Hambre de Espectáculo

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Las recientes presentaciones de la chilena María Cornejo en los Fashion Weeks de Nueva York, abren la reflexión sobre cómo los desfiles cada vez suman más ambición de masividad. Como el dios Saturno que devora a su hijo en el cuadro de Goya, ¿podrá la moda soportar un lugar secundario?

Por_ Alfredo López J.

Ilustraciones_ Manuel Santelices

Prada fall 2020

 

Son un negocio redondo de influencia y opinión pública, con invitados de la realeza, los deportes y Hollywood. Diseñados para crear atención global, con locaciones de otro planeta y presupuestos multimillonarios, los fashion shows son una de las herramientas de entretención y cultura más importantes del siglo. Un momento en que, más allá de exhibir una nueva colección, se deja una magnífica evidencia de ese mundo que se respira a la hora de las inspiraciones.

En resumen, momentos icónicos, únicos y explosivos que después circulan como pan caliente a través de las redes sociales. “Un buen ejemplo fue la reciente Love Parade que hizo Gucci en Hollywood Boulevard, donde la mitad de la transmisión no fue del desfile, sino de las celebridades tomando sus asientos”, establece el periodista e ilustrador Manuel Santelices, quien ha reporteado la industria en primera línea para distintas revistas internacionales.

“Louis Vuitton ha organizado desfiles en el Museo de Arte de Niteroi, en el muelle de Shanghái y en una fabulosa casa en Palm Springs. Céline presentó su colección de hombre invierno 2022 con una superproducción en el Château Chambord y Karl Lagerfeld –el gran maestro de la moda como espectáculo–, convirtió sucesivamente el Grand Palais en supermercado, aeropuerto, playa y hasta en una estación de despegue espacial para Chanel”, sostiene.

La aceleración de la producción y la oferta de moda, la avalancha de colecciones y el ritmo frenético de contenido en redes sociales ha hecho que gran parte de la industria compita ahora no por imponer un look, sino por capturar la atención. “La ropa es secundaria”, insiste Santelices luego de haber sido testigo de cómo Balenciaga presentó un show virtual con los Simpsons o cómo la aparición de Kanye West y Julia Fox se transformó en el tema más comentado de la reciente semana de la alta costura parisina.

Génesis de un show

Un fenómeno que comenzó a tomar forma en 1850, cuando el británico Charles Frederick Worth (el padre del negocio moderno de la moda)  presentó su casa de alta costura para la sociedad francesa. Antes de eso, la nobleza y personajes como María Antonieta tenían sus propias modistas que las visitaban y prácticamente desarrollaban a dúo el proceso de diseño. “La gracia de Worth es que pone en vitrina sus creaciones y tiene un impacto muy rápido. Las principales cortes de Europa se visten con sus diseños, a pesar de que era él quien proponía su visión de moda y no desarrollaba lo que la clientela se imaginaba. Por eso es considerado el primer diseñador de alta costura en cuanto a la historia de la moda se refiere”, explica Jessica Meza, docente en la Facultad de Diseño de la UDP y curadora en el Museo de la Moda. “Fue el primero en poner etiquetas a sus prendas y en crear el tema de dos temporadas anuales para sus colecciones: Primavera-Verano y Otoño-Invierno. Fue pionero además en presentar sus modelos en una pasarela, donde casi siempre desfilaba su señora, Marie Augustine”, prosigue. Entre sus clientas estaban la emperatriz Eugenia de Montijo, la mujer de Napoleón III, la emperatriz Isabel de Austria, la reina Victoria y la extravagante Madame Alva de Vanderbilt, quien le pidió que le diseñara el controversial disfraz Electric Light, con una antorcha que se encendía gracias a una discreta batería escondida en el armazón.

El repertorio de Worth rápidamente se fue masificando y aparecía frecuentemente en las revistas. No tardó demasiado en enviar sus vestidos a Estados Unidos, en tiempos en que las clientas estaban dispuestas a esperar hasta seis meses por sus pedidos.

Love Parade que hizo Gucci en Hollywood Boulevard, ilustrada por Manuel Santelices.

 

Un impacto new romantic

Después de más de un siglo, en los años 80, es cuando se confirma esta fusión entre show y moda. “Sobre todo en Londres, donde fue un fenómeno que vino de la mano de los diseñadores jóvenes y no de la alta costura. Con etiquetas como BodyMap, que fue una marca que duró muy poco tiempo. Ahí desfilaban Boy George, el performer Leigh Bowery, y la escena de los drags queens de la época. Eran desfiles con música y con gente en la pasarela cuyo trabajo habitual no era ser modelos”, descifra Jessica Meza. Algo que, en palabras del mismo Boy George, habla de la esencia de los movimientos punk y new romantic de la época: “Disfrazábamos y maquillábamos nuestras imperfecciones y defectos. Leigh Bowery hacía de los suyas, era el centro de su arte”, ha dicho el cantante.

Una manifestación absolutamente provocadora que después heredaron figuras como John Galliano o Thierry Mugler, quien en 1984 celebró una década de trabajo en un espacio llamado Le Zénith en París. Un espectáculo para seis mil espectadores con mujeres en la pasarela vestidas como deidades de todas las culturas. “Fue como un concierto de rock y la gente hacía filas para comprar las entradas. Desde ese momento, se podría decir que los desfiles se pasean de manera más intensa entre el concepto de exclusividad y masividad”, añade Meza, quien además no puede dejar de mencionar el desfile que Yves Saint Laurent hizo en medio de la Fête de L’Humanité, “algo que fue muy comentado porque el diseñador asoció su imagen a una fiesta organizada por los comunistas”. Otro desfile que quedó en su retina fue el de Alexander McQueen en 1999: un montaje futurista que terminó con la modelo Shalom Harlow vestida de un pulcro blanco, girando sobre una tarima mientras unos robots la rociaban con pintura.

Para Manuel Santelices uno de los momentos de mayor impacto también tiene que ver con Yves Saint Laurent, cuando presentó su colección en el hotel Intercontinental de París, en 1999. “Estar ahí, en ese salón bellísimo, viendo al diseñador y a Laetitia Casta en la pasarela cerrando el show fue maravilloso. En 2018 asistí nuevamente al desfile de la colección crucero de Chanel, que fue uno de los últimos presentados por Lagerfeld. Fue increíblemente excitante: el Grand Palais estaba convertido en un puerto con un gran transatlántico como pasarela que después se abrió al público para una fiesta inolvidable”. En Nueva York, los desfiles que nunca lo dejaron de asombrar fueron los de Ralph Lauren, “uno especialmente en Madison Avenue donde el lugar estaba adornado con más de 100 mil camelias; y los de Carolina Herrera, donde siempre está la mejor música de la Fashion Week”. 

La diseñadora María Cornejo.

 

Correa y Cornejo

En Chile también hubo pasarelas destacadas, muchas en Viña del Mar en los 60. Pero el momento más potente aparece en los 70 con Marco Correa, quien muchas veces trabajó con compañías de danza para presentar sus desfiles en espacios emblemáticos por su modernidad en la época, como la sala Omnium de Las Condes. “Sin duda, Correa es el principal diseñador chileno, un hombre de una formación muy multifacética que en sus desfiles incorporaba mimos y música”, establece Meza.

Luego, en los 90 y de cara al cambio de siglo, los desfiles se hacen masivos con productores como Camilo Valdivia, quien reclutaba para sus performances a diseñadores como Jaime ‘Oso’ Troncoso, Luciano Brancoli, Rubén Campos y José Cardoch. Un período marcado por la llegada de súpermodelos internacionales, como Cindy Crawford y Claudia Schiffer, que aparecían como visitas de Estado en un país en franca apertura.

El caso de María Cornejo aparece de manera muy distinta. Su trabajo, que es el favorito de mujeres como Cindy Sherman, Tilda Swinton o Michelle Obama, comenzó fuera del país. Jessica Meza, quien defiende su postura minimalista y muy cómoda, dice que es fundamental en su carrera su despegue en los 80 junto a John Richmond. “Tuvieron una marca que se llamaba Richmond-Cornejo, con piezas muy exclusivas en Londres que hoy son muy cotizadas y escasas. Después se separaron y ella continuó su carrera en París y Nueva York. Soy muy fan de lo que ha logrado. ¡Una chilena que esté en las pasarelas mundiales! Son pocas”, sentencia.

Por su parte, Manuel Santelices celebra que Cornejo siempre sepa qué buscan las mujeres que usan sus diseños. “Ella ya estaba preocupada de asuntos como igualdad de género o sustentabilidad desde hace mucho tiempo. Su ropa es cerebral, sensual y su clientela está formada por artistas, intelectuales y mujeres en cargos de poder que no tienen miedo en mostrarse femeninas. No se ha dejado llevar por las ambiciones. Hay algo muy humano en ella que se refleja en su trabajo, tiene muy poco ego y es muy accesible. Una mujer fantástica”, concluye sobre la chilena que para su nueva colección apuesta por el concepto de renacimiento a través de una crisálida protagónica, “una mariposa en transición”. 

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