Chaplin x Chaplin. Una fábula de pobreza, fracasos y redención

Fecha

Publicada en 1964, la autobiografía del comediante más famoso de la historia, entrega luces y matices para contrarrestar la iconografía diseñada con los años: una revisión de vida repleta de nostalgia, fantasmas, miserias, dolor y la posibilidad del humor… a pesar de todo.

Por Andrés Nazarala R. 

@solofilms76

A esta altura de la civilización, Charles Chaplin (1889-1977) se ha convertido en una inofensiva figura de postal que, mercado mediante, fue perdiendo el pathos y la furia. La persistencia del imaginario que construyó con genialidad hizo el resto en el proceso de naturalización, al punto que hoy su originalidad parece enterrada en los lugares comunes que son el ABC de todo comediante. A 134 años de su nacimiento, parece un buen desafío volver a mirar su obra con atención para recuperar el asombro perdido y, en conjunto, reactivar la fascinación frente a películas que funcionan como actos de magia en los marcos de la imagen en movimiento. Porque “Chaplin es el cine”, como alguna vez afirmó Federico Fellini.

Ya en 1923, el formalista ruso Viktor Shklovski destacó su versatilidad a la luz de los ideales soviéticos. “El espectador prueba diferentes profesiones a través de Chaplin, las experimenta y las distancia”, apuntó en «Literatura y cine». Pero fue el gran teórico francés André Bazin el mayor analista de su obra, como lo demuestran los múltiples textos que escribió, y que posteriormente fueron reunidos en el libro «Charlie Chaplin».

“Bazin hablaba de Chaplin mejor que nadie, y su vertiginosa dialéctica aumentaba el placer de escucharle”, observó François Truffaut en el prólogo. Él probablemente vio en el cineasta y actor inglés un espejo de sí mismo. Después de todo, ambos tuvieron infancias difíciles que supieron revertir mediante la creación. “No estoy muy lejos de pensar que Chaplin, cuya madre murió loca, estuvo también cerca de la alienación y que sólo consiguió salir adelante gracias a sus dotes de mimo (heredadas precisamente de su madre). Hace algunos años se estudia con más seriedad el caso de los niños que han crecido en la soledad, en la miseria moral, física o material, y los especialistas describen el autismo como un mecanismo de defensa. Lo vemos claramente a través de los ejemplos tomados por Bazin de la obra de Chaplin: todo es un mecanismo de defensa en los hechos y gestos de Charlot”.

No es difícil entender que la fama masiva, la admiración cinéfila y la naturaleza icónica de Chaplin son efectos inevitables de su paso por el mundo. Forman parte de un relato construido por otros que dialoga –y a veces choca– con la imagen que él tenía de sí mismo. Ésta ha quedado inmortalizada en «Mi autobiografía», libro publicado en 1964. Una revisión de vida repleta de nostalgia, fantasmas, miserias, dolor y la posibilidad del humor a pesar de todo. 

Una rata ciega y acorralada 

“Nací el 16 de abril de 1889, a las ocho de la noche, en East Lane, Walworth. Poco después nos mudamos a West Square, St. George’s Road, Lambeth. Según mi madre mi mundo era feliz”, escribe Chaplin al comienzo de su recorrido, viajando mentalmente hacia la infancia desde la quietud desapasionada de la vejez. Fueron años de creciente dolor viviendo con su madre Hannah Chaplin (de nombre artístico Lily Harley, fue una actriz de music hall británica), y bajo la sombra de un padre, el actor Charles Spencer Chaplin Sr. (también artista de music hall inglés, logró un éxito considerable en la década de 1890), quien abusaba del alcohol.

“Mi madre era actriz cómica en un teatro de variedades, una mujercita mignonne cuando lindaba los treinta años, de piel muy blanca, ojos azul violeta y largos cabellos castaño claro, tan largos que podía sentarse en ellos”, describe. “Yo apenas conocía la existencia de un padre, y no recuerdo que viviera nunca con nosotros. Era también artista de vodevil, un hombre tranquilo, reconcentrado, de ojos oscuros. Mi madre decía que se parecía a Napoleón. Tenía voz de barítono y se le consideraba un buen actor. Incluso en aquellos días ganaba la considerable suma de cuarenta libras esterlinas a la semana. Lo malo era que bebía demasiado, algo que, según mi madre, fue la causa de su separación”.

Rápidamente todo se vino abajo. Hannah Chaplin y sus dos hijos tuvieron que vivir en un asilo de pobres hasta que fue internada en un manicomio. Cuando Charles Spencer Chaplin Sr. murió de cirrosis en 1901, ambos hermanos quedaron sin tutela. Fueron derivados a un orfanato. No cuesta mucho imaginar toda esta época de calvarios en una Londres gris y brumosa como sacada de una novela de Dickens; un escenario hostil que contrasta con la mayor herencia que los niños recibieron de sus padres ausentes: el arte de entretener y hacer reír. 

 


“En 1972 Charles Chaplin recibió un Oscar Honorífico a toda su carrera. El auditorio le aplaudió de pie durante doce minutos, un auténtico récord” 
(«National Geographic» https://historia.nationalgeographic.com.es/a/historia-charles-chaplin-padre-charlot_14146)

Ese fue el gran refugio del pequeño Charlie, quien comenzó a trabajar para compañías teatrales, grupos de mimos y circos. Uno de sus modelos de conducta fue Marceline, considerado por muchos el mejor payaso de la historia. De él sacó la técnica para su característico uso del bastón. Y también, probablemente, la idea de que la comedia y la tragedia están unidas por un hilo muy delgado.

“Un año más tarde se suicidó en Nueva York. Un breve suelto en los periódicos informaba de que un inquilino de su misma casa había oído un disparo y había encontrado a Marceline tendido en el suelo con una pistola en la mano, mientras seguía sonando un disco: «Moonlight and Roses». Muchos comediantes ingleses famosos se han suicidado”, escribió Chaplin. En ese contraste radicaba el futuro arte del entonces aprendiz: la luz y la sombra, la tristeza del orfanato y la comedia, la fe en el mundo y la crítica mordaz. 

“Joseph Conrad (el novelista) escribió a un amigo que la vida hacía que se sintiera como una rata ciega y acorralada, esperando que la matasen a garrotazos”, apunta Chaplin en un momento. “Este símil podría muy bien aplicarse a las espantosas circunstancias por las que pasamos todos; sin embargo, a algunos nos recompensa la buena suerte y eso es lo que me ocurrió”.

La poética de un vagabundo

Su talento innegable como actor y director –en tiempos en que la Industria del Cine se consolidaba con pasos agigantados– supo alcanzar el corazón de la audiencia y, por consiguiente, las oficinas de productores y agentes. Llegó a Estados Unidos gracias a una obra y terminó quedándose. 

“La noche antes de zarpar anduve por el West End londinense, parándome en Leicester Square, en Coventry Street, en The Mall y en Piccadilly, con la afanosa sensación de que aquella sería la última vez que vería Londres, pues había decidido establecerme de modo permanente en Estados Unidos. Caminé hasta las dos de la mañana, sumiéndome en la poesía de las calles desiertas y en mi propia tristeza”, anota en su libro. 

Su gesto fue valiente: introdujo la figura del vagabundo, su inmortal Charlot, en los glamorosos salones del Séptimo Arte. Arrastró la miseria que experimentó en Londres hacia una industria millonaria. Cuando el cine sonoro irrumpió en los años 30, Chaplin no quiso darle voz a su personaje. La mudez era su marca. Estaba retratando el silencio de los desposeídos.

Mucho se ha dicho, escrito y filmado sobre su era de esplendor –el fenómeno de audiencias, los trucos que inventó, las proezas de musicalizar sus propias películas– y sobre una persecución política que terminó con su deportación de Estados Unidos. Era la estrella más grande del mundo, no hay duda, pero la autobiografía entrega matices que hablan de una profunda tristeza que el éxito no pudo mitigar. 

“Mi soledad era desesperante, porque yo contaba con todos los medios necesarios para tener amigos: era joven, rico y célebre; sin embargo, vagaba por Nueva York solo y cohibido”, confesó desde las postrimerías.

Orson Welles fue quien dijo que los finales alegres o tristes dependen de dónde se corte la historia. Chaplin cierra la autobiografía en un momento de plenitud junto a su mujer 36 años más joven que él, Oona O’Neill (también conocida como Lady Chaplin e hija del gran dramaturgo y Premio Nobel Eugene O’Neill), dejando fuera todo lo que vendría después, como la demencia senil que lo fue alejando progresivamente del mundo. Murió en la Navidad de 1977, a los 88 años. 

“Schopenhauer ha dicho que la felicidad es un estado negativo, pero no estoy de acuerdo con él”, agrega Chaplin quien, junto a Oona tuvieron 8 hijos: Geraldine, Michael, Josephine, Victoria, Eugene, Jane, Annette y Christopher. Todos ellos vivos y dedicados a la Industria del Cine, la Música y el Entretenimiento. 

“Durante los últimos veinte años he sabido qué es la felicidad. Tengo la suerte de estar casado con una esposa maravillosa: me gustaría decir algo más sobre esto, pero lleva implícito el amor, y el amor perfecto es el más bello de todos los desengaños, porque supone más de lo que uno puede expresar. A medida que convivo con Oona, la profundidad y la belleza de su carácter son una continua revelación para mí. Hasta cuando camina delante por las estrechas aceras de Vevey (Suiza) con una sencilla dignidad, erguida su bella figura, con su pelo oscuro peinado hacia atrás, en el que se ven unas hebras de plata, me invade una repentina oleada de amor y de admiración por todo lo que es y se me hace un nudo en la garganta. Con esta felicidad me siento a veces en nuestra terraza, a la puesta de sol, y contemplo el amplio jardín, con el lago a lo lejos, y más allá del lago veo las tranquilizadoras montañas, y en esta disposición de ánimo no pienso en nada y gozo de su magnífica serenidad”. 

¿De origen gitano? 

El documental «Charlie Chaplin. A Man of the World», realizado por sus nietas Carmen y Dolores Chaplin, y en desarrollo por estos días, ilumina un aspecto hasta entonces desconocido de la vida del cineasta: su origen gitano. “No se trata de enmendar errores, sino de intentar iluminar el misterio del origen de Charlie Chaplin y ver su obra desde otro ángulo, no mejor, sino distinto”, han dicho las responsables. La película cuenta con comentarios de Emir Kusturica, Johnny Depp, Fernando Trueba y Tony Gatlif, entre otros.

“Dos nietas del cineasta preparan una película sobre la herencia romaní de su abuelo, que nació en una caravana a las afueras de Birmingham, y la influencia de ese legado en su obra”, anuncia el Diario «El País» (https://elpais.com/cultura/2021-04-19/un-documental-indaga-en-los-origenes-gitanos-de-charles-chaplin.html).

Más
artículos