

Hasta el 7 de julio, el Museo del Quai Branly, de París, exhibe la muestra más importante de las últimas décadas dedicada al conjunto de expresiones artísticas del continente conformado por más de veinticinco mil islas, incluyendo a Rapa Nui. La inédita curatoría combina manifestaciones de artes tradicionales y obras contemporáneas.
Por_ Marilú Ortiz de Rozas
Los insulares pueblos que habitan Oceanía plasman sus ceremonias, sus ritos, sus creencias, sus formas de vida, desde tiempos inmemoriales. Y lo hacen en los materiales que encuentran en su entorno: madera, hueso, piedra, corteza, plumas. Este influjo sigue presente en las creaciones actuales, mas los artistas aluden hoy también a sus tradiciones amenazadas por las sucesivas invasiones y por la globalización, así como al daño acontecido a sus frágiles ecosistemas, a la contaminación de los océanos. Una imperiosa necesidad de preservar su culturas y su naturaleza se lee en sus obras, en sus poemas, en sus cantos, en todas sus manifestaciones.
Así, la exposición «Oceanía» se plantea como un viaje a través del Pacífico al encuentro de estos pueblos: desde Nueva Guinea hasta Rapa Nui, de Hawai a Nueva Zelandia, presentando unas doscientas obras (provenientes de diversos museos y colecciones públicas y privadas), que esbozan el panorama de las artes ancestrales y la actualidad cultural de este continente.
La iniciativa surgió en Londres (donde se presentó primero) a doscientos cincuenta años del primer viaje de James Cook al Pacífico, y su objetivo es develar y celebrar las creaciones emanadas de este continente compuesto por más de veinticinco mil islas. La gran exposición se centra en las islas, ya que el equipo curatorial concuerda que Australia constituye un universo aparte, geográfica y culturalmente.
El recorrido de esta muestra evoca entonces las grandes etapas del desarrollo artístico del Pacífico, desde la relación primordial con el mar y la navegación, hasta la era actual, en que las islas luchan contra una mundialización reductora.
«Oceanía» es comisariada por expertos mundiales como Nicholas Thomas, director del Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido); Peter Brunt, de la Universidad de Victoria (Wellington, Nueva Zelandia); Adrian Locke, responsable de exposiciones de la Royal Academy of Arts, Londres; y Stéphanie Leclerc-Caffarel, responsable de las Colecciones de Oceanía del Museo del Quai Branly.
«Nos interesó presentar las artes oceánicas desde una perspectiva actualizada y dinámica, porque no nos encontramos ante culturas vetustas que están desapareciendo, sino ante manifestaciones sumamente vivas y en permanente renovación. Por eso decidimos incluir obras contemporáneas, las que dialogan muy bien con las piezas y objetos antiguos», explica Leclerc-Caffarel desde el Museo del Quai Branly. Ella agrega que las piezas contemporáneas ponen en tensión temáticas relacionadas con desafíos contingentes, como el cambio climático, un problema muy sensible en Oceanía, que mueve a sus artistas.

Pareja Bahía del Astrolabio». Figuras masculina y femenina de fines del siglo XIX, isla Kranket, Nueva Guinea. Madera y pigmentos, representa la complementariedad masculino-femenina. Linden-Museum, Stuttgart / Anatol Dreyer
Simbología e historia
«Kiko Moana», una obra reciente del colectivo neozelandés Mata Aho, abre la muestra. Consiste en una inmensa loneta azul que evoca la tradición del tapa (creaciones en corteza de árbol machacada). «Este plástico se usa mucho en las islas, y se ve en todas partes, con la consiguiente contaminación que produce. Pero también alude a la metáfora del origen marítimo del pueblo maorí», precisa Stéphanie, quien selecciona piezas destacadas de esta exposición, que ilustran las vicisitudes de Oceanía.
Una segunda obra contemporánea maorí, muy simbólica es «He Korero Purakau mo Te Awanui o Te Motu: historia de un río de Nueva Zelandia». Es la pieza maestra de Michael Parekowhai, exhibida en la Bienal de enecia 2011: un piano Steinway esculpido con motivos tradicionales de la cultura maorí, el que demoró más de diez años en crear. Tanto una escultura como un instrumento musical, su título evoca la novela que inspiró la elogiada película «El Piano» (1993), de Jane Campion, que plasma el choque cultural entre ingleses y maoríes. Sin embargo, en el piano de Parekowhai es la cultura maorí la que parece haber absorbido a la europea…
Respecto a la sección de la muestra dedicada a los viajes y la navegación, cruciales para estos pueblos, la curadora destaca una figura de proa para canoa de las islas Salomón (siglo XIX, madera y nácar). «En todo el Pacífico los pájaros son guías y protectores para los marineros», precisa. En tanto, «La pareja Bahía del Astrolabio» (fines del siglo XIX, isla Kranket, Nueva Guinea) ilustra la complementariedad de los principios femenino y masculino que articula a numerosas sociedades del Pacífico.
En cuanto a «Dios y los ancestros», sobresale una figura femenina tatuada, de Aitutaki (islas Cook, siglos XVIII o XIX, madera y pigmentos). Representa a uno de los primeros seres que llegaron a Aitutaki desde las islas Australes. «Los motivos tatuados evocarían la sucesión de generaciones, algo recurrente en diversas piezas de estas islas, celebrando la conexión del hombre con la naturaleza y los ancestros. El tatuaje es una marca identitaria, de estatus y protección en todo el Pacífico», detalla Leclerc-Caffarel.

Michael Parekowhai creó en 2011 un espectacular piano tallado con motivos tradicionales maoríes. Es a la vez una escultura y un instrumento musical. © Musée du Quai Branly – Jacques Chirac, photo Vincent Mercie
Ritos, artes ceremoniales y Moai Papa
Un deslumbrante tocado del pueblo Roro (isla Yule, Nueva Guinea), compuesto de fibras, plumas, conchas y caparazón de tortuga, ilustra muy bien la envergadura de los rituales. Este tocado solo podía ser usado por hombres de alta alcurnia en ceremonias mayores, como las «transacciones matrimoniales». «Estos espectaculares objetos nos recuerdan la importancia de los adornos corporales en las artes ceremoniales de Oceanía», reafirma la curadora.
Asimismo, un peto o taumi de Tahití creado con fibras, plumas, dientes de tiburón y pelo de perro (fines del siglo XVIII, Islas de la Sociedad), que solamente usaban los jefes, plasma su poder. Volviendo a las expresiones contemporáneas, una severa mirada a Occidente registra el video «En búsqueda de Venus (infectada)». Alude al viaje de Cook (originalmente éste debía seguir al planeta Venus), así como a las infecciones que traen los europeos, literal como espiritualmente, al entrar en contacto con la población autóctona.

«Kiko Moana» Obra contemporánea del colectivo neozelandés Mata Aho, 2017. Alude a la metáfora del origen marítimo del pueblo maorí y a la contaminación del océano con plástico. © Musée du Quai Branly – Jacques Chirac, photo Vincent Mercier
Finalmente, «Oceanía» exhibe una valiosa obra de Rapa Nui, «Moai Papa», conservada en los Museos Nacionales de Escocia. La figura pertenecía a la Princesa Titaua, de Tahití, y representa a un ancestro divinizado femenino. «Tallado en madera, obsidiana y hueso, dataría de 1850-70. La fineza de este trabajo revela el dominio del arte escultórico que tenía el pueblo rapanui», explica la curadora.
La mayoría de los expertos concuerda que las representaciones de divinidades, ancestros y espíritus son las obras maestras del arte del Pacífico. Todos ven una profunda interrelación entre las manifestaciones de una y otra cultura, incluyendo la de Rapa Nui, que ocupa un lugar muy importante dentro del continente (dos libros que ahondan en este tema son «La tierra de Hotu Matu’a», del padre Sebastián Englert; e «Isla de Pascua y sus misterios», del Dr. Stephen-Chauvet, ambos reeditados recientemente por Rapa Nui Press).
Si bien Oceanía tradicionalmente ha sido dividida en Polinesia, Melanesia, Micronesia, y Australia, Stéphanie Leclerc-Caffarel explica que la exposición no sigue tal clasificación, pues ésta obedece a consideraciones más bien geopolíticas que culturales. En «Oceanía», cada isla es presentada según sus características individuales, con el sabor de su propia leyenda, que no está epilogada, sino que se escribe día a día.

Peto creado con fibras, plumas, dientes de tiburón y pelo de perro. Fines del siglo XVIII, Islas de la Sociedad. Altura: 73 cm. Solamente los jefes usaban estos petos o taumi. Cortesía National Museums, Liverpool, World Museum

Tocado, pueblo Roro. Isla Yule, Nueva Guinea, comienzos del siglo XX, 240×200 cm. Fibras, plumas, conchas y caparazón de tortuga. Sólo podía ser usado por hombres de alta alcurnia en ceremonias como las «transacciones matrimoniales». © Nationaal Museum van Wereldculturen, Países Bajos