

Durante septiembre se exhiben en AMS Galería veintiún fotografías del prestigioso fotógrafo francés, que datan desde los años treinta a los noventa, y recorren buena parte de su trayectoria. Se pueden apreciar sus singulares fotos de calle, de viajes, escenas históricas y retratos.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
Poesía, contingencia, rigor y magia se combinan en las fotografías de quien ha sido llamado el padre del fotoperiodismo, Henri Cartier-Bresson (1908-2004), un hombre cuya existencia atravesó casi todo el siglo XX. Y de éste supo captar la tragedia, el humor y la belleza de instantes que conformaron la gran historia universal, pero también la pequeña historia, la vida cotidiana de simples hombres, mujeres y niños inmortalizados en su obra. Dos ímpetus contrarios que se complementan, como puede apreciarse en la exposición en AMS Galería. Ésta contempla escenas de perros de la calle y un matrimonio del París de los años treinta, rituales religiosos en España y Polonia de mediados de los cincuenta; exóticas o curiosas fotos de viaje, en Leningrado, México e India, de los sesenta a los ochenta; y una fascinante galería de retratados, entre ellos destacados intelectuales y creadores de la época, hasta fines de los noventa. Sobresale el pulcro y depurado montaje que otorga un carácter intimista a esta importante muestra fotográfica de un artista que hoy es parte de nuestro patrimonio universal.

«Varsovia, Polonia», 1956. Fotografía en gelatina de plata, 30 x 40 cm. © Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Las obras provienen de la Galería Claude Bernard, una de las más tradicionales de París, enclavada en el corazón de Saint-Germain-des-Prés desde 1957, a pasos de la Escuela de Bellas Artes. La actual exposición en Santiago constituye un nuevo fruto de la larga y fructífera colaboración entre ellos y AMS Galería, y recibe el apoyo de Magnum Photos, agencia cofundada por Cartier-Bresson en 1947.
“Claude Bernard es uno de los galeristas más antiguos y connotados de París, fue el descubridor de artistas de la talla de Bacon o Freud, y hemos trabajado por años juntos. Siempre me ha apasionado la obra de Henri Cartier-Bresson y pensamos que era el momento de traerlo a Chile, ahora, que abrimos nuestra primera exposición presencial del año”, destaca Ana María Stagno, directora de AMS Galería. Ella precisa que pocas veces han montado exhibiciones de fotografía, y como esta disciplina está desarrollándose con fuerza en Chile y ha surgido toda una nueva generación de fotógrafos, le pareció que esta muestra del emblemático artista sería un aporte. “En especial para aquellos que no pueden ir a ver la obra de Cartier-Bresson al extranjero”, subraya.
Ana María Stagno y Claude Bernard seleccionaron las obras para esta exposición que por título lleva sólo el nombre del artista. A la galerista chilena le gustan particularmente los retratos de CartierBresson: “Se mete en la piel de las personas, es muy sensible”, dice, y escogió entonces los de personajes que fueran conocidos en Chile. Por ejemplo, los escritores William Faulkner, Samuel Beckett o André Malraux, este último captado en un plano ligeramente picado, lo que es bastante original y hace resaltar la penetrante mirada del autor de «La Condición humana». Repite este efecto en el retrato del pintor Lucian Freud, y otro aspecto interesante es que casi todos los artistas (incluyendo también a Max Ernst, Balthus y Stravinsky) son captados en actitudes muy naturales, poco posadas, al ritmo de sus labores cotidianas. El único de ellos que se muestra sonriente es Tenzin Gyatso, el Dalai Lama, los otros parecen absortos en sus pensamientos, en sus mundos interiores, y pocos miran a la cámara.

«Samuel Beckett», 1964. Fotografía en gelatina de plata, 30 x 40 cm. © Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
Decisivo y único
Al momento de decidir su porvenir, un muy joven Cartier-Bresson se negó a incorporarse a las prósperas empresas familiares, y decidió formarse en pintura con el cubista André Lhote (1927/8). Fue compañero de ruta de personajes como André Breton y Max Ernst, surrealistas y militantes, y por cierto le encantaba también la palabra. A la que llega mediante bellos comentarios y definiciones de su oficio, que han inspirado y guiado a fotógrafos de los cinco continentes.
“Doy vueltas en torno al sujeto como el árbitro en un combate de box. Somos pasivos ante un mundo en movimiento, y nuestro único momento de creación ocurre en la fracción de 1/25 de segundo en el que apretamos un botón, el instante en que todo cambia, donde cae el cuchillo”, escribió Cartier-Bresson. Él llamó a esa fracción de tiempo excepcional en la que ocurre y se plasma una obra fotográfica, “el instante decisivo”. Se transformó en su lema, su epitafio y su legado al mundo del arte, aunque a él no le gustaba que lo redujeran a eso. Sin embargo, en este simple concepto se resume un siglo de oficio. Implica perseguir con ahínco imágenes “que salgan de lo común”; de hecho, antes de viajar como fotorreportero por el mundo entero, a los veintidós años Cartier Bresson se fue a África y tomó en Costa de Marfil las primeras fotos que publicó. A los veinticuatro recorrió Francia y el sur de Europa, para seguir buscando esos instantes que parecen aflorar espontáneamente de su Leica, que adquiere en 1932 y que se mitifica junto a él.
A la vez, identificar cuándo una escena tiene potencial para convertirse en una obra de arte no sólo depende de la observación y de la voluntad, sino también del estar en el lugar adecuado en el momento correcto, con la cámara preparada. Y él puntualizaba que ésta “era la prolongación de mi brazo”. También depende de disparar a una velocidad determinada, con la luz requerida, y con un buen encuadre; al respecto, sus composiciones son celebradas por lo ingeniosas y artísticas. Cartier-Bresson marcó pauta. En resumen, muchos factores inciden en su obra, y dependen del profesionalismo y ojo del fotógrafo, pero también del azar, de la circunstancia imprevista. Además, el milagro visual se consigue a fuerza de perseguirlo, a fuerza de tener los sentidos aguzados todo el tiempo.

«André Malraux», 1968. Fotografía en gelatina de plata, 30 x 40 cm. © Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos
“Pienso que hay algo muy mágico en la fotografía análoga y la forma en que logra captar ese instante, el momento preciso de un sentimiento o situación. El agudo espíritu de observación de Cartier-Bresson lo llevó a convertirse en el gran testigo del siglo XX; cuando vemos los retratos de Malraux o Balthus, se ve que hay una admiración real de parte del fotógrafo hacia esos personajes, lo que nos permite a nosotros admirarlos también”, agrega Ana María Stagno.
Sensibilidad y geometría
Cartier-Bresson fue apresado en 1940 por los alemanes, logró escapar en 1943 y documentó esa experiencia. Cuatro años después, fundó con varios colegas la agencia cooperativa Magnum Photos, y la misión del comprometido autor consistió en surcar el mundo: captar el pulso y las imágenes que definen la época, desde el funeral de Ghandi en India a la revolución China y los conflictos de una sociedad marcada por un consumismo que se esmera en denunciar. A partir de 1968, se vuelve más reposado y contemplativo, retomando el dibujo, el que considera un arte asociado a la meditación. No abandona su cámara, pero ahora puede fotografiar sin presión. Afirma: “La cámara fotográfica es para mí una croquera, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad (…) Para ‘significar el mundo’, hay que sentirse implicado en aquello que captamos a través del visor. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Para llegar a la simplicidad expresiva se requiere economía de medios, y, especialmente, olvidarse de sí mismo”.
Finalmente, resume en cinco palabras lo que para él representa la fotografía: “Es una forma de vida”.
Foto portada: «Jóvenes recién casados, Joinville-le-Pont», 1938 Fotografía en gelatina de plata, 40 x 30 cm © Henri Cartier-Bresson / Magnum Photos