

El investigador Rodrigo Pincheira publica «Genealogía del rock penquista: orígenes y destinos (1960-1990)», libro que viene a reconstruir una historia identitaria en Concepción, urbe fronteriza, lluviosa, mil veces terremoteada y siempre melancólica.
Por_ Antonio Voland
Casi a la par de la marcha del millón y medio de personas efectuada en Santiago una semana después del estallido del 18 de octubre, en Diagonal Pedro Aguirre Cerda, una vía principal que une la Universidad de Concepción con los Tribunales de Justicia en esa ciudad, masivas convocatorias venían tomándose los espacios públicos para manifestarse. Aquella es la Zona Cero de Concepción, uno de los puntos más neurálgicos de la protesta social en el país.
Rodrigo Pincheira, periodista y melómano, también investigador de música chilena, observaba entonces los acontecimientos que configuraban el paisaje del día a día antes de la crisis sanitaria y las cuarentenas. Cuenta con edad suficiente para recordar la canción «Nena», del grupo Neumáticos en Llamas, de Hualpén, que nació en los años 80 como resultado de la crisis económica. “Pienso en Neumáticos en Llamas, que (en esa canción) invitaban a hacer el amor en la barricada, pero la muchachada que alimenta la fogata canta «Un amor violento» con una guitarra destartalada”, escribe Pincheira en el prefacio de su nuevo libro.
En «Genealogía del rock penquista: orígenes y destinos (1960-1990)» (Ediciones Nuevos Territorios), el autor expone una historia que finaliza con la aparición del grupo Los Tres, autores de esa antigua «Un amor violento». Fue la banda de Concepción que vino a rematar el siglo con su poderío incontrarrestable dentro del rock chileno en los 90.
Luego de sus libros «Schwenke & Nilo. Leyenda del sur» (2015) y «Los elementos. Voces y asedios al grupo Congreso» (2017), Rodrigo Pincheira emprende una reconstrucción de la historia local a partir de los testimonios de protagonistas de la música en Concepción a lo largo de tres décadas. Es lo que él entiende como una traza articulada desde la memoria, la biografía, la entrevista y la desmemoria. A partir de doce entrevistas a fondo, el autor encadena el relato surgido desde la propia ciudad, ilustrado además por una galería de fotografías nunca vistas masivamente.
Una tríada musical
“Concepción cuenta con tres músicos pioneros en el rock: Jordi Santamaría y su grupo Los Tigres, del 61. Llegó a grabar cuatro canciones en Santiago, entre ellas el clásico «Ojitos verdes», pero rompió el contrato con la disquera porque no le interesaba nada la música que tenía que hacer. También están Luis Herrera, con Los Falcon en 1966, y Óscar Aedo, con Los Escorpiones, más o menos por 1968”, sitúa Pincheira, quien llegó a estudiar a Concepción en 1974, con 21 años, para luego adoptar la nacionalidad penquista.
“Poco después de esas bandas apareció el grupo Mala Yerba, con un guitarrista tan fundamental como Edgardo Riquelme, que le dio una vuelta de tuerca al rock cuando escuchó a Jimi Hendrix”, agrega.
“(El baterista de jazz penquista Alejandro Espinosa) Tenía un amigo que viajó a Estados Unidos y llegó con el disco de Hendrix «Axis: bold as love» (1967). Ese álbum fue el que nos dio vuelta la cabeza a todos (…) Era tanta la impresión que llegué a pensar, con cierta inocencia, que este gallo era marciano”, le dijo Riquelme a Pincheira en la entrevista número seis incluida en el libro.
Para el autor, el guitarrista será pieza clave en la configuración de una modernidad musical en Concepción, no sólo con Mala Yerba y luego con el grupo Nervios, sino con el surgimiento del Cuarteto de Música Moderna. Junto a Riquelme y su sentido contemporáneo de la guitarra, alineaban también los jóvenes Marlon Romero (piano), actualmente el referente del jazz penquista, Sebastián Fuenzalida (bajo) y Alejandro “Mota” Riquelme (batería).
“Eran un grupo de rock fusión muy progresivo, con elementos jazzísticos y camerísticos”, dice Pincheira. “Es que en los años 70 entra esa otra generación. Ya se había dado en Concepción una experiencia de ser músico que no la tuvieron quienes iniciaron la historia, sino que la tuvieron que vivir en el día a día. Esos músicos nuevos tenían instrumentos precarios, pero de todas formas existía un público que necesitaba escuchar. En esa época comienzan a cambiar los gustos y la apreciación musical crece mucho más. Hay una proximidad muy marcada hacia el jazz. Surgen músicos con una propuesta mucho más profunda, que se acercan al rock progresivo, la música contemporánea y el jazz rock”, dice Pincheira para situar a Riquelme y otros músicos.
Espacios abiertos
Concepción es aquella ciudad tan a menudo señalada como “la cuna del rock chileno” que se le ha llegado a decir “Conceptsongs” o incluso “Conchester”, en referencia a la ciudad de Manchester, donde uno de los mayores movimientos musicales tuvo lugar en los años 80. Vale apuntar, sin embargo, que según otro investigador como David Ponce, ese nacimiento en Chile en realidad ocurrió en el puerto de Valparaíso, donde William Reb y los Rock Kings, y Harry Shaw y los Truenos iniciaron la fiebre del rock and roll en los años 50.
“Con la universidad presente, Concepción se formó como una ciudad de personas a quienes les gustaba la música. Era un denominador común. Hay gente que recuerda el sonido de los pianos en las casas mientras pasaba por la vereda. Se creó un club de jazz entre 1956 y 1957, había disquerías y muchos programas de radios. Estaba el Hotel Cecil, que terminó siendo un lugar de encuentro alrededor de la música. Había una conexión directa con el puerto de Talcahuano y los marinos, que introducían los discos. Todo eso contribuyó a formar una identidad. Los penquistas eran muy buenos auditores desde siempre”, dice Pincheira.
Un reflejo de esa identificación local es el sucesivo surgimiento de oleadas de músicos de rock de los barrios, que han ido transformando los bordes de esta música para procesarla en distintas propuestas: de esos pioneros de los 60 a los vanguardistas de los 70. Luego vendrían unos melancólicos músicos de Concepción. “En los 80 aparece otra generación. Eran muy jóvenes. Algunos habían estudiado música y otros no, muchos habían escuchado la canción «Ojitos verdes», de Jordi Santamaría, y además eran seguidores de los programas de radio que contribuían a una relación mayor con la música. Algunos también habían podido grabar canciones. Ellos se acercaron más que nada al pop inglés”, define Rodrigo Pincheira.
Allí aparecen Jorge “Yogui” Alvarado primero y luego músicos como Mauricio Melo, Mauricio Basualto y Álvaro Henríquez. “Entre Emociones Clandestinas, Los Tres y Santos Dumont hay una trinidad penquista. Cuando escriba la segunda parte, que comenzará en 1991, con la primera actuación de Machuca en pleno centro de Concepción, la historia seguirá hacia nuestros tiempos”, anticipa.
Según Pincheira, en 1990 termina la modernidad del rock de Concepción y se inicia una posmodernidad, representada principalmente por el grupo Los Bunkers. “Los músicos de Concepción han sido siempre muy preparados y cuentan con una manera muy propia de procesar los materiales de la música. Eso incluye la precariedad, el ingenio y la picardía. También la tristeza. Concepción es una ciudad fronteriza, lluviosa, mil veces terremoteada. Y aquí esa melancolía se nota”, cierra.
Memoria fotográfica
Un pionero entre pioneros.
Jordi Santamaría fue principal en el rock penquista, pero también un animador de la escena jazzística. Aquí, al contrabajo, junto al baterista Marlon Romero padre, en 1965. Santamaría murió poco después del lanzamiento de este libro.
Rock en la radio.
Entre los conjuntos de rock de los años 60 en Concepción destaca So and So, que batió un récord mundial de música ininterrumpida: 57 horas y 30 minutos tocando. Esta imagen del 27 de octubre de 1967, en Radio Araucanía, corresponde al día de la hazaña.
Hacia las vanguardias.
El Cuarteto de Música Moderna en un concierto realizado en 1979 en el Teatro Concepción, con la alineación estelar: Edgardo Riquelme (guitarra), Sebastián Fuenzalida (bajo), Marlon Romero (pianos), Alejandro “Mota” Riquelme (batería).
Un nuevo estilo de banda.
La primera formación de Emociones Clandestinas, en 1986, con Juan Carlos Vera, Alejandro Narváez, Carmen Gloria Narváez, Jorge “Yogui” Alvarado e Iván Molina.
Nos dijeron tontos.
Los Tres antes de ser Los Tres, eran Los Ilegales. Con 14 años, Álvaro Henríquez posa con Yogui Alvarado y Roberto Lindl en la fotografía de promoción de un concierto realizado junto a Los Prisioneros en el Aula Magna de la Universidad de Concepción, el 27 de octubre de 1984.