

La colección de libros infantiles creada por Isabel Ossa y Ediciones Mis Raíces, cuyo objetivo es dar a conocer la vida y obra de grandes mujeres chilenas, sigue creciendo. Su próxima publicación abordará a la connotada artista visual Matilde Pérez.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
¿Qué tienen en común María Teresa Ruiz, Margot Duhalde, Janequeo, Paula Jaraquemada, María Monvel, Margot Loyola, Matilde Pérez y Anita Lizana? Pues simplemente que cada una en su época y en su área, ya sea la ciencia, la poesía, el arte, el deporte, el folclor, la aviación, las gestas patrias o la defensa del pueblo mapuche, jugaron un papel preponderante en nuestro país. “Son mujeres que rompieron esquemas y que cumplieron sus sueños en áreas en que las mujeres no siempre eran aceptadas”, resume Isabel Ossa, autora de la colección «Mujeres chilenas». Por cierto, una colección cuya cautivante narración, centrada en la vertiente humana de cada retratada, desde una perspectiva particularmente emotiva y literaria, y con apoyo de bellas ilustraciones (de Johanna Moroso y Antonia Roselló), aborda episodios clave de la vida de estas féminas que, contra viento y marea, lograron su cometido.
“No encontraba libros sobre estas temáticas para mis hijos –cuatro, actualmente de dos a trece años–, entonces me propuse escribirlos yo. Al inicio los imaginé casi artesanales, para uso familiar, pero pronto me di cuenta que había un potencial interesante atrás y busqué una editorial especial, hasta que encontré Mis Raíces, que se fascinó con la idea”, explica esta periodista y licenciada en letras.
Efectivamente, Francisca Jiménez, que creó Ediciones Mis Raíces hace una década, se ha enfocado en temas patrimoniales e históricos y apuesta por libros que sean obras literarias, no sólo ilustrativas. “Voy mucho a ferias internacionales, y compruebo con mucha pena que lo que está en boga es el libro álbum, donde el texto es reducido al mínimo o inexistente. Yo, que vengo del mundo de las letras, lucho por éste, para reencantar al niño desde esta dimensión, no sólo por los dibujos”, cuenta la editora. De hecho, Ossa hace una exhaustiva investigación antes de escribir cada historia, lo que incluye revisar documentos y entrevistas personales, tanto de las retratadas, en el caso de Margot Duhalde y María Teresa Ruiz, o de familiares y conocidos. Sin embargo, al momento de elaborar el cuento, la ficción también es invocada, pues ella pone en escena momentos cruciales de la vida de estas mujeres, instantes que sellaron sus destinos.
Así, cuando Isabel Ossa presentó su proyecto a Francisca Jiménez, en 2014, juntas comenzaron a elaborar una lista de mujeres destacadas, de distintas áreas y oficios, y llegaron a una cincuentena. “Realmente hay mujeres fabulosas, pero tuvimos que reducirnos a diez: ya tenemos publicadas siete –las cuatro primeras obras fueron financiadas por el Fondo del Libro–. Muy pronto editaremos el texto sobre Matilde Pérez, y tenemos listo el de Elena Caffarena. Va faltando una sola”, cuenta Isabel. Sin embargo, Francisca precisa que la colección podría seguir creciendo, pues es uno de los proyectos emblemáticos de su editorial, que ha tenido gran éxito en colegios, en fundaciones e incluso ha llamado la atención en ferias internacionales, a pesar de ser tan local. Además, se adelantaron a la denominada “cuarta ola feminista”, que ha surgido en Chile y en el mundo entero, pero, para ellas, estos libros son importantes tanto para niñas como para niños. “Me invitan a muchos colegios y los niñitos también se conectan profundamente con las historias. En todas las clases sociales hay mucho machismo, todos necesitan modelos femeninos que admirar y estas mujeres, tan empoderadas, son muy buenos ejemplos”, recalca Isabel Ossa.
Las elegidas
En términos generales, Isabel Ossa cuenta que todas estas mujeres la impresionaron por el profundo mundo interior que tenían, el que en muchos casos les permitía bastarse a sí mismas desde muy jóvenes. “Además, todas son doblemente heroínas: alcanzaron unas metas que de por sí son increíbles, pero les costó mucho más, por el mero hecho de ser mujeres”, agrega. Y otro punto que es común a casi todas, es que cada una recibió un fuerte apoyo de parte de sus familias, lo que fue definitorio en sus trayectorias.
Margot Loyola
Su padre era vendedor ambulante rural y le enseñó la música de la Naturaleza; su madre, de formación más docta, la inició en el piano. Margot sacó lo mejor de los dos, integró ambos mundos, y comenzó a cantar con su hermana, para luego seguir como solista. “Ella era muy disciplinada e hizo un registro de las diversas manifestaciones folclóricas en el país, lo que constituyó un gran aporte patrimonial, además de sus propias composiciones. Fue muy amiga de Violeta Parra, a quien ayudó también a ordenar su obra”, afirma la escritora.
Paula Jaraquemada Ella sola fue capaz de detener a las tropas realistas, durante la guerra de independencia, y acogió, curó y revitalizó en su hacienda al Ejército Libertador, justo antes de las batallas decisivas que lo llevaron al triunfo. “Su valentía dejó anonadados a los realistas, que no se atrevieron a entrar a su bodega, donde escondía a los soldados. Ella realmente contribuyó a la independencia de Chile”, asegura Isabel Ossa.
Anita Lizana
Era hija del cuidador de un club de tenis en Quinta Normal así que puede decirse que nació allí, donde obtuvo sus primeros triunfos deportivos. “Jugaba antes de que los socios llegaran, y cuando sus padres le regalaron su primera raqueta, a los seis años, durmió con ella, tal era su pasión por el tenis”, revela la autora. En esa época las mujeres no jugaban a nivel profesional, así que debía irse a Europa, lo que para ella era impensable, pero gracias a una gran colecta que se organizó en su club, logró partir a Inglaterra. Llegó a ser número uno del mundo y el primer latinoamericano en ganar el abierto de Estados Unidos. “Era chiquitita y ágil, por eso le decían la ratita”, cuenta Isabel Ossa.
María Teresa Ruiz
La echaron del colegio donde asistía porque la encontraban “distinta” y dictaminaron que le “faltaba inteligencia”. No le importó, ni a ella ni a sus padres, porque así tuvo más tiempo para desarrollar sus apasionantes granjas para hormigas y otras aficiones suyas que posteriormente la llevaron a su brillante carrera de astrónoma. “Me cautivó de ella su pasión por diversos universos, pues María Teresa además es una artista visual que pinta maravillosamente. Y me contó cuánto le costó doctorarse, en Princeton. No fue fácil”, revela la autora.
Janequeo
Fue el personaje que más le costó investigar, pues existe poca documentación sobre ella. Se pensaba que era hombre, o que los cronistas la habían creado como símbolo de la valentía del pueblo mapuche. “Éste, en cambio, sí cree que Janequeo existió y que fue formada en las artes marciales mapuche por su padre. Cuando comienza la Guerra de Arauco, toda su familia muere y casi todos los hombres de su comunidad también, entonces ella forma un batallón que llegó a tener una fiereza legendaria. Cuando el conflicto acabó, esta guerrera implacable se retiró a vivir sola, a las montañas. Ella representa al espíritu mapuche”, sostiene la autora.
María Monvel
“Fue la fuerza de sus versos la que me hizo optar por ella, y porque, si bien Nicanor Parra y Gabriela Mistral la consideraban una de las mejores poetas de Chile, hoy, la mayoría de la gente sólo conoce una calle en La Reina que lleva su nombre, sin saber por qué”, señala Isabel. María Monvel, seudónimo de Ercilia Brito Letelier, fue una mujer de obra muy sensible y que falleció muy joven, tras una larga enfermedad. En el libro se cuenta que su pequeña hija la cuidaba y María le encargó que llamara a Gabriela Mistral para que la visitara antes de morir.
Margot Duhalde
Creció en la apacible región de Los Lagos, en el seno de una familia conservadora, pero su vida dio un giro rotundo cuando un día su padre le llevó una revista donde venía un reportaje sobre la aviadora estadounidense Amelia Earhart. “Tomó un bus a Santiago, sola, y se inscribió en una escuela de aeronáutica, donde no pudieron negarle el ingreso, y fue la primera mujer piloto en Chile. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, escuchó el llamado del General de Gaulle y decidió unirse a la Francia Libre, la tierra de sus ancestros paternos. Su determinación e independencia son impactantes”.
Matilde Pérez
La longeva artista visual fallecida en 2014 es la próxima protagonista de esta serie. “Me llama la atención de Matilde Pérez su intenso y onírico mundo interior. Su madre murió al nacer ella, y se crió sola con su padre, en un fundo, donde sus amigos fueron elementos de la Naturaleza. Luego ingresó al mundo del arte, donde desarrolló deslumbrantes obras geométricas y cinéticas con las que sorprendió a la escena plástica nacional, y si bien la crítica le fue adversa, nunca le importó. Ella siguió adelante y nunca se vendió al sistema”, concluye Isabel.