 50 años de uno de los hitos más emblemáticos de la euforia de inicios de los 70: el Tren de la Cultura.
Por Ignacio Szmulewicz R.