María Edwards El arte, la astronomía y la música se conjugan en «Azul»

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De lenguaje multiforme y silente, esta singular exposición instalativa se presenta hasta el 19 de abril en la Sala Principal de la Galería Patricia Ready.

Por_ Marilú Ortiz de Rozas

Sin título/ 2022
Palo, trompo & esfera
Estructura de fierro: 60,7 cm x 50,5 cm x 25 cm

 

Cuando se ingresa al mundo de María Edwards, uno entra a un universo suspendido, donde una infinitud de pequeños objetos aparentemente insignificantes, pero de alto contenido poético, cuelgan del cielo y orbitan en torno a otros. No parecen tener un orden o jerarquía, pero sí se rigen por principios superiores: eternidad, delicadeza, belleza, simplicidad, emoción, misterio, canto, silencio. 

Si antaño algunas de esas piezas tenían algo de corporalidad, hoy son tan sutiles como las pitillas con que las suspende, a veces de un marco de fierro, o del techo. Entre estos elementos hay pequeñas flores de papel, enlazadas con finísimos alambres, pernos viejos, algún clavo oxidado, unas alas de pájaros que recogió hace años en La Vega. Todo está en equilibrio, uno precario, que hay que recomponer cada vez, por eso sus montajes son complejos y toman tiempo. Este parece ser clave, porque es el registro del tiempo transcurrido lo que la artista va dejando en sus creaciones. “Es como un tiempo suspendido”, comenta. 

Podría referirse al tiempo que toma un alambre en oxidarse en el vertedero donde lo encontró, o al de sus flores de papel en marchitarse; o al de esos extraños escritos que aluden a fórmulas científicas en sus pizarras, en desdibujarse definitivamente: “Un punto de partida de este trabajo viene de una frase de Walter Benjamin, que dice que la Naturaleza se entristece cuando es nombrada por el hombre, porque ella no comprende esos límites”, afirma. 

Sus obras por lo general no llevan título, y tras mucho pensar, decidió dar a esta muestra un nombre que funciona por antagonismo. “Se llama ‘Azul’, porque es el único color que no aparece. Sólo se sugiere cuando uno piensa en el cosmos o en el mar, pero la idea no es aludir al color, sino al vértigo, al destello de lo que no está”, precisa María, una artista que no persigue sino desaparecer tras sus creaciones. Agrega que la mayor parte del tiempo lo que no vemos, lo que no oímos es muy importante, y es lo que interpreta en sus composiciones, porque para ella es más elocuente el silencio que el grito; el vacío, más que el lleno. Y conjuga estos dos estados en sus trabajos, sus “ejercicios para preservar la memoria”. 

A la vez, cada objeto que acude a esta constelación viene de vidas pasadas, y fue encontrado en estado de ruina o abandono, cuando estaba a punto de desaparecer, pero ella los suma al Banquete platoniano, y les construye una historia que los dignifica.

Sin título/ 2022
Granada, espina y pluma suspendidas en trama de alambre
Estructura de fierro: 97 cm x 62,5 cm x 29,5 cm

 

Encuentros celestes

A la par del hallazgo de estos objetos que atesora, tal como ha procedido al momento de enfrentar cada nuevo proyecto, María se embarcó en largas conversaciones con destacados profesionales de otras disciplinas. Primero, el astrónomo español Fernando Comerón, representante del Observatorio Europeo Austral en Chile de 2013 a 2018, a quien dedica esta exposición. “Él ha sido un punto luminoso en mi trayectoria, impulsó este amor que yo siento por el cielo”. Luego, de sus intercambios con el astrofísico francés Pierre Cox surgió la idea de hacer música a partir de representaciones de fragmentos de cielo que encontraron en un libro de Camille Flammarion, astrónomo nacido a mediados del siglo XIX. Y los músicos Daniel Larraín y Juan Pablo Ábalos compusieron unas piezas en las cuales el sonido es tan importante como los silencios, acorde a lo conceptualizado durante sus fascinantes encuentros. También se presentarán durante la muestra, ya que un piano de cola formará parte de la gran instalación «Azul». 

“Con ellos hemos intentado conectar estos universos tan distintos, llevando lo inasible del cielo a un lenguaje más cercano, al del arte visual y la música. Puede parecer imposible traducir la verticalidad del cielo en piano, o poner música a las estrellas, pero en eso consiste el desafío. Jean Sibelius (compositor y violinista finlandés de finales del Romanticismo y comienzos del Modernismo), decía que la música comienza cuando terminan las posibilidades del lenguaje”, comenta María. 

También ha sostenido profundas conversaciones con el periodista y crítico de cine Héctor Soto, quien escribió los textos para esta muestra junto al recientemente fallecido escritor y crítico literario Juan Manuel Vial. 

Respecto a sus pizarras, obras emblemáticas de esta artista, puede observarse que acusan una evolución, porque si bien antes estaban muy cargadas de imágenes y signos, hoy “dejan espacio para la contemplación y el misterio”. Casi no pueden leerse esas fórmulas científicas, sólo se adivinan trazos, gestos. La caligrafía ha ido esfumándose, el lenguaje se ha ido desintegrando, ‘descorporeizando’ como en «Altazor», que representa la gran tentativa de Huidobro de llevar el ser a un estado primigenio del pensamiento, anterior al del surgimiento de la palabra. Asimismo, las instalaciones de María Edwards, con el tiempo, se han ido depurando.

En muchas pizarras se aprecian nubes, parecen fotografías impresas, pero son dibujos con tiza, de impecable factura. En toda su obra se articula un diálogo de contrarios entre lo rudimentario de los materiales y la maestría de la ejecución. Perfección que se alcanza tras muchas horas de taller, porque, por ejemplo, esas nubes en las pizarras surgen tras un largo procedimiento, ya que al agregar un fijador el trazo se borra y debe volver a dibujarlo. “Todo tiende a desaparecer, siempre”. El tiempo frenéticamente sigue corriendo en dirección contraria a la de nuestra Humanidad, como desde el principio de los tiempos, y si los grandes mitos lo presentan como un tiempo circular, es porque el hombre necesita ese eterno retorno para enfrentar la fatal finitud del porvenir.

La forma en que esta creadora plasma la fragilidad, lo efímero, por momentos conmueve, y su tentativa de conservar lo que está condenado a desvanecerse evoca las titánicas tareas de míticos personajes, como Sísifo, que debía llevar una pesada piedra a la cima de una montaña, pero rodaba cuesta abajo cada vez. La repetición del gesto de redención imposible asoma en su quehacer. Mas, cuando alguna de sus obras ha logrado desaparecer, ella ha recibido la noticia con gran alegría, pues considera que la Naturaleza siguió interviniendo en su evolución. 

Los pájaros están muy presentes también en su obra, aludidos por elementos de retórica metonímica, como el mencionado atadito de plumas, o pequeños huevos que ella vacía y somete a un riguroso proceso para que se preserven el mayor tiempo posible. Son crías que no pudieron nacer, o aves que ya no pueden volar, pero se elevan en sus creaciones.

La obra de María Edwards establece mecanismos para paralizar el movimiento, además del tiempo, para detener la ineluctable caída de aquellos elementos que la gravedad botaría si no estuvieran amarrados. Es como intentar atajar con magia un proceso que hasta nombrar evitamos, que se llama muerte. 

Sin título/ Pizarra/ 2022
Dibujo a tiza y lápiz tizado sobre pizarra de madera
Repisa de madera, piezas móviles, objetos encontrados y pizarras de pequeño formato con ilustraciones de astronomía.
Pizarra: 243 cm x 151 cm x 3 cm

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