7  Películas para un número mágico

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Por Vera-Meiggs

El número divino, el cuaternario y el terciario unidos. Las seis direcciones del espacio más el centro. Un ciclo ascendente y descendente. A menudo el rehue de la cosmovisión mapuche tiene siete escalones, como los niveles de la pirámide egipcia de Saqqara. Inscrito de múltiples formas (siete vacas flacas, setenta veces siete) en textos, tradiciones y relatos orales (siete enanitos, botas de siete leguas), el número de los días de la semana parece tallado con cincel en el imaginario colectivo.

7 películas para demostrarlo.

1. «Siete oportunidades» Buster Keaton (1925). Como todo hombre tradicional, Buster no asumía bien los sentimientos y prefería discurrir con una locomotora o con una vaca antes que intentar comprender a una mujer. Por eso, cuando decide casarse urgentemente con su novia se le olvida lo esencial: decir que la ama. Craso error que deberá pagar con una hora de saltos y brincos para llegar a tiempo a la iglesia, de lo contrario perderá una fortuna que le han dejado en herencia. Lo razonable del relato comienza a entrar en crisis cuando Buster quiere saber la hora en una relojería y todos los relojes marcan horas distintas. De ahí en adelante: el delirio. La persecución de las novias es soberbia y magníficamente filmada. Y ellas son más de siete.

    2. «La comezón del séptimo año» Billy Wilder (1955). Filmación de una obra de teatro exitosa y cinematográficamente convencional. No brilla tampoco por su originalidad de ideología pequeñoburguesa, y con un personaje protagónico insignificante, interpretado por un actor tan efectivo como anónimo, Tom Ewell, al que se lo recuerda casi exclusivamente por esta película y por haber hecho el mismo rol durante tres años en Broadway. Al séptimo año de matrimonio, un viudo de verano descubre que en el departamento superior al suyo hay una rubia con ganas de ser amistosa y que le confiesa que pone su ropa interior en el refrigerador, además de buscar refrescarse en los ventiladores del metro. Si no fuera por esta escena célebre y por su intérprete, Marilyn Monroe, podríamos seguir viendo los límites de la película, pero con ella ahí ¡es imposible!

    3. «Los siete samuráis» Akira Kurosawa (1954). Siete tipologías principales del carácter japonés, por eso el número de samuráis que serán contratados para defender un poblado campesino miserable. Kurosawa, autor también del guion, narra una epopeya de humildes en una época desesperada, como la del Japón de aquellos años bajo ocupación estadounidense. Utilizando un lenguaje sencillo y recursos realistas, el relato de más de tres horas es de los más vibrantes y entretenidos de la historia del cine, pero además constituye un fresco de los tipos humanos y su enfrentamiento a la adversidad. Fue por décadas el mayor éxito del cine oriental y creó un modelo repetido más de siete veces. «Bichos» (John Lasseter, Andrew Stanton) 1998, es una de sus versiones más logradas.

    4. «Siete novias para siete hermanos» Stanley Donen (1954). El número no es casual. Esta sencilla e improbable historia tiene poco de realismo, lo que se agradece desde el momento en que el rústico hermano mayor de los Pontipee se baja de su carreta y se pone a cantar. Él era Howard Keel, un seductor barítono con gran talento para la comedia. Encuentra en poco rato a Jane Powell, soprano por supuesto, y juntos casados y cantando emprenden el regreso al hogar en las montañas, donde los otros seis hermanos se darán cuenta de sus urgencias en iniciar la propia vida marital. Mezcla de western y musical, con algún ingrediente mítico (el rapto de las Sabinas) y alguna sazón erótica, es deleite asegurado si uno está dispuesto a dejarse encantar. Notable sigue siendo el número de danza que los hermanos ofrecen a sus futuras enamoradas para derrotar a sus rivales, con pura destreza viril.

    5. «El séptimo jurado» Georges Lautner (1962). Un domingo de provincia y un burgués entre el aburrimiento y la frustración, encuentra a una mujer que toma el sol semidesnuda, desea besarla, ella se resiste y él la estrangula. El hecho conmueve a la pequeña ciudad y al asesino atormentado por los remordimientos, más todavía cuando viene elegido como séptimo jurado en el proceso, aquel que sirve para dirimir los empates. ¿Qué hará ante el acusado que él sabe inocente? Un ingrato, pero apasionante retrato de los horrores cotidianos de la provincia francesa, en los que el conformismo y los intereses creados imponen una verdad acomodaticia y satisfactoria para la mayoría, excepto para la víctima. Una maravilla de buen cine algo olvidada.

    6. «El séptimo sello» Ingmar Bergman (1957). Regresando de las Cruzadas, un caballero encuentra a la Muerte y para estirar un poco la cosa le propone jugar una partida de ajedrez. Entretanto la peste amenaza al pueblo, la religión deviene en recurso violento con la quema de una bruja y la duda sobre Dios se apodera de la conciencia del protagonista. Una alegoría programada sobre el temor atómico y las debilidades humanas, que esquiva el simbolismo literal gracias a la habilidad del cineasta para crear un refinado imaginario plástico de gran riqueza e inventiva cinematográfica. Un reparto perfecto y la fotografía completan las virtudes de un relato con exceso de inteligencia. El título alude a un pasaje del Apocalipsis.

    7. «Siete pecados capitales» David Fincher (1995). Un asesino en serie que busca castigar los pecados del título y cuya maniacal inteligencia pone en crisis a dos policías unidos por la necesidad. El problema es que además está la esposa de uno de ellos, que no conoce a nadie en la ciudad y se aburre. Pero algo extraño se presenta cuando después del quinto asesinato, un hombre se entrega a la policía voluntariamente diciendo ser el responsable. Un buen reparto (Pitt, Freeman, Spacey, Paltrow) para un buen guion (Andrew Kevin Walker) y una dirección que no equivoca casi nada para llegar a un final memorable y desesperado, que completa el número siete. 

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