El silencio de las Ballenas

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Por_ Tomás Vio Alliende

Ilustración_ Isabel Hojas

Llevo varios años escribiendo sobre todo tipo de animales, me he especializado en ellos, los he aprendido a conocer, a sentir. Me interesa mucho su relación con los humanos, cómo son o lo que sienten, lo que nos aportan, más allá de cualquier fin estético. El 2023, publiqué el libro «Animales sagrados» con 14 relatos que han sido difundidos aquí en «#LAPANERA». Esta temática es lo que en estos momentos me llena, me gusta. No me considero animalista ni mucho menos, pero me interesa indagar en la relación simbiótica entre humanos y animales, porque por parte de ellos esa alianza es espontánea, verdadera y muchas veces crucial para el desarrollo de cualquier tipo de existencia.

Hay un relato que me ha llamado la atención y que desde enero de este año está generando controversia: 2 orcas islandesas –Wikie de 23 años junto a su cría Keijo de 11– además de 12 delfines, han sido abandonados en el Parque Marineland Antibes en Francia, cerca de Cannes, en tanques de agua cada vez más deteriorados y repletos de algas. Considerado el mayor parque temático de Europa, y fundado en 1970 por el conde Roland de La Poype, en la Riviera Francesa, el centro ha cerrado sus puertas en febrero de este año, debido a que las nuevas leyes francesas prohíben el uso de orcas, delfines y ballenas en actuaciones de entretención. 

UNA VERDADERA FALACIA 

Una situación dramática, porque han pasado más de 8 meses y nadie, en términos concretos, ha hecho nada. Wikie y sus compañeros de acuario nacieron en el parque acuático y han quedado sin hogar. A través de las redes sociales, la organización ambientalista Tidebrakers pide desesperadamente ayuda por tratarse de una situación de emergencia. 

Los dueños del acuario están pensando incluso en aplicar la eutanasia, pero eso es una verdadera aberración si se consideran los años que estos mamíferos entretuvieron y animaron a turistas y familiares con sus trucos. Al menos, merecen vivir sus últimos años con dignidad.

Frente a lo que le pasa a las ballenas y delfines, no puedo evitar pensar en un tema recurrente en mis cuentos: el cautiverio y los animales improntados. Me refiero a los animales que durante un período crítico de su desarrollo establecen un fuerte vínculo con una especie diferente –generalmente humanos–, en lugar de con su propia especie. Esto ocurre cuando un animal joven es criado por el hombre; y en lugar de aprender a identificarse con su especie y desarrollar comportamientos naturales, aprende a asociarnos con la atención, el alimento y la seguridad. La situación es dramática en las especies salvajes, porque pierden su identidad. Eso les pasa a estas ballenas y delfines, al haber sido criados y entrenados, han perdido su esencia natural y no pueden volver a vivir en libertad. 

Marineland Antibes apenas puede alimentar y cuidar a las ballenas y delfines que aún sobreviven mientras se encuentran dentro de su propiedad, pero es el Gobierno francés el que debe determinar su futuro. Francia no aprobó enviar las ballenas a Japón; y España se negó a albergarlas en un acuario en Islas Canarias por falta de medios para cuidarlas.

La organización sin fines de lucro Whale Sanctuary Project (WSP) ha llamado al gobierno galo para que le permita construir un santuario para las ballenas cerca de la costa de Canadá, en la provincia de Nueva Escocia, pero hasta el momento no existe una respuesta clara. Mientras tanto, las orcas y delfines de Marineland siguen deambulando sin expectativas, esperando una solución definitiva. A su vez, algunas organizaciones ambientales critican a WSP, porque esa entidad lleva años recaudando donaciones para un sitio contaminado, sin permisos, inadecuado para estas especies marinas y con un posible proyecto en construcción que ni siquiera ha comenzado.

¿Qué pasa con los animales improntados? ¿Qué sienten? 

Al parecer, es poco el interés por el incierto porvenir de los cetáceos. No motiva, no desgarra. Las especies improntadas me llaman la atención, porque en la mayoría de los casos que me ha tocado observarlas en zoológicos, circos, documentales y películas de ficción, he visto que ellas, víctimas de una condición que no buscaron o eligieron, se han entregado por completo al dominio humano. Hay casos especiales, como el de la orca Keiko que protagonizó la película «Liberen a Willy» (1993). Rescatada de su cautiverio en 1996, fue trasladada a Islandia, en 1998. A diferencia de Wikie y Keijo, Keiko nació en el mar y volvió a aprender algunas de las habilidades de supervivencia. Finalmente, se unió a un grupo de orcas con el que llegó hasta Noruega, donde murió en 2003 a causa de una infección.

La mayoría de los expertos coincide en que liberar a Wikie y Keijo es imposible. La bióloga Hanne Strager, autora del libro «The Killer Whale Journals» (2023) señala que, “la relación más cercana para las ballenas que pasaron toda su vida en cautiverio es con los seres humanos. Son ellos quienes les proporcionaron alimento, cuidados, actividades y relaciones sociales”. 

“Las orcas son animales muy sociables, parecidos a los humanos. Dependen de vínculos sociales y han establecido esos vínculos con sus entrenadores”, advierte la científica.

Después de tanto escribir sobre animales, el dolor de las ballenas y delfines que se encuentran en Francia lo asumo como propio. Viven sumergidos en una soledad permanente, nadando sin sentido por un acuario gigante insalubre y abandonado, a la espera de un final con un destino inesperado. Las orcas y los delfines, como los seres sintientes que son, tienen la habilidad de interactuar amistosamente con humanos. En algunos casos, han mostrado curiosidad con encuentros que pueden ser profundamente conmovedores, y ofrecen una visión emotiva del potencial de una relación armoniosa entre las personas y estas majestuosas criaturas

Mientras los expertos discuten sobre la situación de estos cetáceos, el tiempo avanza y nadie, absolutamente nadie, ha logrado una solución que salve a las ballenas y a los delfines de Marineland Antibes. Se supone que el Estado francés debería tener pronto una respuesta para estas bellas criaturas de la Naturaleza. El mundo no debería dejar a nadie, y menos a estos mamíferos, en un absurdo y cruel compás de espera. 

DIGÁMOSLE AL PRESIDENTE MACRON: 

¡SALVEMOS LAS BALLENAS! 

ENVIANDO UNA CARTA EN EL SIGUIENTE LINK: 

www.earthday.org/tell-president-macron-save-the-whales/

“En 2021, Francia aprobó una ley histórica que prohíbe el cautiverio y los espectáculos en vivo de cetáceos, incluyendo ballenas y delfines, debido a preocupaciones sobre su bienestar. Fue una gran victoria para los defensores de la vida marina, y Marineland Antibes citó la ley al cerrar sus puertas el 05 de enero de 2025. Cuando el parque cerró, contaba con 4.000 animales de 150 especies. La mayoría ha sido reubicada, pero Wikie de 23 años y su hijo Keijo de 11 años, así como 12 delfines mulares aún permanecen en tanques deteriorados e infestados de algas. Nuevas imágenes de drones muestran a las dos orcas y al grupo de delfines dando vueltas sin cesar en tanques deteriorados y llenos de algas, sin apenas estimulación. Están prácticamente aislados del mundo exterior. El primogénito de Wikie, Moana; y su hermano, Inouk, ya han muerto en el parque en los últimos 18 meses. Cada día que pasa sin actuar, estos animales inteligentes y sociales corren peligro«. 

Sin una intervención urgente, 

su futuro sigue en riesgo

(www.worldanimalprotection.org/latest/news/marineland-orcas-wikie-and-keijo/)

“Los informes indican que Marineland ha despedido a más de 40 empleados, incluido todo el personal veterinario y los cuidadores de animales. Se cree que sólo quedan 2 entrenadores. Esta drástica reducción ha suscitado preocupación internacional por el bienestar y la seguridad de los cetáceos, en particular de las dos orcas sobrevivientes (…) Wikie y Keijo son las últimas orcas en Marineland tras la muerte de las otras que anteriormente estaban retenidas allí”.

¡Debemos actuar! 

Solicitamos a @emmanuelmacron tomar urgente cartas en el asunto, antes de que sea demadiado tarde

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