Los Rapa Nui navegan para el futuro

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Por Heidi Schmidlin

Fotos: Fundación Ao Tupuna

Recalada del Kuini Analola en Hangarau.

Recalaron a las 2 de la madrugada en la bahía de Haŋa Rau. Desde lejos, el capitán Lynn Rapu Tuki, investido Maestro Navegante del Kuini Analola, avistó el fuego que iluminaba la llegada del trascendental viaje. Durante dos meses había rodeado la costa extremeña de Chile para cruzar las dos mil millas náuticas que se abren entre Quellón y Rapa Nui. 

Impulsado sólo por remos y velas, avanzó enlazado a la energía del viento y encordado a la fuerza de equipo integrada por marinos de armada y navegantes rapanui. A su paso, el vaka taurua (catamarán) fue abriendo la estela de navegación ancestral, guiado por técnicas y observaciones que desde los mapas antiguos orientan el pilotaje por “estima”. La náutica originaria define, además, la forma de entablar una relación de mutuo apoyo con el entorno (la umanga). El acontecimiento fue “plantado” con un curanto ceremonial para las mil personas que celebraron esa histórica travesía, sellando así –entre bailes, cantos y rogativas–, la fiesta que quiere ser tradición. Desde entonces, cada 27 de abril se celebra en Rapa Nui, el Día de la Navegación Ancestral

Obediencia al autocuidado

El concepto del viaje repone una memoria cultural anclada al entorno oceánico de la “Terra Australis Incógnita”: el movimiento de sus mareas, el lenguaje del cielo, las dinámicas de las corrientes y el orden de sus estrellas tutelares.

“Nuestra visión es que el mar es un conector de oleajes y realidades marinas que nos une como un cuerpo en un Marae (maritorio de 25 mil islas de la macro región de Oceanía), desde Australia, Tahíti, Hawái, Nueva Zelanda, hasta Rapa Nui”, explica la tahitiana Maima Rapu, doctorada en Antropología Cultural por la Universidad de La Sorbonne (París). 

En su matrimonio con Lynn Rapu –Capitán cultural del patrimonio ancestral Rapa Nui–, confluyen las raíces de la Cosmovisión Polinésica. Desde ellas instauraron la Fundación Ao Tupuna, que acoge la Escuela de Navegación y el Instituto Ana Kai Tangata, para la educación y práctica de sus patrimonios en intercambios con otras identidades isleñas, como la Maorí.  

Junto a la comunidad insular, la Fundación abre espacios para activar la práctica y los conocimientos tradicionales del vértice oriental de la Polinesia. Algunas son acciones comunitarias de respeto al entorno, entre ellas, las limpiezas del borde costero y fondo marino, junto con la puesta en marcha del Primer Festival de Economía Circular que explora la sustentabilidad de producción. Transversalmente, imparten talleres de idioma venanga, profundización de códigos musicales, relatos textiles como los nudos Kai-kai, los bordados y el diseño de los tocados ceremoniales. También investigan la geografía sagrada y la representación del firmamento. Un todo que a su vez se aplica al sistema de navegación ancestral.  

“La Escuela de navegación que sostenemos”, asegura Lynn, “es sólo parte de un cuerpo cultural que buscamos fortalecer. Impartimos una educación que pone en valor paradigmas antiguos, y muchos son coincidentes con el nuevo respeto a la Naturaleza. Entre ellos, el Tapu: la obediencia absoluta a convivir en el autocuidado. Existe también el apremio por incentivar el uso y aprendizaje de nuestra lengua, enlistada en la Unesco como un conocimiento en peligro de desaparecer”.  

Con este propósito, Maima Rapu destaca algunas herramientas que facilitan la recuperación de los saberes tradicionales: “En los cantos sagrados y rogativas Aku-Aku (espíritus guardianes); en las polaridades Riu y Ute (cantos ancestrales), que lloran o festejan, y en los bailes invocadores de prosperidad y fertilidad; preexiste un modo de vivir compartido. Nuestro objetivo final es juntar aquellos trozos de memoria que aún permanecen en una cultura intervenida hasta el punto de quedar desmembrada”, apunta la antropóloga. 

De cielo a mar

En el Marae (sitio ceremonial) del Ahu de Rangiroa, Lynn Rapu recibió del maestro Papa Punua –Charles Nainoa Thompson (1953, hawaiano y director ejecutivo de la Sociedad de Navegación Polinesia)–, su investidura como Maestro Navegante. Bordeaba los 50, edad requerida para recibir el título de Capitán: “Sólo quienes hayan alcanzado una sabiduría como resultado de un recorrido y una experticia lograda, pueden construir y orientar un barco enfrentado a la incertidumbre de alta mar”.  

Haciendo cruces culturales, Rapu encargó la construcción de su nave al experimentado maestro de ribera quellonino, Ambrosio Aguilar, con quien reeditó los trazados polinésicos de arquitectura náutica. Para la cubierta, Lynn otorgó a la embarcación un diseño de herencia inmaterial: “La inspiración del diseño de la nave nace de mis venas, y está plasmado en la espalda del moái y en las formaciones rocosas del maritorio. El vaka taurua con su doble casco y eficaces enjambres de velas, optimiza el ángulo de arremetida al viento permitiéndole mayor velocidad. De hecho, la eficiencia que tiene en la actualidad este tipo de embarcación es sin duda una prueba de la experiencia marítima de los antiguos polinésicos”, asevera el maestro navegante.

Tras un año y tres meses de entrenamiento marino y de construcción, el vaka taurua de 16 metros de eslora, 5 metros de manga y 1,45 metros de altura desde el casco, fue bautizado como Kuini Analola, el 30 de noviembre de 2018, en los astilleros quelloninos. Su ceremonia de botadura echó a andar no sólo una proeza náutica, sino también la reconstrucción de un modo de navegar y capear las olas con lógica patrimonial. Resignificó una técnica y la identificación de tablas astronómicas que, según hablan las piedras, fueron “sopladas por los ‘Āriŋa Ora, rostros de nuestros ancestros”. 

Este conjunto de tecnologías apropiadas, con sus parámetros orientadores de cielo a mar, convenció a privados como el Puerto Quintero Asimar. Fruto del esfuerzo compartido, Rapa Nui cuenta hoy con la primera nave – escuela que permitirá transmitir las ancestrales técnicas marítimas a nuevas generaciones. Y aplicando estas tecnologías apropiadas, serán Embajadores de Chile en la Polinesia. 

Maima Rapu y Lynn Rapu Tuki junto a un modelo reducido de la embarcación ancestral.

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