

«Gaiamothertree», 2018 Instalación temporal de 20 metros de altura en la Estación Central de Zúrich, Alemania.
Por_ Josefina de la Maza
Investigadora CIAH, Universidad Mayor
Durante algunas semanas del verano pasado europeo, un árbol tejido de grandes dimensiones se suspendió de uno de los espacios más concurridos de Zúrich: la estación central de trenes. Desde hace varios años, diversas ciudades europeas y norteamericanas desarrollan (gracias a la participación de fundaciones o auspiciadores interesados en diversificar las experiencias del arte y la cultura y de aprovechar la atención causada por el turismo) grandes proyectos de arte público. «Gaiamothertree», de Ernesto Neto, es uno de ellos.
Desde hace ya varias décadas, el artista brasileño ha desarrollado un cuerpo de obra coherente y fácilmente reconocible por sus características formales. Éste está basado en una particular aproximación a problemas elementales, pero imprescindibles del campo (expandido) de la escultura, como el volumen, el peso y el espacio. A estos elementos, que forman parte del pensamiento visual y formal del arte, Neto sumó un aspecto más: el estímulo sensorial. Desde temprano, Neto apostó por incluir el tacto y el olfato como parte de la experiencia artística. Sus obras exploran formas orgánicas que por lo general incluyen semillas y especias que cumplen el rol de despertar los sentidos más allá de la vista. El artista produce, a través de la combinación de estos elementos, experiencias de inmersión donde el espectador es invitado a vivir, como el mismo creador ha comentado en diversas ocasiones, “movimientos del cuerpo y la mente”.
«Gaiamothertree» es una pieza que profundiza esta búsqueda sensorial. Este gran árbol de algodón tejido a mano a través de nudos –como una especie de macramé monumental– es para Neto una oración o un poema que invita a la intimidad en uno de los espacios más transitados y públicos de la ciudad. El árbol es una estructura que se sustenta a sí misma a través de una serie de contrapesos de tierra, semillas y especias que, además de dar gravedad y permitir el levantamiento de la obra por medio de un sistema de poleas (una estrategia comúnmente utilizada por el artista) permiten crear un ambiente transformador y comunitario, centrado tanto en el intercambio entre personas como en la desaceleración. Esto último es un desafío difícil si consideramos que el lugar de instalación de la obra está regido por una comprensión y un uso más bien rígido del tiempo. Los olores, los colores, la suavidad del algodón y la cualidad envolvente y participativa de la propuesta de Neto contribuyen, sin embargo, a repensar cómo habitamos y transitamos por los espacios urbanos y cómo nos relacionamos con las limitadas áreas verdes de la ciudad. En ese sentido, un aspecto de la obra es clave. Ella no sólo ha sido pensada por el artista para ser contemplada desde el exterior. La red del tejido crea un espacio de contención y en el centro de la obra se materializa la presencia de Gaia, la Madre Tierra, a través del dibujo en el suelo de un mapa irregular de la tierra. Plantas y cojines se encuentran en ese espacio, el que propone generar encuentros entre lo espiritual y lo material.
El título de la obra considera de modo parcial el poder transformador de Gaia, pues en realidad ella es “una hacedora y una destructora; no es un recurso por explotar como tampoco es un espacio por proteger. Tampoco es una madre que promete el sustento. Gaia no es una persona, sino un complejo sistema de fenómenos de los que se compone un planeta vivo” (Donna Haraway, «Staying with the Trouble… », p. 43). Neto convoca una mirada positiva y mágica de la Madre Tierra, que busca conectarse con el potencial transformador de la naturaleza. Si bien «Gaiamothertree» presenta, en ese sentido, una imagen inocente de Gaia, sobre todo si la comparamos con el modo en que se la ha pensado desde las teorías ecologistas contemporáneas, tal vez sea justo considerar que, ante el aceleramiento de las causas y los efectos del cambio climático, el llamado de Neto a detenerse y entrar en comunión con lo que nos rodea es una tarea necesaria que requiere, precisamente, aprender a sentir de un modo simple, desacelerado y desprejuiciado.