

El 13 de diciembre la connotada artista enterará un siglo de existencia. Al margen de todo aspaviento,sigue pintando, riendo y reflexionando sobre su larga trayectoria en su casa de avenida Perú, donde se hizo un tiempo para hablar de su arte y de su vida.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
Una ventana de su dormitorio, que da hacia los árboles del cerro San Cristóbal, es el lugar que Ximena Cristi ha escogido para anidar durante estos últimos tiempos. Como una mujer pájaro, de alas ancianas pero poderosas. Porque, para ella, la capacidad de mirar lo es todo. Hoy, tras un año de pandemia, su dormitorio alberga también su taller, y es su mundo entero el que se resume en esa venta- na. Una que la rescata de la urbe para llevarla de vuelta a su infancia, a sus espacios privados, a los vivos colores que afloran en su pintura, a su inextinguible impulso creativo.
Se siente muy bien, “a Dios gracias” –agrega ella–, y la mañana que conversamos (por teléfono, obviamente) confiesa que ni siquiera se había percatado de que estaba a punto de transformarse en una persona centenaria. “Antiguamente no se le daba tanta importancia a esto de tener tanta edad”, reitera la artista con el tono de quien se siente cómodo en su piel, y en su hogar. Es en la intimidad de esta casa/taller, que habita desde 1966, donde se ha gestado su delicada y sugerente pintura de las décadas recientes.
Si bien su nacimiento, hace un siglo, ocurrió en Rancagua, ella manifiesta que eso es “relativo”. “Mi familia siempre fue de Santiago, pero mi papá era agricultor y estaba trabajando unas tierras en Rancagua. Conoció allí a mi mamá, por eso nací en dicha ciudad, lo que es circunstancial. Sin embargo, cuando me preguntan los rancagüinos, yo le doy mucha importancia al hecho de haber nacido en Rancagua. Eso es política, ¿no?”, manifiesta, en medio de una alegre carcajada.
“Me ha servido mucho esto de ser rancagüina –prosigue–, porque en provincia se suele exaltar a la gente, en cambio en Santiago, hay tantas preocupaciones y tumulto que las personas pierden su centro”.
De su infancia, recuerda que pasaba mucho tiempo en cama, primero para que no se enfermara, y luego para que se recuperara bien, “porque la convalecencia es más peligrosa que la enfermedad, entonces la cama para mí era un recinto, era un mundo. Como ahora, que he vuelto a pasar mucho tiempo en cama, y tengo la suerte de tener una linda ventana que da a la ladera del cerro, y esa ventana es como entrar, no al universo santiaguino, sino al del campo, y eso me distrae mucho”. Xi- mena Cristi, de chica, escribía. “La idea de ser artista era como hablar griego, no sonaba para nada”, advierte, y claramente no la traía en los genes. “Mis padres eran personas con los pies sobre la tierra –vuelve a reír–. Yo más bien podría haber sido escritora, pero el destino se fue por otro lado”. Paradojalmente, ella fue muy bien recibida por un importante círculo de escritores encabezado por Pablo Neruda, que admiraba mucho su pintura, y Ximena era una asidua visitante de su casa de Los Guindos, en La Reina. También fue amiga de Nicanor Parra, de Juvencio Valle, y por lo demás, respecto a su obra pictórica, puede afirmarse que logró hacer versos con pinceles y colores, lo que sin duda la hermana con estos vates.
Recuerda también con mucho cariño un tilo que había en la Es- cuela de Arte de la Universidad de Chile, bajo el cual se congregaban distintos escritores y artistas; una vez más, los árboles ocupando un rol de crisol para la creación.

Ximena Cristi con sus alumnos, en la cátedra de pintura en la Escuela de Bellas Artes. Crédito: Elías Freifeld, cortesía de la familia.
Huinchas, Europa y arte
A propósito de su familia, cuenta que tuvo tres hermanos “muy habilosos”. Ella era la menor, y se autodefine como “quedada en las huinchas” (expresión de su época que significa ingenuo, torpe). “Desgraciadamente, mis hermanos fallecieron, algunos hace mucho tiempo. Por suerte hoy me acompaña mi hijo Elías, que también es artista y vive conmigo; al otro, David, lo veo menos, porque trabaja en el campo”, revela Ximena Cristi.
Tras licenciarse en Artes Plásticas en la Universidad de Chile, obtuvo una beca, y partió a la Escuela de Arte de Roma. “Esos años pasaron volando y lo que me aportaron fue la libertad. Estaba sin padres, y tenía que manejarme sola. Italia es un país maravilloso, te enseña mucho, como toda Europa. Una vez alguien como tú me preguntó ¿qué hizo usted en Europa?, y yo contesté: mirar”.
Al terminar sus estudios en Italia, partió a viajar por el Vie- jo Continente y obtuvo en España el Segundo Premio del I Salón Hispano-Americano de Pintura (1950), hoy un reconocimiento que casi no recuerda. “En realidad, son los premios que he recibido en mi ciudad, en Santiago, los que realmente importan, porque aquí está la gente que te conoce, y estás en tu centro. Allá uno es más anónimo. Por cierto, los premios sí son muy importantes para un artista, porque son sus títulos. Un artista no se recibe de la carrera de arte, sino que, a través de sus premios, sus valores se van afirmando. Pero, con los años se van olvidando. Pasa el tiempo, y lo único real es el entorno familiar”.
Fue en la Escuela de Bellas Artes donde conoció a su marido, el escultor e ingeniero de origen rumano, Abraham Freifeld, que llegó muy joven a Chile con su familia, huyendo del nazismo (falleció en 2011). “Él dejó su pasado atrás y se integró al país. Nos presentó un personaje que se llamaba Jack Pérez. Fue donde Abraham y le dijo: ‘¡pero tú no conoces a la gran artista Ximena Cristi!’ y me elevó al cielo; luego vino donde mí e hizo lo mismo, ‘¡no conoces al escultor del siglo, Abraham Freifeld!’ Así nos conectó”, evoca con humor.
El arte fue un vector de unión entre ellos y si hay algo que ella agradece y valora de la relación con su marido es el profundo respeto mutuo que se tenían, en particular respecto a sus obras. “Él no se inmiscuía en mis cosas personales, él pensaba que el arte era un campo privado. Éramos seres que funcionábamos en paralelo, pero autónomos”.
Si bien Ximena Cristi formó parte de ciertos grupos, como “el de los cinco”, que creó Ramón Vergara a comienzos de los años 50 e incorporó además a Ma- tilde Pérez, Aída Poblete y Sergio Montecinos, ella reconoce que siempre fue una persona independiente y eso lo aplicó también a su faceta creativa.
Retrospectivas
De sus exposiciones, recuerda con particular interés una de las primeras de las muchas retrospectivas llevadas a cabo, que se le hizo en el Museo de Arte Contemporáneo, en 1981. “Se llamó «Dos épocas» y me gusta mucho esa exposición, porque mostraba el camino que había tomado. Mientras uno está vivo, hay que enfocarse en el cambio”.
Por lo mismo, ella dice que no se ha fijado en un estilo, “porque la vida no se estanca, es un devenir, siempre uno está sujeto a cambios, a influencias, a retrocesos. Es como la existencia, que no tiene una sola dimensión, y cada mañana es un nuevo día. Siempre se debe estar empezando”, recalca con convicción.
Sus maestros fueron varios, al primero que cita es a Carlos Pedraza. “Cuando entré a la Universidad –en 1939–, muy pronto estalló la guerra, y muchos profeso- res, como él, que estaban a punto de irse al extranjero con una beca, se quedaron, lo que fue una suerte para mí. Mas, cuando yo ingresé al Bellas Artes, tres artistas eran los maestros: Jorge Caballero, Pablo Burchard y Augusto Eguiluz. Los tres tenían talleres diferentes. Caballero era el más moderno, el que afirmaba la van- guardia. Sin embargo, yo puedo decir que la vida fue mi maestra”, asegura.
Por otra parte, Ximena Cristi ejerció la docencia durante décadas, hasta su jubilación, a mediados de los ochenta; en tanto, su marido fue exonerado de la Escuela de Arte de la Universidad de Chile en 1973. “Antes se creía que el arte no se enseñaba, que sólo se podía aprender su historia, sus bases. Pero a la vez se le daba mucha importancia a la labor de los profesores”, declara. Ella misma, hace unos años dijo “el que enseña aprende”, lo que sigue encontrando válido. “Escribir también es fundamental porque cuando uno escribe algo, lo afirma, lo vuelve realidad”, puntualiza.
Otro concepto que ella explica es cómo su pintura nace a partir
del caos: “Uno pinta y pinta y queda una base a partir de la cual hay
que comenzar de nuevo, tal como si el mundo que representa esta pintura cayera en un caos, pero uno que es necesario para poder recuperarse y crearse”.
Ahora, cuando se le pregunta a Ximena Cristi qué consejo daría a artistas jóvenes que estén comenzando sus trayectorias, reflexiona un par de segundos y luego responde con certeza: “Yo fui profesora muchos años, y lo que más transmitía a mis alumnos era el concebir la libertad: no encasillarse en una academia, sino aprender ser libre para crear y ser libre para vivir”.
Finalmente, surge una pregunta espontánea: “¿Y por qué pinta usted?”. Ella sonríe y contesta: “Si no pinto, yo no respiro. Si no pinto, no miro, y si no miro, tampoco respiro…”.

«El Presagio», autorretrato pintado por Ximena Cristi en 1973. Colección de la familia Freifeld Cristi Crédito: Elías Freifeld
Homenajes:
“Como Museo Nacional de Bellas Artes nos unimos a la cele- bración del centenario del nacimiento de Ximena Cristi. Una de nuestras artistas más grandes. Hace poco adquirimos una obra suya para enriquecer nuestra colección. Con talento inigualable, Ximena Cristi fue capaz de transformar un rincón cualquiera, muchas veces de su propio entorno doméstico, en un universo pictórico poético. Gran colorista. Para ella una silla, una venta- na, un gato, una flor se transmutan en personajes iluminados por una trascendencia pictórica que nos hace mirar la realidad más banal con nuevos ojos”.
Fernando Pérez – Director del Museo Nacional de Bellas Artes
“Cumpliendo con nuestra misión de visibilizar a las mujeres artistas chilenas en todas las disciplinas de las artes, el Capítulo Chileno del National Museum of Women in the Arts, celebra con orgullo el centenario de la gran Ximena Cristi.
Ella es un referente fundamental del rol de las mujeres en el desa- rrollo del arte en nuestro país. Su contribución en la re significación del paisaje en la pintura chilena, búsqueda de nuevos lenguajes artísticos y labor docente por más de 30 años, en un contexto principalmente masculino, son innegables y dignos de mantener en nuestro imaginario con una presencia constante y perdurable”.
Drina Rendic – Presidenta del Capítulo Chileno del NMWA
“No fui alumno de Ximena, pero me llamaba mucho la atención la admiración de sus alumnos hacia ella. Vivimos una época álgi- da y ella tenía una voz fuerte, un discurso muy profundo respecto a lo que era la construcción de una obra. Me tocó conocerla más cuando tuve taller muy cerca de Abraham Freifeld y comencé a ir a su casa: ella inundaba todo con su presencia, lo que se vivía en su hogar era muy especial.
Como artista, la encuentro notable; su producción es muy im- portante y en el MAC tenemos obra muy buena suya. Cuando
le hicimos la última retrospectiva acá, que inauguramos un poco después del terremoto de 2010, se llenó de visitantes. Fue muy emotivo. Lo único lamentable es que Ximena Cristi es ‘el Premio Nacional de Arte no otorgado’. ¡Esa una deuda país hacia ella!”
Francisco Brugnoli – Director del Museo de Arte Contemporáneo
Ximena Cristi con sus alumnos, en la cátedra de pintura en la Escuela de Bellas Artes. Crédito: Elías Freifeld, cortesía de la familia.
“Antes de ir a mis estudios de arte, pasaba siempre por la casa de Ximena. De ella me impresionaba su austeridad y entrega al arte como forma de vida. Destaco su espíritu inquieto, la capacidad de observar las vanguardias europeas y desafiar el arte con la sencillez y cotidianeidad como temática, además de su habilidad en el dibujo, la perspectiva y el color. Su obra envuelve en una atmósfera íntima, tiene una impronta personal inconfundible, y me encanta esa cosa chilena que tiene su trabajo. Mi cuadro favorito es «Ciclistas»”.
Patricia Ready Galerista
“Aprecio la íntima relación de Ximena Cristi con su trabajo
de arte, que acentúa su retrato psicológico al resguardar, en la intimidad de su yo, el silencio contemplativo y embellecedor de la realidad que se prolonga en el acto de pintar”.
Milan Ivelic Crítico de arte
“Admiro su independencia. Lo más que retengo de ella es que dejó la academia y se refugió en su casa. Esa fue una acción de gran audacia, porque se sustrajo de la mediocridad del ambiente universitario.
Ella decidió retirarse para no tener que vivir en la lucha cons- tante por tener cursos. Se fue a su casa. Armó, entonces, una pintura muy interior. Defensiva. Ella lo entendió de un modo ejemplar, pero muy secreto. Sus interiores, son su mundo. Y a ese mundo le dio un carácter universal. Había que ser audaz para hacerlo cuando se imponía el despotismo de ‘lo colectivo’”.
Justo Pastor Mellado- Crítico de arte y curador independiente
“Ximena Cristi trata de un modo entrañable a gran parte de sus motivos, de allí la apelación al intimismo en los escritos sobre su obra. A veces coinciden el intimismo con la intimidad, me refiero a los interiores que pintó, su taller, las habitaciones de su casa. Pero el intimismo no depende de su radicación en espacios interiores, los que también podrían dar lugar a una pintura exterior, superficial. El intimismo, creo, está en la actitud y en la mirada, por eso enlazo esos tres grupos de obras de Ximena Cristi (naturalezas muertas, interiores y el jardín) bajo el signo de su interés por lo sencillo”.
Margarita Schultz Curadora y teórica del arte
“Conocí a Ximena Cristi en la Escuela de Bellas Artes y siempre me impresionó por su paleta, rojos y verdes, colores puros, y por lo bondadosa en el trato con los alumnos. Muy reservada, pero a la vez con fuertes opiniones frente al arte y al desarrollo cultural. Era tal la fuerza que imponía en el trazo, que lograba una obra viva. Sus temas eran afines a todos, ya que impregnaba de poesía las cosas cotidianas. Ricardo Mac Kellar era un gran admirador de ella y al menos dos obras de Cristi integran la Colección de Pintura Chilena, hoy en Santa Rosa de Apoquindo”.
Francisco Javier Court
Director General de Corporación Cultural las Condes

«Interior con sillas», ©Ximena Cristi, ca. 1952. Óleo sobre tela, 65 x 82 cm. Colección Museo de Arte Contemporáneo, Facultad de Artes, Universidad de Chile. Crédito fotográfico: Jorge Marín. Gentileza MAC.