Madame Grès, la mujer que convirtió en arte la forma de cortar

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La exposición «Alaïa/Grès. Beyond Fashion» reúne por primera vez en París a Madame Grès y Azzedine Alaïa, dos escultores legendarios de la moda, en la Azzedine Alaïa Foundation. Son 70 creaciones magistrales que celebran el arte atemporal de la alta costura, hasta abril de este año. 

Por Alfredo López J.

Fotos Fundación Azzedine Alaïa

No le gustaba hablar, menos dar entrevistas. “Prefiero trabajar”, decía Germaine Émilie Krebs, la modista que bajo el nombre de Madame Grès dotó a la mujer de una nueva figura, entre romántica e historicista, en medio de las guerras mundiales que sacudieron Europa durante la primera mitad del siglo XX.

Hoy, cuando los diseñadores contemporáneos celebran su figura e influencia, aparecen las pistas de una creadora que lejos del mundo tradicional de la costura, aplicaba métodos escultóricos para confeccionar vestidos que se fueran moldeando hábilmente a la silueta femenina. Cortaba las telas como si se tratara de piedras, esculpiéndolas y dotándolas de una nueva fluidez: “Yo quería ser escultora; para mí es lo mismo trabajar con tela o piedra”, confesó alguna vez.

“Cada vestido suyo es una obra maestra… Como todo artista, ella es una gran admiradora del arte clásico y grecorromano”, agregó su contemporáneo Christian Dior. Sus diseños, generalmente elaborados en crepé, eran generosos en drapeados y pequeños plisados cosidos a mano y de no más de un milímetro de diámetro cada uno. 

Nacida en París, el 30 de noviembre de 1903, en una familia judía de clase media, quería estudiar ballet y arte, pero sus padres rechazaron la idea y la obligaron a tomar la decisión de la costura, una profesión que en la época era considerada ‘más conveniente y apropiada’ para una mujer.

Autodidacta, a los 17 años ingresó a una sombrerería y luego trabajó en la connotada Maison Prémet, en Place Vendôme. Una experiencia que la convenció de que lo suyo no era precisamente coser, ni tampoco hacer bocetos o patrones.

En 1933, gracias a sus ahorros y muy buenas conexiones, inauguró en la rue de Miromesnil de París, la Maison Alix Barton, para pronto presentar su primera Colección Primavera-Verano inundada de drapeados de gran expresión. 

De Greta Garbo a Grace Kelly

“Para que un vestido sobreviva de una época a la siguiente, debe estar marcado con una pureza extrema”, declaraba la creadora injustamente olvidada por el gran público, mientras pasaba noches enteras en medio de su oficio. Un solo vestido de gala firmado por ella podía tener más de 1.000 pliegues y superar las 300 horas de costura a mano, mediante centenares de metros de tela. Sus tejidos favoritos eran el punto de seda, el tafetán y el lino.

Creativa y original, más allá de las modas, su obra se inspiró en el mundo antiguo y también en las culturas norteafricanas y del subcontinente indio. Su nombre rápidamente se transformó en objeto de deseo y las mujeres de los oficiales nazis destinados en París exigían presumir sus modelos. Pero Madame Grès, de familia judía, se negaba rotundamente. Como consecuencia, los alemanes dictaminaron que su ropa era un despilfarro de telas y materiales. Desde ese momento, la obligaron a elaborar ropa funcional. Al igual que Balenciaga, y no tomando en cuenta la advertencia, el régimen nazi cerró ambas casas de moda.

Tras numerosos altercados con las autoridades alemanas y francesas, Madame Grès finalmente consiguió la reapertura de su Maison, a condición de renunciar al drapeado. Fueron tiempos duros de represión sin más remedio que trabajar prácticamente en la clandestinidad, desplegando linos y sedas sobre maniquíes de madera que, a su vez, emulaban la figura de sus mejores clientas, entre ellas, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Maria Casares, Delphine Seyrig y Grace Kelly.

Vedettes, estrellas de cine, acaudaladas herederas y prensa especializada aplaudían unas creaciones de líneas antiguas, que se volvían extremadamente modernas. Todas sucumbieron a la magia que producían sus vestidos que tocaban el piso como el atuendo de una poderosa diosa griega. 

Un adiós silencioso

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la diseñadora debió refugiarse. A su regreso, en 1942, tomó el apellido de su marido y fundó la Maison de Couture Grès, en el nº 1 de la rue de la Paix. Desde entonces sería conocida como Madame Grès. 

Cortar los trajes directamente sobre las modelos para lograr vestidos sin apenas costuras en busca de una absoluta pureza de líneas, fue su sello. Su estilo se fue imponiendo gradualmente, logrando dejar atrás el corsé y marcando una nueva liberación femenina al proponer vestidos que sugerían no usar ropa interior. Con los años, siguió depurando su técnica y lanzó colecciones que sumaban tableados y frunces en función de caídas que emulaban las cariátides de los antiguos templos de la Acrópolis.

En 1959, lanzó el perfume Cabochard (aún en el mercado), años más tarde, crearía otra fragancia, Cabotine. Premiada con la Aguja de Oro en 1976, diseñó una colección prêt-à-porter en 1980. Movida por su permanente espíritu creativo, a los 83 años cumplió uno de los sueños de su vida: crear un vestido sin costuras. Pero tan sólo un año después se producirá la quiebra de la sociedad Grès y la liquidación de sus bienes. En 1988, la marca sería vendida al grupo japonés Yagi Tsusho Limited. 

Durante esos malos tiempos debió vivir de la generosidad de amigos y de otros diseñadores que la admiraban. En 1990, se retiró a Saint-Paul-de-Vence, una localidad de artistas y mecenas en el sur de Francia, para vivir casi en pobreza y reclusión. En 1992 fue ingresada por su hija en una residencia de ancianos en la localidad de La Valette-du-Var, falleciendo el 24 de noviembre de 1993, cuando apenas le quedaban unos días para cumplir noventa. 

Sólo un año después se supo de su partida y su hija dijo que era lo que ella quería, sin “falsos tributos”. Ese silencio sería “un secreto de amor” entre ambas. A pesar de ser reconocida como un verdadero genio de la costura, fue recién en 2011 que se organizó en París una retrospectiva dedicada a su obra. Actualmente, la Fundación Azzedine Alaïa le rinde homenaje con una retrospectiva organizada de manera simétrica y austera, tal como a ella le hubiera gustado. Presentados por primera vez al público, los diseños seleccionados para esta ocasión datan de la década del 30, cuando Madame Grès creaba bajo el nombre de Alix, pasando por la década del 70, cuando sus creaciones atemporales seguían siendo la cúspide de la Modernidad entre las nuevas generaciones de diseñadores que llegaban a la escena. 

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