

«Amor de Cuarentena» es una experiencia distinta, donde una persona escoge a un conocido actor o actriz para que le haga envíos por WhatsApp durante 15 días. Audios, textos, canciones, videos, fotos… ¿El resultado? Una invasión de recuerdos, memoria y emociones. Un intenso ejercicio evocativo producido en Chile por la plataforma Escenix.
Por_ Marietta Santi
Ilustración_ Paula Álvarez
“No te quiero abrumar, ya te dije, no espero ninguna respuesta de este mensaje, me pertenece, lo hice por mí. Te debe resultar rarísimo que vuelva a aparecer después de tanto tiempo, pero (…) son tiempos raros, entonces se puede aprovechar para entregarnos aún más a la rareza ¿no?”. Así parte el tercer audio –y sexto mensaje– recibido en mi celular. No se trata de un examor, ni de un examigo, sino de parte de la singular experiencia que ofrece el proyecto «Amor de Cuarentena», firmado por el dramaturgo argentino Santiago Loza y en Chile gracias a la plataforma Escenix.
Quien se decida a probarla, durante quince días recibirá envíos por WhatsApp de un remitente que debes guardar –según las instrucciones recibidas– como “alguien que reaparece en tu vida”. Las recomendaciones van más allá: “…te aconsejo que te dejes llevar por este romance, que te sientas ex de esa voz”.
La voz debe escogerse al momento de comprar el ticket. Francisco Pérez-Bannen, Benjamín Vicuña, Álvaro Rudolphy, Mariana di Girolamo, Patricia Rivadeneira, Daniela Vega, Antonia Zegers y César Caillet son las posibilidades chilenas. En Argentina participaron actores tan conocidos como Leonardo Sbaraglia, Cecilia Roth, Dolores Fonzi y Jorge Marrale.
“Me gustaba la idea del amor que vuelve en un momento donde hay tanta mala noticia circulando, todo es tan incierto y el futuro se vuelve tan frágil”, señala Loza, quien creó esta experiencia a petición de un productor uruguayo y se ha repetido en Uruguay, Argentina y Ecuador. Su texto es el soliloquio de alguien que quiere comunicarse con una persona que ocupa un lugar en su pasado, pero no pide ni espera respuesta.
Al comienzo los mensajes causan extrañeza. Pero el imaginario de cada uno, el subconsciente y también la memoria empiezan a funcionar. Hay conexiones con lo que fue, pero también la creación de una relación nueva con el remitente desconocido, que puede resultar incluso terapéutica. Como dice Loza: “Esperar cada día un mensaje. Como quien abre una galleta de la fortuna, como quien consulta el horóscopo en el diario, así, cada día un mensaje venido desde lejos nos espera, nos distrae, nos renueva la ilusión”.
Los envíos no son sólo audios, también hay canciones, fotos, postales y videos, que van develando un puzle diferente para cada espectador. Para lograrlo, hay que enfrentarse a ellos lejos del mundanal ruido, del celular y del computador. Usar audífonos, como recomiendan las instrucciones, y tener la misma disposición con que se enfrenta una obra de teatro o un libro.
“Hay demasiada dispersión en estos días y se me olvidaba lo que quería decirte. También, si tienes preguntas para hacerme no es necesario que las digas, las puedo adivinar, si las piensas yo las voy a ir respondiendo, creo que algún poder tengo…”. La voz se vuelve cada vez más cercana. Al cabo de algunos días el mensaje se espera con ansias. Como si se tratara de una carta o de una serie cuyo nuevo capítulo resulta imperdible.
Javier Ibacache, crítico de artes escénicas y productor ejecutivo del proyecto junto a Patricia Rivadeneira, señala que la suspensión de las funciones presenciales en salas abrió la posibilidad de explorar nuevas modalidades y plataformas, que en un principio se centraron en el zoom: “Surgieron también experiencias que buscaron probar en otros soportes, como es el caso de «Amor de Cuarentena», que convierte el envío de audios de WhatsApp en un medio para desarrollar una dramaturgia y crear una historia de reencuentro con el pasado, como ha ocurrido con gran parte de la población que al verse forzada a permanecer en cuarentena se ha reencontrado con su historia, a veces de manera literal y otras de un modo más simbólico”.
“No hablo más. Te mando un beso. Te dejo una canción que acabo de escuchar y me puso alegre”, dice una de las despedidas que llegan al celular.
Esta experiencia tiene
un valor de $4.000.
Hay que inscribirse en
www.escenix.cl
Una relación de intimidad
La directora de la versión chilena es Manuela Oyarzún, quien tuvo que guiar a cada intérprete y, además, escoger el set que manda cada personaje. “Lo que intenté como directora es sobre todo plasmar las atmósferas que contiene cada texto, cada mensaje. Como no podemos ver a la persona, tratamos de hacer ver al que está escuchando. Entonces quise inventar un contexto para cada uno de los mensajes. Les pedí a las actrices y actores generar este contexto para poder plasmar estas atmósferas”.
Manuela cuenta que Santiago Loza entrega 20 monólogos que equivalen a 20 audios, “pero con la libertad de que tú puedes cambiar el orden de los textos o cortar si es necesario. Es súper entretenido porque en el fondo te permite pensar un viaje, podrías hacer muchos viajes distintos”.
Durante un mes y medio ella trabajó arduamente con los actores y actrices, a quienes dio diversas indicaciones e hizo repetir más de una vez. Escuchó alrededor de 200 textos, más sus repeticiones, buscando tocar al escucha. “Es habitar un mundo entero, crear un mundo entero”.
Desde Buenos Aires, Benjamín Vicuña cuenta que Manuela les dio herramientas de acciones físicas, pasando por situaciones, estados, una historia del personaje, que es más bien trágica y que sustenta ese estado emocional. «Me pareció un trabajo fascinante y a la vez artesanal. Tenía que hacerlo en las madrugadas, porque estoy con muchos niños en la casa. Fue bonito, intenso y así como el personaje y el texto amerita, era un vehículo que te llevaba a un terreno de mucha nostalgia”.
El actor señala que las indicaciones fueros variadas. “Comer, tomar café, tomar trago, hacer ruidos, fumar, caminar, dependiendo de los diferentes estados en que se mantiene el personaje, unos textos había que grabarlos en interior y otros en exterior, con ladridos de perros, con la luna, con el ruido del ambiente. Esto fue importante para darle un marco y que no fuera sólo voz, sino que también le pusimos el cuerpo al proyecto y más de alguno le prestó su propio fantasma, porque es un proyecto que habla sobre un amor que quedó en el tiempo, un desamor. Hay un contacto directo entre intérprete y destinatario a través de WhatsApp, entonces es susurrar al oído una historia”
El ejercicio que propone Santiago Loza, precisa Javier Ibacache, es adaptar estrategias y recursos propios del teatro en un contexto impensable: “Se evoca la presencia del otro/a a través de los recuerdos, los audios, las canciones y las imágenes. Para ello recupera el antiguo género de la novela por entregas. Lo diferenciador es que apela al imaginario de quien recibe los audios. Es decir, la escena se completa en la memoria del oyente y se tiñe de sus recuerdos. Se acerca a experiencias como el teatro sonoro, aunque en este caso el material es más poroso, con más espacios abiertos a completar por quien escucha”.
Para Manuela Oyarzún, el escucha establece una relación con la voz elegida. “Aceptas oír un mensaje y, en el momento en que lo haces, empiezas a construir una realidad con ese otro que estás escuchando, como lo hicieron también todos los actores y actrices, que de alguna manera tenían que construir al otro. Se crea una historia a partir del intérprete y el que escucha”.
A la semana, los mensajes son parte del cotidiano del receptor. No es raro revisar el celular sólo para ver si llegaron. Hay algo de catártico en la experiencia, mucho de terapéutico y también de sueño. Es la concreción de los amores no resueltos y también la creación de una fantasía nueva, construida con retazos del pasado.
Es casi imposible precisar lo que se siente cuando el remitente desconocido pronuncia un texto como este: “Debe ser tan raro para ti que hayamos vuelto a comunicarnos, no me puedes ver, no me puedes tocar, pero estoy aquí, tan cerca y lejos. Anoche dormí tan profundo que creí que no me iba a poder levantar. Traigo tu voz a mi memoria para sacudir a este cuerpo adormecido, no te lo dije nunca, pero me gustaba mucho tu voz, me voy a explicar mejor; tu voz me serenaba”.
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