La diseñadora holandesa, a sus 39 años, es la más influyente de su generación, gracias a una estrategia que une ciencia ficción, biología y la creación de nuevas materialidades. Discípula del inmortal Alexander McQueen, piensa que la alta costura tiene un deber contemporáneo: vislumbrar la vestimenta del futuro.
Por_ Alfredo López J.
Fotos_ Mad París e Iris van Herpen Collection
Cuando en noviembre del año pasado inauguró la muestra «Sculpter les sens», en el Museo de las Artes Decorativas de París, la diseñadora fue testigo de cómo el vestido que ella hizo a medida para la reina Máxima de los Países Bajos no solamente eclipsó a la dueña de casa, una discreta Brigitte Macron ataviada como primera dama de un pálido dos piezas. Ideal para un día de oficina.
En cambio, la mujer del rey Guillermo deslumbró con el diseño titulado «Gaia», completamente hecho a medida, con raíces bordadas a mano de manera simétrica sobre un corpiño transparente y que entrelazaba diferentes degradados del blanco al beige. Con caídas y brillos dignos de una royal, además sugería una impronta futurista y espacial, casi como si fuera una interpretación de un bosquejo del vestuario de la «Guerra de las Galaxias».
El vestido, que pareció imponerse como un asunto de Estado, confirmó lo que era un secreto a voces. Los nuevos laboratorios de moda, donde se estudian las claves de la indumentaria de cara al futuro, no están en Milán, Londres ni en la Ciudad Luz, sino que en Ámsterdam, Arnhem o Amberes, con nombres clave de la historia reciente como Ann Demeulemeester, Martin Margiela y Dries van Noten.
Nacida en junio de 1984 en Wamel, una localidad de no más de 2 mil habitantes en el centro de Holanda, Iris van Herpen creció creyendo que lo suyo sería el diseño de vestuario de ballet, por directa influencia de su madre. Ingresó a la prestigiosa ArtEz University of the Arts, en Arnhem, donde a los pocos años descubrió que su mirada cada vez adquiría un compromiso más fuerte con la indumentaria como un gesto social.
Ilusiones ópticas
Como muchos de su generación, tuvo que dejar su país natal para continuar con su perfeccionamiento el mismo que, en su caso, fue en Londres junto al célebre Alexander McQueen en sus tiempos de gloria. Un período fundamental en su carrera que le abrió nuevos horizontes de investigación en torno a formas, texturas y, sobre todo, materialidades.
Su cabeza, de un momento a otro, se enfocó en buscar nuevas aleaciones para generar telas impensadas, como tejidos creados a partir de mezclas de acero y seda, o rellenos de hierro con resina para crear volúmenes, o bien incorporar materiales sorprendentes como varillas de un paraguas, o sobrepasar los límites de tecnologías con impresiones 3D.
“Trabajo con biólogos, científicos, artistas y arquitectos. Ellos aportan nuevos conocimientos al campo de la moda, eso es crucial para mí”, explica cuando se refiere a sus creaciones que se despliegan como delicados cíborgs envueltos en seda metálica y polvo de poliamida, criaturas acuáticas que flotan sobre volantes o formas serpenteantes para generar una nueva silueta. Una síntesis de artesanía y tecnología que ella también describe como “ilusiones ópticas” pensadas para exagerar el movimiento natural del cuerpo humano, al igual que sus vestidos translúcidos que recuerdan esculturas que desafían la gravedad y que requieren al menos 700 horas de trabajo para llegar al mercado con precios que superan los 35.000 euros.
Revolucionaria desde el inicio
“El dinero procede de nuestras clientas de Couture, para las que hacemos diseños a medida. Vienen a nuestro taller de Ámsterdam o París… Es un sistema de financiación hermoso y puro”, explica la diseñadora. Las ganancias, prosigue, son destinadas a la investigación de nuevas materialidades, idealmente sustentables y en armonía con la explotación de los recursos naturales del planeta.
Revolucionaria desde el principio, llamó mundialmente la atención cuando en 2010 creó su primera colección impresa en 3D. Su famoso vestido «Skeleton» evocaba un caparazón óseo que actualmente se exhibe en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Y no es el único. El Victoria & Albert Museum de Londres, el Cooper-Hewitt Museum de Nueva York y el Palais de Tokyo de París, atesoran sus creaciones.
Un universo futurista que se ha convertido casi en una religión para estrellas como Lady Gaga, Natalie Portman, Cate Blanchett o Rosalía. Un escenario que la diseñadora agradece. “Cuando gané los Andam Fashion Awards 2014, pude crear colecciones de prêt-à-porter durante tres temporadas. Pero ahora estoy centrada en desarrollar mis propios materiales y técnicas. Esa es una de las razones por las que he preferido concentrarme en la alta costura”, sostiene. La importancia que le asigna al rol de la moda como una herramienta para construir futuro, llamó la atención del Museo de las Artes Decorativas de París. Un espacio que, como nunca, desplegó una retrospectiva en torno a una figura joven de la industria y articuló un relato de 100 piezas de haute couture con obras de arte contemporáneo de Philip Beesley, Wim Delvoye, Rogan Brown, Kate MccGwire y Kohei Nawa, entre otros talentosos creadores.
“Sus piezas sacuden los códigos de la indumentaria e invitan hacia mundos a priori desconectados de su disciplina… Incursionan en territorios desconocidos y cuestionamientos permanentes para desbaratar el orden de las cosas y los fundamentos de la moda”, explicaron los curadores de la muestra.