Por Hernán Garfias

Desde la década de los 60, Thomas Hoepker ha construido un trabajo con empatía y compromiso, porque siempre se ha definido como un creador de imágenes que se mueve entre lo documental y lo artístico. Destacó con su labor en la revista «Kristall», que lo llevó a viajar por Estados Unidos durante varios años, descubriendo un país lleno de contrastes, donde el sueño americano más parecía una propaganda falsa que una realidad. 

Notables son sus retratos para la serie «Big Champ» (1960), con un Mohammed Ali antes de convertirse en el boxeador más famoso de la historia. O sus retratos de Andy Warhol en su madurez. Tal vez lo más reconocido de su obra sea la capacidad de captar un Nueva York con sus luces y sombras. Hay fotos del 11 de septiembre con las Torres Gemelas humeando y un grupo de jóvenes conversando desde el otro lado del río como si estuvieran en un día de campo, indiferentes a la tragedia. La obra de Hoepker es muy humanista, con un interés genuino en los problemas sociales de su tiempo, donde las imágenes son testimonios de los dramas diarios que vive la gente de a pie, reflejados en imágenes llenas de sentimiento. 

Nacido en Múnich en 1936, comenzó a fotografiar desde los 14 años. Estudió Historia del Arte y Arqueología, que definieron su mirada para observar los espacios y las personas. Ha ganado varios premios desde muy joven, y en 1989 se convirtió en el primer alemán en formar parte de la Agencia Magnum, de la que fue su presidente entre 2003 y hasta el 2007. En 2014 fue honrado con el Leica Hall of Fame Award.  

Lo característico de Thomas Hoepker como cronista gráfico es su rechazo a las imágenes duras en las fotografías impactantes; al contrario, mantiene un lenguaje cuidadoso y comprensivo, más allá de las actualidades diarias. Por eso se define como un documentalista. Es por ello que me sigue impactando esa imagen de las Torres Gemelas humeando y ese grupo de jóvenes que continúa viviendo más allá de la tragedia.