«Mensajes» reúne la obra reciente de esta connotada creadora multidisciplinaria alemana/chilena vinculada al movimiento de Arte Concreto, en la Sala Principal de la Galería Patricia Ready, hasta el 24 de agosto.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
Desde Valparaíso, donde se reinstaló hace 25 años tras volver de Alemania, en una casa que su marido, Eduardo Vargas, remodeló a mediados de los 60, Cornelia Vargas (Lauenburg, 1933) revela que para ella una exposición es esencialmente una publicación. En su caso, una que, en el elocuente mutismo de la Abstracción, lleva al espectador a un diálogo con luminosos colores, geometrías elementales y movimientos impolutos, sincronizando los vocablos de la lírica y los de las matemáticas, los de la magia y los de la razón. A la vez, ella precisa que publicar significa mediar o dar un mensaje, por eso le puso ese nombre a su exposición. “Y como decía mi profesor Max Bense (instructor de filosofía de la técnica, teoría de la ciencia y lógica matemática en la U. Técnica de Stuttgart), ‘la mediación del arte es un acto de lenguaje que depende de una decodificación ya que vivimos en un mundo en el cual el mensaje estético todavía ha de ser transformado en lenguaje para ser leído’ ”, agrega.
La muestra, que no es una retrospectiva, pues la mayor parte del medio centenar de piezas exhibidas son de los años 2019 a 2022, resume “un proceso de complejización en las configuraciones de obras: “Por ejemplo, en la última serie, los patrones se vuelven superficies y sus estructuras desaparecen por completo”, relata la creadora.

Se trata de pinturas acrílicas u óleo sobre tela, de diversos tamaños y de doce diferentes series: «Crecimiento», «Teselado», «Relámpago», «El rectángulo perfecto», «Encuadrados», «Euler», «Equilibro», «Cuadrado Mágico», «Números primos», «Cuadrados nidos», «Polígonos» y «Espirales».
Hay nuevas series entre éstas, por lo que aclara: “una serie no es una repetición de una misma obra, sino diferentes respuestas o soluciones frente a un mismo tema, como el orden de polígonos, o el concepto de teselado, que viene de la matemática y refiere a la cobertura sin huecos ni solapamientos del plano euclidiano mediante superficies parciales y uniformes”.

Punto rojo
La obra de Cornelia Vargas se enmarca en el Arte Concreto y, al respecto, a ella le gusta la definición de Max Bill (rector de la escuela donde estudió) que habla “del punto rojo en el lienzo blanco”, para explicar que la realidad estética no puede entenderse ni a partir de ese color ni de esa superficie o forma. “Sólo es efectiva como relación entre el color y la forma, entre los elementos sensuales y los matemáticos. Van Doesburg (pintor, teórico, poeta y arquitecto neerlandés) lo define como un arte abstracto que parte de formas y relaciones puramente geométricas, sin ninguna relación con la realidad visible. Así, yo no intento abstraer la realidad, sino crear una nueva”.
–¿Cómo llegó a la creación artística, usted que se había dedicado más bien a la docencia, al diseño, a la arquitectura?
“El diseño y la arquitectura son también procesos de creación artística. Max Bill, por ejemplo, fue arquitecto, pintor, escultor, diseñador y también docente. Se puede decir que he pasado por fases de mayor intensidad de una u otra actividad, se hace lo que se necesita, me gusta saltar entre diferentes escalas y técnicas”.
–¿Su formación en Alemania marcó su trayectoria?
“La Escuela de Diseño Hochschule für Gestaltung Ulm (HfG Ulm) influenció mi camino en el arte, pues representa un cambio radical en la Alemania de posguerra. Ganó rápidamente en reputación y es considerada la escuela de diseño más importante a nivel internacional después de la Bauhaus. La enseñanza fue progresiva, y ésta, más la experimentación, nos han acompañado siempre. Allí también conocí a mi marido, Eduardo Vargas (fallecido en 1996)”.
–¿Cómo se relaciona con los colores?
“No uso los colores como vienen del tubo, todos se mezclan, incluso el negro. Por ejemplo, en mi último cuadro, que consiste en tres zonas con tres elementos cada una, y éstos con cuatro colores. Desde luego, hay que mirar, como decía Albers, la interacción de los colores; en este caso 36, y éstos se adaptan en cada zona. La teoría del color de Paul Klee, que me enseñó Helene Nonné-Schmidt (artista textil de la Bauhaus) en la universidad, y mi experiencia, son la base de mi trabajo”.

La lógica influye
Si en su obra parecen conjugarse la Poesía y las Matemáticas, Cornelia Vargas intenta explicar cómo ocurre esto: “Mis obras no son ilustraciones a problemas matemáticos, la lógica influye y sobre ella trabajo. Lo estrictamente definitivo de la matemática se abre para hacer la obra de arte cuando, por ejemplo, digo que voy a trabajar con contrastes, esto ya no se funda en la base matemática. Como dije antes, el mensaje estético todavía ha de ser transformado en lenguaje para ser leído, traspasar un mensaje de la Ciencia al Arte, o viceversa, gatilla la creación de nuevos conocimientos”.
–¿Cómo enfrenta su proceso creativo actual?
“Esto ha cambiado durante los años. Al principio, en la universidad, requería perfección y alta concentración, después, un espacio aparte de los niños (tiene siete hijos). Aprovechaba los momentos tranquilos para crear. Cuando los niños eran pequeños, trabajé obras textiles. Aunque requieren también un riguroso proceso de diseño, la ejecución es más mecánica y permite mejor las interrupciones. Después, con las pinturas y la mayor práctica, pausaba entre diferentes colores. Siempre encontré un camino para la creación, también ahora, a mi edad”.
–¿Trabaja sola?
“Hoy tengo un taller y también asistentes, y hay ciertas técnicas, como la serigrafía, donde sólo el color se mezcla en el taller, la ejecución ocurre en otra parte. Ahora estamos trabajando en la corrección de color de una serie de impresiones digitales. Entre pantallas de diferentes tamaños y algunas impresiones vamos experimentando. Mis configuraciones hoy se convierten en códigos, y pasan por varios medios digitales y físicos. Para esta exposición sólo hemos trabajado con mujeres”.
–¿Tiene otros proyectos artísticos actualmente?
“Estoy pensando en irme a Alemania en el segundo semestre, y continuar un tiempo allá. Veo posibles colaboraciones con otros artistas que estudiaron conmigo en la Escuela de Ulm. Berlín, en particular, me parece un lugar interesante para la producción artística, y la mayor parte de mi familia vive allá”.
–¿Cómo se siente en esta etapa de su vida?
“Vivir en Valparaíso, a mi edad, no es ninguna maravilla, sino algo sumamente difícil. No podría hacerlo si no fuera por mi hija, por mi arte. La ciudad, el Cerro Concepción, donde resido, han perdido mucha calidad de vida en estos últimos años. Esto nos ha limitado, la vida de barrio ya casi no existe. Queda la linda vista al Pacífico, pero no compensa la falta de seguridad que se vive a diario. La ciudad está fallando en reinventarse y en preservar el patrimonio para las futuras generaciones”.