En su nueva exposición, en la Sala Principal de la Galería Patricia Ready, la artista confirma su sostenido interés por las relaciones entre Arte y Naturaleza.
Por_ César Gabler
Observadora atenta de su entorno, Macarena Ruiz-Tagle (Santiago, 1981) reside en Berlín y tiene su taller justo enfrente del enorme parque estilo inglés Tiergarten, el principal de esa ciudad, desde donde se entrega a la contemplación de la luz solar, el agua o el viento, y los traduce en piezas plásticas que transitan ente la pintura y la instalación. Heredera de artistas como Olafur Eliasson, su arte rinde tributo a la abstracción y la estética de la meditación.
Junto con practicar la pintura, la artista desarrolla la pintura de gradientes y en los últimos años ha estudiado con ahínco la cerámica y las técnicas japonesas de pintura en seda. Sus obras son delicadas invitaciones a zambullirnos en la contemplación y calibrar nuestros sentidos desde la belleza. Una apuesta estética que la conecta con el lenguaje abstracto desde un lugar impensado: la observación atenta de los fenómenos naturales. Tampoco debiera extrañarnos. Mondrian descubrió el orden geométrico que gobernó su obra, reproduciendo primero, abstrayendo después, el océano; fue el agua de sus estanques en Giverny la que llevó a Monet a pintar los Nenúfares que cerraron su obra con ecos del grabado japonés que tanto lo fascinó; y la aventura de Helen Frankenthaler, una de las más cautivantes pintoras del Expresionismo Abstracto, arranca con una obra titulada «Mountains and sea».
Y claro, mucho antes de todo eso, los pintores y poetas asiáticos descubrían el sentido de la existencia –su pasmosa fragilidad– evocando con economía, el viento, el croar de las ranas o el ritmo melódico de las lluvias, en versos escuetos y quebrados o en la superficie delicada de la seda. Una tela, cuyo origen está en la actividad de unos laboriosos gusanos explotados –con esmero industrial– por el ser humano. En el proyecto de Ruiz-Tagle, aquella idea es tan esencial como los atributos formales del material; su delicada superficie, la forma en la que absorbe y proyecta el color.
A partir de piezas cuya forma parece la reducción sensible y extrema de un fenómeno natural, la artista funge de científica y pintora plein air. El espíritu del Impresionismo, de los científicos de campo o de la estampa japonesa, se concentrarán en una fórmula que no por reductiva y racional es menos sensible. Puede ser el color –que tanto la fascina– el discurrir de la luz entre las hojas o la forma del agua cuando es sacudida por el viento. Esos estímulos concentran su atención, y el paso siguiente es traducirlos en obra. En la exhibición de la Galería Patricia Ready, del 20 de diciembre al 27 de enero 2024, el dibujo en grafito le permite capturar las luces que se filtran entre el follaje y develar sus patrones de movimiento, la cerámica captura la agitación del agua y se ofrece a los pies de los espectadores –un logro que tomó tres años de aprendizaje–, y la seda se aparece a través de hilos delicadamente coloreados agitados sutilmente por el viento.
Devota de la belleza
Fenómenos que por eternamente repetidos, pueden resultarnos banales; la artista los observa y los devuelve como hallazgos sorprendentes y simbólicos. Devota de la belleza, la suya es una propuesta que reivindica la experiencia del espectador, como el corazón de su estética. Ruiz-Tagle emplea el lenguaje de la abstracción, en sus formas más reductivas, como una recuperación activa de la observación natural o para abordar asuntos que escapan al puro formalismo, y se vinculan a la crisis planetaria, cuestionando las formas en que los humanos se han valido de la Naturaleza en su beneficio (la seda, por ejemplo).
Merleau Ponty señalaba: “No, no renunciamos a las certidumbres del sentido común … sino porque, precisamente en calidad de presupuestos de todo pensamiento, al ‘darse por sabidas’, pasan desapercibidas y, para despertarlas y hacerlas aparecer, debemos por un instante olvidarlas”. Aquella idea parece estar a la base del proyecto. ¿Cómo entender, si no, que la artista persiga la luz esquiva del sol entre las hojas en sus dibujos? ¿O que intente manifestar al viento?
«Seda» amplía su registro artístico y ahonda en la dimensión cultural que implican materiales y oficios ancestrales. Una instalación de 10.000 metros de hilo de seda, que, de título a la exhibición, juega con el color y la percepción. La creadora, “obsesiva” como es con sus procesos, viajó hasta Kyoto para descubrir las técnicas tradicionales de pintura y tinción de este material, clave en la poética del proyecto. Volumen sugerido y evanescente, la obra aporta el delicado movimiento real que cristalizan las piezas cerámicas, un verdadero debut, para la artista, en esta disciplina.
Quizás ahí se resume esta apuesta, como un reflexivo intento por capturar la esencia y la fugacidad de la Naturaleza, cuando el mundo parece derrumbarse. Belleza y melancolía.
“Como en el ciclo del gusano de seda, el lazo de los elementos de la topología que propone Macarena Ruiz-Tagle hace convivir a entidades y cosas que viven y otras que no, confundiendo los límites entre un ser y otro, coexistiendo en presencia y ausencia simultáneas para recordarnos los ámbitos en los que más evidente es la transición entre Naturaleza y Cultura… La seda es un material universalmente biocompatible, lo que significa que puede ser puesto en contacto con cualquier entidad orgánica sin afectarla. Singular material: sin ser espejo ni lente, la seda refleja y refracta de manera leve la luz, así como posibilita diferentes formas de vida… La luz es abreviada y multiplicada por su fino tejido y su composición orgánica similar a la escritura… Las telas de seda y su poder moderado de reflexión logran aglutinarse con el uso del color: de izquierda a derecha y viceversa, de abajo hacia arriba y viceversa… volviéndose este, parte de un sistema sígnico que se basa en las cualidades particulares de la seda para absorber tintura en capas…”.
Teobaldo Lagos, autor del ensayo que acompaña este proyecto.