El “Arte precario” de Cecilia Vicuña 

Fecha

La retrospectiva de la consagrada artista y poeta chilena, «Soñar el agua», se extiende hasta comienzos de septiembre, en el Museo de Bellas Artes. Ocasión para apreciar la trayectoria de esta creadora nacida en Chile en 1948 y radicada en Nueva York desde 1980, la muestra irá después al MALBA de Buenos Aires, y a la Pinacoteca de San Pablo, Brasil.

Por Marilú Ortiz de Rozas

Un inmenso Quipu Menstrual, una de las emblemáticas instalaciones de Cecilia Vicuña que aluden al flujo femenino que engendra la vida, en vellón de intensos colores rojos, domina el hall central del Museo de Bellas Artes. Cuelga con dramatismo de la cúpula de cristal, como si cayera del cielo. Nunca este espacio había sentido con más fuerza el grito de la mujer. De una que ha dedicado su vida a poner de relieve en su obra temáticas relacionadas justamente con la discriminación a la mujer y los pueblos originarios, con la resistencia política y la progresiva devastación de nuestra Madre Tierra. Lo ha hecho dando a luz en los años sesenta a lo que llamó “Arte precario”, uno frágil y feroz a la vez, como ella, enhebrado en materiales destinados a desaparecer, metáfora de nuestro ecosistema.

“Para mí, la llegada del Quipu Menstrual al Museo Nacional de Bellas Artes representa un pachakuti, es decir, un cambio de era: el arribo del universo andino en pleno, que es femenino y de creación, a un palacio francés que ha estado instalado en el centro cultural de Chile por casi doscientos años. Es un momento de una felicidad ya no sólo personal, porque representa la transformación de la cultura”, manifiesta una extenuada Cecilia Vicuña. A días de abrir su exposición en Santiago, partió a inaugurar una nueva muestra en Londres.

Podríamos creer que hoy está viviendo un sueño, y ciertamente lo está. Mas, le ha costado ser reconocida por la institucionalidad cultural de su país. Si la Universidad de Chile acaba de otorgarle el título de doctora Honoris Causa, su última exposición en un museo chileno databa de 1971, recuerda. Le dieron el Premio Velázquez, del Ministerio de Cultura de España, en 2019; y recibió el año pasado el León de Oro a la trayectoria en la Bienal de Venecia. Al igual que Gabriela Mistral, que recibió primero el Nobel antes que el Premio Nacional, Cecilia hasta ahora no dispone de este último. Le rindieron homenaje en Venecia, en el Guggenheim de Nueva York y en la Tate Modern de Londres antes de que le hicieran una retrospectiva en Chile. Casi diez años llevaba su curador, el peruano Miguel López, tratando de concretar esta gran muestra. “Pero llegó en el momento justo”, dice él, y las más de 200 obras que logró congregar aportan una visión muy completa de la trayectoria de la artista.

Este momento de plenitud ella lo dedica a su madre, Norma Ramírez, quien a sus 98 años es una fuente de amor e inspiración para Cecilia. Lo dedica también a los detenidos desaparecidos ya que, explica, esta muestra finalmente se lleva a cabo el año en que se cumple medio siglo del golpe de estado. Por eso decidió, ya inaugurada la exhibición, bautizar a este Quipu “Semi yo” (una sección de su muestra se llama “Semi ya”, donde trabaja con semillas), pues alude a la doble desaparición de estas personas; la segunda, a manos del olvido.

Así, esta alegría de Cecilia está empañada de dolor; hoy, muy particularmente, por la destrucción de nuestro planeta, y es la razón por la que este recorrido está cruzado por agua. En videos, dibujos, instalaciones y los más diversos soportes, «Soñar el agua» nos habla del derretimiento de los glaciares, de la contaminación de los océanos, del estrechamiento y desaparición de humedales y ríos. Todo en forma sutil, pero de poética elocuencia. 

Las secciones

Cecilia Vicuña explica que esta es una retrospectiva, pero a la vez mira hacia el futuro. Y su curador detalla que la ha dividido en varias secciones que ocupan todo el primer piso del Museo de Bellas Artes. En la primera, «Tribu NO», se encuentran registros de acciones artísticas, poemas, pinturas, dibujos y documentos creados a partir del «No Manifiesto» que Cecilia Vicuña escribió en 1967, dando origen a una agrupación de jóvenes artistas y poetas que buscaban expresar su oposición a las fuerzas conservadoras en Chile. La segunda sección, «Pinturas, poemas y explicaciones», que fue el título de la segunda exposición individual de la artista en Chile (1971), incluye principalmente pinturas que comenzó a ejecutar en 1964, bajo influjo del arte indígena y mestizo. Plasma mujeres desnudas en protestas, fantasías animales, filosofía andina, mitos y folclor popular. Varias fueron ignoradas o etiquetadas de ingenuas o “primitivas”, un término ya desechado en el arte contemporáneo. La tercera, «Artist for Democracy», lleva el nombre de otra agrupación que Cecilia fundó en Londres, en 1974, en conjunto con otros artistas, para solidarizar con Chile. Pinturas, collages, documentos, fotografías y materiales impresos dan cuenta de las manifestaciones masivas que realizaron en Trafalgar Square, denunciando lo sucedido en nuestro país y exigiendo revertir el imperialismo. La cuarta sección, «Vicuña en Colombia», aborda los años en que ella vivió en Bogotá (1975 a 1980), donde llevó a cabo cientos de dibujos, collages, acciones de arte, talleres educativos, proyectos escenográficos y películas. Realizó varias exposiciones individuales, sin embargo, la mayor parte de las obras de esa época fue recibida con indiferencia, y destruida. Posteriormente se radicó en Nueva York, donde reside hasta hoy. La quinta sección, «PALABRARmas», explora los lazos entre la conciencia y la palabra, aludiendo a la capacidad transformadora del lenguaje en períodos de convulsión política en Latinoamérica y de profundo cuestionamiento a Occidente. Se incluye una selección de adivinanzas producidas a fines de los sesenta y de “PALABRARmas”, producidas desde 1974 hasta ahora. 

“(…) las palabras son armas, quizás las únicas armas permitidas”, sostiene la artista y poeta. La sexta sección, «Precarios», se constituye de pequeños ensamblajes construidos con elementos encontrados, o “basuritas”, como los llama ella, arrastrados o modificados por la propia Naturaleza. Estas creaciones fueron realizadas en la playa de Concón en 1966. Con estas piezas, a las que ella luego se refirió como “performances rituales”, “metáforas espaciales” y “poemas multidimensionales”, configura una delicada puesta en escena en una sala del ala norte del Museo. Sobre arena de playa, acentúa su condición efímera. 

Inolvidable Ritual en la Galería Patricia Ready

Jugando a volver posible lo casi perdido, Cecilia Vicuña ha apostado por invocar fuerzas ancestrales que mueven montañas. Inolvidable fue el ritual performático que llevó a cabo en abril de 2012 en la Galería Patricia Ready, su galería en Chile. Ya vivíamos una sequía preocupante y ella nos recordó que, cuando era niña, las familias hacían pícnics en las riberas del Mapocho y se bañaban en sus aguas. Este río nace en el cerro y glaciar El Plomo, donde fue sacrificado un niño inca “para pedir que siempre hubiera agua en este valle”, explicó. Pero el niño fue extraído y vendido, hoy el Mapocho y numerosos otros ríos de Chile se están secando.  En ese entonces, con el fin de reparar el sacrilegio y convocar el espíritu del niño sacrificado, la artista creó un quipu y llevó metafóricamente a la galería un río de vellones de lana blancos que caían en cascadas. 

La noche inaugural ejecutó una performance con sus especiales cantos que concitan a todas las culturas ancestrales de la Tierra. Según algunos estudiosos, remiten a las pastoras de las cumbres andinas, mas, ella no los aprendió de nadie. Y contó que su abuela materna, que era cantante de ópera, de origen diaguita, le dijo “que daban miedo”. 

Lo que sí dio miedo, es que al día siguiente de su poderosa invocación, el cielo arrojó un diluvio que lavó la ciudad, las montañas y también las almas, porque lloramos todos de la emoción. Cecilia nos invitó a creer en milagros de otra índole. Milagros que podrían cambiar el destino de nuestro planeta y de la Humanidad, ya que la realidad ha demostrado otras prioridades en la agenda política.

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