Sottsass Associati, un antes y un después

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Otro gran maestro del diseño italiano nos convoca para recordarlo y recorrer su obra, resaltando su capacidad de reinventarse a los 63 años, donde había alcanzado su gloria, asociándose con cuatro jóvenes inexpertos pero muy talentosos.

Por_ Hernán Garfias

Retrato de Ettore Sottsass ©Effigie/Leemage
Leemage via AFP

 

Cuando conocí a Ettore Sottsass (1917-2007), no trabajaba en arquitectura, una profesión con poco espacio en Italia, o hacía un par de casas para amigos coleccionistas y admiradores de su obra en diseño industrial, la que había tenido varios hitos en su carrera profesional. Su paso por Olivetti, la mítica fabrica de máquinas de escribir y computación, lo había hecho muy famoso. Cómo no recordar la portátil Valentine, vestida en plástico rojo, con su estuche para guardarla como maletín, de una estética que causaba furor, sobre todo entre los jóvenes, tal como lo hizo después Apple con los diseños de Jonathan Ive. 

En los 60 había producido muebles y cerámicas con mucha dedicación a la investigación artística e intelectual, generando debates en los años setenta del Radical Design, que fue una corriente muy influyente en esa época y que reunió a arquitectos, diseñadores y teóricos, como Gillo Dorfles, Giulio Carlo Argan, Alessandro Mendini, Enzo Mari, Alessandro Guerriero, Andrea Branzi y Gaetano Pesce. Las revistas como «Casabella», «Modo», «Domus» y otras, extendían ese debate hacia todo el mundo. 

Era la construcción de una idea que se contraponía al Menos es Más de Mies van der Rohe y de la Bauhaus, la frialdad del Racionalismo y el Minimalismo propuesto por Gropius y su época, para volver a la casa temperada, con mobiliario que te acogiera y abrazara, para sentirte calientito. Como los niños con su oso de peluche. Es lo que terminó por definirse como Posmodernismo. Así surgieron los nuevos conceptos llenos de color y formas redondeadas de Alquimia, Superstudio y Memphis. Este último, comandado por Sottsass y su mujer, Bárbara Radice.

La fuerza del destino

El nuevo estudio que creó Ettore en 1980, la llamada Sottsass Associati, nació por fuerza del destino. Reconocido como maestro y referencia de muchos jóvenes, se entusiasmó por trabajar con un grupo de cuatro talentosos arquitectos y diseñadores principiantes: Matteo Thun, Marco Zanini, Gerald Taylor y Aldo Cibic. El notario que tenía que hacer la escritura de esta sociedad no entendía cómo Sottsass, a quien conocía mucho, iba a cometer esa locura. Pero como me dijo una vez, “siempre he sido partidario de trabajar con alguien más, puedes hacer más cosas y compartir el esfuerzo y las responsabilidades. Yo siempre he trabajado con gente muy joven. Cuando yo era joven nadie me daba trabajo ni oportunidades. Creo que los jóvenes son más honestos y sensibles, con más dudas y menos presunción que los mayores. Además, me permiten volver a ser joven…”. Otros talentos de distintos lugares de Europa fueron llegando al estudio, como el diseñador gráfico Christoph Radl. Al poco andar dieron impulso a Memphis, que quería continuar con la antigua tradición de pensar, discutir, diseñar y hacer, basada en la tradición de la artesanía italiana de calidad. Y convocaron a un grupo muy internacional, como Michele De Lucchi, Andrea Branzi, Nathalie du Pasquier, George J. Sowden, Martine Bedin, Massimo Iosa-Guini, Hans Hollein, Peter Shire, Michael Graves, Javier Mariscal, Shiro Kuramata, Arata Isozaki y Masaroni Umeda. 

De ahí nacieron muebles, cerámicas, cristales, espacios, arquitectura plenos de imaginación y utopías. Se caracterizaron por sus formas que trataban (como lo define Marco Zanini) de asimilar los colores de la India, las luces de las calles de Tokio, y los laminados de plástico de los bares de la periferia de Milán. 

De ese período hay algunos muebles memorables, como la biblioteca Carlton y la estantería Casablanca de Sottsass, las sillas Gloucester y Liverpool de Sowden, las mesitas Polar, Kristall y Continental, la silla First de De Lucchi y el sillón Bel Air de Shire. Así como también las lámparas Tahiti, Oceanic y Treetops de Sottsass. Como sus cerámicas Nilo, Éufrates y Shiva, junto con los cristales Yemen y Puzzle para Venini.

Biblioteca Carlton

 

La dupla Ingeniero-Diseñador

Pero si volvemos al estudio de diseño, podemos comprobar que no todo era experimentación, porque había clientes que encargaban diseño industrial de productos, como televisores, sistemas de control numérico, una fábrica automática, centros de maquinaria, secadores de pelo, agendas de escritorio, mobiliario urbano, donde la idea era que la relación entre la ingeniería y el diseño industrial se torna muy necesaria: mientras el ingeniero sabe de tecnología, el diseñador se encarga de crear el traje elegante. Viste la parte fea de una máquina hasta transformarla en un objeto de deseo. Y sólo ahí tiene éxito comercial. Y si, además, se desarrolla una buena identidad, desde el logo de la marca, sus tipografías, los colores y su aplicación de branding, estamos al otro lado.  

Eso fue fundamental en el rápido crecimiento de Sottsass Associati. Y se expandieron al diseño de tiendas de Esprit, empresa muy exitosa en todo el mundo, creada por el después reconocido ecologista Douglas Tompkins; el aeropuerto de Milán, la Fábrica Fiat, y las icónicas casas Olabuenaga de Hawai y Bischofberger (Zúrich), así como el conjunto doble en Colorado.

Lámpara Tahiti

 

Una filosofía para diseñar

El diseño no tiene por qué ser aburrido, académico y empaquetado. Eso era lo que proclamaba la oficina de Ettore Sottsass. Con una estrategia atrevida inspirada en la cultura popular, la forma y el color, cabía también divertirse al crear objetos, mobiliario, iluminación, arquitectura y diseño industrial. “La cultura del diseño –nos decía Sottsass en una visita a su estudio en Milán–, está pasando por un período de grandes transformaciones, provocado por la rápida evolución de la industria y el mercado, la concentración del poder industrial y la internacionalización de los procesos productivos. Por esta razón, el diseño y la arquitectura deben interrogarse acerca de su papel como agentes culturales autónomos, independiente del marketing y la especulación inmobiliaria”.

Y así se va expandiendo su idea del “planeta doméstico”, donde los objetos y la arquitectura se resisten a ser neutralizados por la tecnología y por una “pureza formal” que inhibe todo intento de creatividad. Y Sottsass ya lo planteaba con el color rojo de la Valentine para Olivetti, y continuó con los muebles y objetos para Memphis y la arquitectura para sus casas en California. Para lograr definir un lenguaje crítico, pleno de referencias simbólicas, que son reconocibles en cada obra que creo, hasta su muerte el 2007. 

Su consecuencia terminó haciéndolo inmortal y sus ideas han quedado como herencia para la historia del buen diseño. 

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