

Al cumplirse 50 años de este himno generacional nacido en épocas revueltas y polarizaciones reales, el trovador y guitarrista Eduardo Gatti retrocede en el tiempo para recordar su creación. “No sé de dónde salió su letra, sigue siendo un misterio”, dice el músico investido este año como Figura Fundamental de la Música Chilena.
Por_ Antonio Voland

Carátula y contra carátula del disco de los Blops donde aparece «Los Momentos»
Antes de fijar un recuerdo de sus veinte años, alrededor de 1969 y 1970, Eduardo Gatti hace memoria de un episodio reciente que lo marcó. En 2016 fue invitado al Colegio San Miguel de Los Andes, de Puente Alto. Decenas de niños rodearon al trovador para cantarle de cerca «Los momentos». “Fue muy emocionante. Nunca pensé que me iría a encontrar con eso”, cuenta el músico, que este año ha sido recordado de distintas maneras, alrededor de esa misma canción, que cumple 50 años.
Junto con ser distinguido como Figura Fundamental de la Música Chilena –un galardón que la SCD entrega en vida– un grupo de 50 artistas visuales convocado por el gestor cultural Juan Claudio Edwards realizó la saga pictórica «50 momentos. Una canción». Por ahora una exposición virtual a la espera de la reapertura presencial para más espacios –además de un libro–, registra el trabajo en distintas técnicas y narrativas de creadores como Guillermo Núñez, Gonzalo Cienfuegos, Paz Lira, Mauricio Garrido, Nury González y Bruna Truffa, entre otros.
«Los momentos» es esa canción que ha definido desde siempre y para siempre a Eduardo Gatti. Un himno triste pero al mismo tiempo esperanzador. Si bien comenzó siendo un canto propio de la generación de fines de los 60, su arpegio de guitarra, sus imágenes poéticas, su somnolienta melodía sin estribillo y una estrofa sin letra que canta junto a Susana Sarué recorrieron las décadas en la voz de sucesivas generaciones. Hasta llegar a los niños de básica de un colegio de Puente Alto.
“Nosotros somos súper introspectivos. La música chilena nunca ha sido liviana y siempre ha tenido una carga de contenido social o de reflexiones existenciales. Este es un país de poetas. Y es cierto que hay una impronta un poco sufrida en nuestra música porque el pueblo chileno es un pueblo que ha sufrido. Violeta Parra encarna todo eso de forma muy clara”, dice Gatti.
Todo se transforma
¿Cómo fue que un músico de rock, de quien se decía que era el único que por entonces podía tocar cosas de Eric Clapton en la guitarra, terminó escribiendo una canción como «Los momentos»? El propio Gatti cree que fue justamente Violeta Parra la artífice de esa transformación.
“Yo tenía 16 o 17 años cuando la vi cantar en la Peña de los Parra, de calle Carmen. Tengo un recuerdo fotográfico de ella, no una película en la memoria, lamentablemente. Pero como la peña era chica, la tenía al frente. Eso fue en 1966, entonces cantó todas esas últimas composiciones que son sus grandes obras y que nadie había escuchado todavía. Fue un shock para mí porque había vivido en la ignorancia de que el folclor eran cuecas, tonadas y nada más. Y aparece Violeta Parra con esa música frente a todos nosotros. Sembró ese día una semilla que germinó cuatro años después con «Los momentos»”, dice.
Gatti, entonces estudiante de secundaria, tocaba la guitarra eléc- trica en el grupo The Apparition, y también era alumno de guitarra clásica del maestro Arturo González. Desde entonces se abrió al canto y a la música de la Nueva Canción Chilena, a la creación de Víctor Jara y de Patricio Manns como grandes autores. Nunca dejó, sin embargo, de tocar la guitarra eléctrica. Con su banda adolescente compartía en festivales musicales improvisados con Los Vidrios Quebrados, Los Mac’s y los Blops, con quienes su historia se reanudaría más tarde, un verano en Isla Negra junto a los jóvenes Andrés Orrego, Felipe Orrego, Julio Villalobos, Pedro Greene y Juan Pablo Orrego (ver recuadro).

Foto: Alfonso Yungue
Ocho meses en Europa
El origen de «Los momentos» está en Francia. Premunido de una guitarra, como aspirante a marino mercante el muchacho de 20 años abordó un carguero en Valparaíso, recogió pertrechos en Tocopilla, atravesó el Canal de Panamá y llegó a Gijón después de un mes de navegación. En París lo esperaban sus abuelos. En Londres, su compañero músico Héctor Sepúlveda, de Los Vidrios Quebrados, quien grababa entonces un disco psicodélico y experimental editado hace muy poco: «London 69».
En esos ocho meses, Gatti vio en directo conciertos de Fleetwood Mac con Peter Green, el héroe de la guitarra de blues. También a Air Force, la banda de Ginger Baker después de Cream, a Procol Harum y a Pink Floyd en los tiempos de «Ummagumma». “Esos conciertos eran en hangares y lugares así. Y yo no estaba preparado para los inviernos europeos. Me agarré una neumonía que me mandó a la cama. Allí comencé a improvisar con la guitarra y la melodía”, cuenta.
En esa cama de convaleciente aparecieron los acordes y el primer inocente tarareo de una canción sin letra que iba a ser luego «Los momentos». De vuelta a Chile y a los Blops, que lo habían esperado para reformar la banda, Gatti inició una experiencia musical de amplia espontaneidad con sus nuevos compañeros. El primer repertorio del disco «Blops» (1970) se basa en instrumentales con guitarras acústicas y flautas dulces. También pianos y algunas guitarras eléctricas ornamentales. Sólo algunas canciones, todas con mucha letra, como en un ejercicio de composición y verso libre: «Maquinaria», de Juan Pablo Orrego; «Vértigo», de Julio Villalobos. La última que se grabó fue «Los momentos», de Eduardo Gatti. Había que llenar unos minutos que quedaban disponibles para el LP. Fue la razón de su existencia.
“Escribí la letra de esa música que había compuesto en Francia, ahora en la cama de mi pieza, en la casa de mis padres en calle Las Pimpinelas del barrio Pocuro. Escribí «Los momentos» tirado en dos camas”, se sorprende. “No quería mostrar la canción a mis amigos, porque me avergonzaba un poco. Yo no cantaba. Cuando apareció el disco fue la primera vez que escuché mi voz. En ese tiempo yo tenía como el sentimiento de estar muy apretado, muy empaquetado. Todos andábamos buscando más libertad. Y siendo honesto, la canción no es resultado de ningún proceso intelectual profundo sino de una catarsis. Salió en 15 minutos y realmente no sé de dónde apareció. Para mí sigue siendo un misterio”, cierra.
Instantes, memorias y momentos
La ramada de Isla Negra
“Por esas cosas de la vida, el verano del 69 mis padres arrendaron una casa en Isla Negra, los Apparition se habían disuelto, así que yo llegué como un músico cesante a esas vacaciones. Sabía que los Blops veraneaban allí y me propuse buscarlos. Les dije ‘voy a estar aquí por un mes. Tengo ganas de tocar’ ”. Los Blops animaban en ese balneario una formidable ramada con música. Según relatan los protagonistas en el libro «Prueba de sonido», de David Ponce, tenía piso de tierra “y cuando la gallada bailaba no se veía nada”, en palabras de Pedro Greene. Gatti tocó con los Blops todo ese verano y ahí nació su historia con la banda.

Eduardo Gatti junto a Susana Sarué, quien canta en «Los Momentos». (Foto: Archivo Eduardo Gatti)
La casa de Ñuñoa
“Decidimos vivir juntos, más que nada por los Blops. Necesitábamos un lugar para ensayar todos los días, porque estábamos fascinados por cómo estaba sonando el grupo. Ahí empezamos a armar una vida distinta con amigos y amigas en esa casa”, comenta Gatti sobre una de las comunidades que surgieron espontáneamente en Chile con la misma motivación de la Nación Woodstock. La casa se encontraba en Avenida Ossa 516, entre Simón Bolívar y Estrella Solitaria, en la vereda poniente, vale decir en Ñuñoa. Todo esto, en 1971. “Llegamos a vivir 14 o 15 personas en ese lugar, que era toda una rareza, una casa muy tirada de las mechas. Cuando Julio Villalobos la vio dijo, ‘esto no es una casa, es una manchufela’ ”. Dicho y hecho, la casa fue bautizada y hasta el día de hoy, aunque demolida, se le recuerda como La Manchufela.
La tarde de La Reina
“Tiene que haber sido el año 73”, dice Eduardo Gatti y su memoria falla por poco, porque el episodio tuvo lugar el último día de 1972, en el Estadio Municipal de La Reina, una cancha que aún existe. “Tocamos con los Blops en la tarde. También estaban Los Jaivas y Héctor Sepúlveda. Hicimos una jam súper libre. Eran esas cosas medio espontáneas que surgían entonces. Un escenario de tablas, unos micrófonos y la gente tirada en el pasto de la cancha. No hay registro de sonido pero sí varias fotografías”.