¿Cómo sería Marilyn a los 90?

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La respuesta la tiene Carmen Barros, la “dama de la comedia musical”, en «Mi Marilyn Monroe», documental que abre las puertas del proceso de creación de la obra de teatro homónima, para mostrar a una anciana sex symbol repasando sus recuerdos. 

Por_ Marietta Santi

Foto: Pepe Kino Torres

 

¿Cómo habría envejecido Marilyn si no hubiese muerto, sospechosamente, a los 36 años? ¿Qué pensaría de su vida la sex symbol cuando tuviera más de 90? Alejandro Goic, actor, director y –hay que decirlo– admirador de quien fuera llamada “la rubia debilidad”, echó a volar su imaginación para responder a esos cuestionamientos y escribió la puesta en escena «Mi Marilyn Monroe», protagonizada por Carmen Barros (Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda 2020).

Estrenada en 2011 y ganadora de dos premios Altazor (Obra y Mejor Actriz), once años después vuelve a las pistas en formato de documental que combina la ficción con el proceso de creación y ensayo. Y, lo que no es menor, con una Marilyn nonagenaria.

En el montaje original, Carmen Barros, actriz, cantante, compositora, profesora de voz y directora de teatro (autora de la primera comedia musical nacional «Esta señorita Trini» en 1958, luego interpretó a la primera Carmela de «La pérgola de las flores»), encarna a una Marilyn de 86 años en medio de la subasta de algunos de sus icónicos vestidos. Ambientada con maniquíes que la representan, la blonda –cuyo nombre era Norma Jeane Baker– recorre los altos y bajos de su vida. La difícil relación con su madre, los abusos vividos en su infancia, su eterna inseguridad y, por supuesto, sus tormentosas relaciones amorosas. Con el basquetbolista Joe DiMaggio, el dramaturgo Arthur Miller, el actor Ives Montand, John y Bob Kennedy, entre otros. 

Anécdotas, canciones y escenas de películas se suceden rítmicamente, mientras Carmen Barros, figura fundamental del teatro y de la música chilena, habla, canta y se viste como Marilyn. 

Fragilidad y sensatez

En el documental, la cámara recoge la puesta en escena de la pieza, los ensayos, las conversaciones entre el equipo y la cotidianidad de la filmación en locaciones como el Teatro Finis Terrae, el Teatro Novedades y la casa de Carmen. “Es una gran oportunidad de que esté la obra completa y también de que se abra el proceso al público, mostrando las relaciones de creación. Yo lo nombro como un documental histriónico. Carmen actúa, ensaya, es ella misma, es Marilyn. Empato imágenes de su vida y también del escenario. Carmen está en todas las escenas, filmamos en su living, en la sala de ensayo, en el camarín”, detalla Alejandro Goic.

El director relata que todo comenzó al descubrir “que Marilyn debería ser un ícono feminista y no el estereotipo de la rubia tonta. Era una mujer muy comprometida con los derechos de los afroamericanos. Era muy amiga de Ella Fitzgerald, a quien ayudó a debutar en el Mocambo (el mejor night club de la Costa Oeste) comprometiéndose a ir todas las noches que Ella cantara; y también fundó Marilyn Monroe Productions (MMP), como una forma de poder alternativo a los grandes estudios. Ella estimuló a los Kennedy en el tema de las libertades civiles, y si uno ve sus fotos privadas, siempre está leyendo. Además, era una autora de poesía con bastante potencial”.

Se entusiasma Goic. “¿Y sus parejas? la usaron. Tengo la teoría de que Miller (dramaturgo autor de «Las Brujas de Salem», «Todos eran mis hijos», entre otros títulos) la usó para zafarse de la persecución del senador Joseph McCarthy contra los comunistas. ¿No es mucha coincidencia que a la salida del interrogatorio (en 1957, donde no dijo nada y pasó a integrar la lista negra de artistas) anunciara que se casaba con la Monroe? ¡No iban a tomar preso al marido de la ídola de América!”. 

¿Cómo mijito?

¿Por qué Carmen Barros? Pues bien, en 2010 Alejandro vio a Carmen con su hija, a las 12 de la noche, cruzando frente al Museo de Bellas Artes. Él venía de una comida en un restaurante, cruzó la calle y le dijo: “Tú eres mi Marilyn Monroe”. Carmen lo miró asombrada y exclamó “¿cómo mijito?”… Ese fue el punto de partida.

Cuando Goic le planteó ponerse nuevamente en la piel de la Monroe, pese a la pandemia y a sus 96 años, Carmen Barros no lo dudó un segundo. “Me pareció muy bien, es una linda obra, entretenida, que da una mirada distinta a quien fue un icono sexual en su época. El docuficción, como la obra, la muestra en toda su fragilidad y sensatez. Tenía mucho talento, ¿sabes? Era mucho más que una rubia tonta como la quisieron mostrar los grandes estudios de cine”.

Otro punto que destaca la actriz es que la realización fílmica revisa el proceso de ensayo, las lecturas del texto, las conversaciones entre ella, el director y el resto del equipo. “Es bonito que los espectadores sepan cómo se hace una obra de teatro. Hay mucho trabajo detrás”, dice.

Para Carmen, fue crucial en su decisión de aceptar el rol de Marilyn, el hecho de que ambas nacieron con un año de diferencia: ella en 1925; la “bomba sexy”, en 1926. 

“Lo que me emociona es que esta mujer es un año menor que yo, que podríamos haber vivido vidas similares, ya que ambas estábamos en lo artístico. Pero ella tuvo una infancia muy desgraciada, no como yo, que tuve un hermano y una familia fantástica”.

Hay que recordar que la madre de Marilyn, Gladys Pearl, estuvo con ella sólo en su primera infancia. Cuando se le diagnosticó esquizofrenia, entró y salió de instituciones psiquiátricas por lo que la pequeña Norma Jeane vivió en orfanatos y con familias adoptivas. Fue en esa vida nómada que sufrió abusos sexuales y desarrolló una profunda inseguridad. 

“Lo que pasa es que le hicieron (los estudios) publicidad en función a su sensualidad, pero ella era una mujer intelectual. Lo que más le gustaba era leer, como muy bien recoge Alejandro Goic, y quería que la tomaran en serio”, profundiza Carmen.

Me parezco algo a ella…

En el documental, la chilena cambia la voz para transformarla en esa melosa y aflautada que despliega Marilyn en sus películas. En una de las escenas está sentada y vestida con una bata –que parece de seda–, en medio de muchos de sus vestidos. Con esa vocecita, entre ingenua y sensual, repite un cuento que provendría de Arthur Miller. Al final, dice: “Arthur, mirándolo así, a la distancia, me trató de puta, ¿o no?”.

Pronuncia la frase con los ojos muy abiertos, mirando la cámara, y es imposible no pensar lo mucho que se parece (o podría parecerse), la actriz al personaje. De hecho, Carmen lo reconoce con humor. “Creo que me parezco algo a ella”, comenta entre risas. 

Para reforzar la visión de una Marilyn con más talento y sensibilidad que el farandulero personaje que trascendió al público, se agregaron en el documental algunos elementos que no tenía la obra cuando Goic la escribió, hace once años. “Ahora tuve acceso a material nuevo, que no estaba publicado cuando estrenamos. Notas, algunos poemas, reflexiones sobre su relación con su psiquiatra. Aproveché de poner pequeñas cosas, pero muy contundentes, como poemas y reflexiones de su proceso psicológico”, precisa. Goic insiste en que la Monroe tenía miedo a actuar, lo que se suma a que se auto-boicoteaba constantemente: “Su autoestima siempre estuvo muy baja, se chaqueteaba todo el tiempo”. 

Carmen Barros/Marilyn emociona narrando momentos terribles de la infancia de la rubia, como cuando un vecino asesinó con una escopeta a su perrito Tipy, a quien llamaba “su mejor amigo”. Sorprende cantando con pantys negras y chaleco largo «My Heart Belongs to Daddy», o haciendo dúos con algunos de sus famosos amigos (Frank Sinatra, entre ellos). Por supuesto, no faltan las revelaciones íntimas sobre sus amantes. 

Después de poco más de una hora, y con las últimas escenas cargadas de nostalgia, «Mi Marilyn Monroe», el documental estrenado en abril pasado a través de la plataforma de streaming escenix.cl, se convierte en un homenaje a dos mujeres: a la despampanante diva que guardó celosamente su yo más profundo; y a Carmen Barros, la chilena incombustible y llena de vida, que ha hecho de la cuarta edad un espacio irrenunciable de creación. 

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