En «Antípodas», con tres funciones en abril, la bailaora que triunfa en España comparte escenario con su hermana melliza. Juntas crean un espectáculo inusual de flamenco.
Por_ Marietta Santi
LA OBRA
Dos mujeres casi iguales se miran en el escenario. Una toca el chelo y la otra taconea. Visten pantalones anchos, una especie de bata larga -abotonada al frente- y en un momento se colocan ingrávidas faldas de papel kraft. Sus ojos no se despegan, se funden, se hablan. La que danza es la bailaora chilena Florencia Oz (nombre artístico de Florencia O’Ryan), y la chelista es Isidora, su hermana melliza.
Se trata de «Antípodas», opera prima de Florencia estrenada en 2021, que cautivó la escena española. Tanto fue el suceso, que el año pasado formó parte de la programación de la XXIIª edición de la Bienal de Flamenco en Sevilla, espacio reservado a los mejores de la disciplina.
“Minimalista, post flamenca y heterodoxa”, así calificó la prensa especializada la inusual propuesta de este dúo femenino que revisa el flamenco desde el aquí y el ahora, sin cante, sin toque y sin guitarras.
En la obra, la artista (Premio Artista Revelación 2021 y Premio Nacional de Flamenco 2019), se lanzó a bucear en sí misma a través del concepto de El Doble (el hombre se proyecta en la sombra, en el reflejo, en la huella), el tópico del ser enfrentado a la dualidad e identidad de sí mismo, el desdoblamiento tan referido desde el Romanticismo en la literatura, el cine y la filosofía.
Junto a su hermana, ambas exploran el camino de reconocerse en un espejo. Dos en una. Una en dos…
EL PROCESO
Florencia estudió danza en la Universidad de Chile, y en 2007 se instaló en Sevilla. Allí ha hecho carrera en reconocidas compañías, entre ellas, el Ballet Flamenco de Andalucía, la agrupación de la bailaora y coreógrafa italiana Rafaella Carrasco (1943-2021), y la del bailaor sevillano David Coria (1983). Precisa que lo más complicado de «Antípodas» fue romper con sus miedos. “Tuve que superar el sentir que esta propuesta no tenía cabida, o que no teníamos permiso de presentar una obra sin cante, toque, ni guitarra… Darme vuelta la cabeza y confiar en que esta propuesta sí puede existir, ha sido de lo más interesante a nivel artístico y creativo”.
La pieza partió en Chile, ya que la pandemia la encontró visitando a su familia y la confinó durante cinco meses. El trabajo prosiguió con residencias en Sevilla, primero en el centro de creación La Aceitera y luego en la Factoría Cultural de las Tres Mil Viviendas. Juntas, las hermanas vivieron la tercera etapa en las instalaciones de la compañía de danza contemporánea Losdedae, ubicada en Alcalá de Henares y encabezada por el coreógrafo Chevi Muraday.
En España, se sumergieron en el tema del doble. “Buscamos imágenes en la literatura fantástica y en la música dimos con Der Doppelgänger (una de las seis canciones de Schwanengesang de Franz Schubert, escritas por Heinrich Heine para piano y tenor de Schubert). Tuvimos jornadas de improvisación e investigación que dieron pie a que nuestros dominios artísticos dialogaran. Isi maneja el lenguaje docto, su proyecto es fundamentalmente electrónico y también tiene un bagaje en el mundo contemporáneo de improvisación. Mi mundo es fundamentalmente flamenco, aunque me he acercado al butoh y al contemporáneo. El broche de oro fue en Madrid, donde se sumó David Coria en la dirección. Aunque mantuvimos gran parte del repertorio, con David encontramos la estética, las plumas, el papel, la estructura y la dinámica que necesitábamos. Fue un proceso gratificante y abrumador al mismo tiempo”, relata Florencia.
Día Internacional de la Danza
El 29 de abril se celebra esta fecha, así establecida por la Unesco en 1982, atendiendo a una iniciativa del Comité Internacional de la Danza, perteneciente al Instituto Internacional del Teatro.
Un buen reason why para disfrutar de «Antípodas», con presentaciones en Santiago, Talca y Concepción.
Respira, muta, cambia
Una de las características fundamentales del flamenco es que está vivo, por lo que respira, muta y cambia su rostro de acuerdo al sentir de los creadores que se expresan a través de él. Esta manifestación artística -que incluye canto, música y baile- surgió en Andalucía, España, de la combinación de las culturas locales con la sefardí y la morisca. No está claro el punto de inicio, sólo que a mediados del siglo XIX ya se usaba la palabra “flamenco” para referirse a esta amalgama.
Desde el siglo XX siempre se han desarrollado diversas líneas de trabajo, desde aquellos que se enmarcan en la tradición hasta los que alimentan su arte con otras disciplinas y rompen con el purismo para innovar en la estética, como Vicente Escudero, que en los años 20 fue acusado de “no saber” las reglas flamencas.
La dictadura de Francisco Franco marcó una pausa en esta ebullición instaurando el flamenco tipo postal, donde las bailaoras llevaban grandes aros y vestidos a lunares, imagen que se exportó al mundo.
El fin de la dictadura y el comienzo de la “movida española” trajo aires nuevos a esta expresión. Camarón de la Isla, Paco de Lucía, Ketama, entre otros, revolucionaron el cante; Antonio Gades introduce el ballet flamenco y lo lleva al cine, y en los años 80-90 surgen nombres como Antonio Canales, Mario Maya, Manuela Carrasco y La farruca.
Con el siglo XXI el flamenco se nutre de la danza urbana, del butoh, la música latina y hasta del rock. Nombres como Israel Galván (49), Eduardo Guerrero (40) o Rocío Molina (39) deconstruyen y releen el flamenco tradicional, valiéndose de la abstracción en la puesta en escena y el uso de movimientos provenientes de otras disciplinas. Hay bailaoras sin polleras con vuelos y bailaores sin pantalones altos, luciendo faldas de papel kraft (como Florencia Oz en «Antípodas»), mallas y hasta ropa hiphopera.
Por supuesto, la pasión, la intensidad y ese espíritu indefinible del flamenco está presente en todas las manifestaciones contemporáneas. Así como el desgarro existencial se expresa en rotundos taconeos.